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Etiqueta: Vida Digital

«Planeta Web 2.0. Inteligencia colectiva o medios Fast Food» de Cristobal Cobo Romaní y Hugo Pardo Kuklinski

Planeta Web 2.0No voy a negar que, a estas alturas, me apetecía leer un documento crítico con la Web 2.0, un nuevo concepto sacado de la manga que parece contaminar otros muchos como, por ejemplo e incluso, el mundo bibliotecario. Por supuesto que el sufijo "2.0" no va a solucionar muchas de las lacras y amenazas que sufre la web actual – y más interesantes como, por ejemplo, la neutralidad de la Red -, pero representa una manera completamente distinta de disfrutar de Internet. Por supuesto que tendremos Web 2.0 hasta que las aguas se tranquilicen y volvamos al punto de partida, con una nueva idea, una nueva forma de designar las cosas y seguir haciendo dinero; como sucederá y esperemos estar ahí para contarlo.

No hace falta señalar que nuestra mirada crítica a la polución "2.0" no pasa por considerar que los que contribuyen a crear una Web Colaborativa constituyan una "dictadura de los idiotas" como se ha designado al nuevo fenómeno. Es necio considerar que en papel no se publican informaciones tendenciosas o de ínfima calidad y que, sin embargo, se editan por intereses políticos o comerciales. No, nuestro pensamiento no es tan arrasador como el de Andrew Keen con su The cult of the amateur, How today’s internet is destroying our culture (El culto del aficionado, cómo Internet de hoy está destruyendo nuestra cultura), sino instructivo aceptando el fenómeno, analizándolo, pero a la vez tratando de alejarse de él dando una mirada crítica.

Esta nueva web (también definida irónicamente como "Tú haces todo el trabajo, yo me llevo el dinero") que actualmente lo inunda todo, merece su contrapunto y en este documento lo encuentra centralizándose en el capítulo 4, donde se nos esbozan las ideas críticas sobre la Web 2.0. Un capítulo muy interesante para los iniciados que encuentra su acomodo en una introducción de conceptos y de aplicaciones junto a nuevos desarrollos que hacen de este documento un buen punto de partida para los no-iniciados. Por otro lado, el prólogo ya abre fuego respecto a lo que nos vamos a encontrar un poco más adelante puesto que lleva por título La inflación lingüística llamada Web 2.0. Toda una declaración de intenciones.

Como ejemplo de este pensamiento crítico disponemos de las webs denominadas Sistemas de Promoción de Noticias (Menéame o Digg). En ellos, los usuarios votan por las informaciones que consideran más interesantes, creando un sistema democrático de información, permitiéndoles evitar la infoxicación situando las noticias más relevantes en las primeras páginas. Sin embargo, esto también constituye un problema, porque las masas, pese a quien pese, se mueven por lo curioso y lo mórbido. De este modo, las primeras noticias en estos sitios corresponden a lo más absurdo, grotesco, extraño, sórdido, chocante o llamativo, pero no aquellas que realmente nos interesan para conocer qué está sucediendo realmente ahí afuera. Es decir, un poco de criterio editorial, de selección crítica de las noticias, es completamente necesario.

Planeta Web 2.0 [ISBN: 978-84-934995-8-7], un libro gratuito disponible para descargar, es un documento que nace de las entradas de la bitácora Digitalismo (Nominado a The BOBs), lugar donde se reconsideran el periodismo ciudadano y el nuevo entorno colaborativo que se desarrolla actualmente en Internet. Constituye, por tanto, una mirada crítica y necesaria hacia la Web 2.0 donde además de aprender qué es y para qué sirve, se la desmitifica en su justa medida señalando sus fortalezas y sus debilidades.

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Sobre la convergencia

El término [Convergencia] se sigue utilizando principalmente en Estados Unidos, donde adquirió una amplitud inaudita: cubre cinco aspiraciones, desde lo financiero hasta lo humano. La convergencia de capital expresa que los grupos de comunicación tienen la vocación de situar a todos los medios en su campo de actividad. La convergencia tecnológica señala la tendencia que siguen los instrumentos digitales de acercarse hasta coincidir dentro de una pantalla única. La convergencia de contenidos destaca que existe una versión por cada medio de una misma información y que exclusivamente su reagrupación ofrece un tratamiento global. La convergencia editorial desea agrupar las redacciones dentro de una entidad única que alimente a los distintos medios. Y, por fin, la convergencia periodística reclama unos profesionales adaptados a todos los medios, capaces de pasar de un soporte a otro haciendo gala del mismo talento.

FOGEL, Jean-François; PATIÑO, Bruno. La prensa sin Gutenberg. El Periodismo en la era digital. Barcelona: Punto de lectura, 2007

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El libro en extinción

Aprovechando la celebración de la Feria Liber, os dejamos lo publicado por el humorista gráfico Romeu el año pasado sobre el futuro del libro.

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La Ley de Moore semántica

Hace relativamente poco tiempo, os invitábamos a conocer un poco más todo lo que se movía en torno a la denominada Web 2.0 mediante una serie de glosarios. Tal vez, debido a esta vorágine a la hora de acuñar nuevos términos para conceptos más o menos relacionados entre sí ha llevado a algunos a enunciar la Ley de Moore semántica. Para aquellos que lo desconozcan, la Ley de Moore es una ley empírica sobre el desarrollo de la tecnología que  "expresa que aproximadamente cada dos años se duplica el número de transistores en una computadora." Su predicción ha favorecido la profileración de tecnología en todos los ámbitos de la sociedad y se ha convertido en una de las bases del motor del rápido cambio tecnológico.

 El concepto de la Ley de Moore semántica, acuñado por Carlos Scolari, sería el siguiente:

Existe una ley de Moore semántica que trabaja del mismo modo que la aceleración tecnológica; promoviendo una obsolescencia terminológica planificada, abandonando conceptos de poco uso y rediseñando nuevas palabras constantemente, pensando más en el marketing viral que en su necesidad lingüística. Con esta lógica, algunos términos se convierten en potentes memes y se reproducen ganando visibilidad, como es el caso del concepto Web 2.0.

Un lugar donde podemos comprobar el rápido reemplazo terminológico es la sección de la revista Wired, "Wired|Tired|Expired", convirtiéndose en un termómetro de tendencias que pueblan las conversaciones de la vanguardia cibercultural.

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«La economía Long Tail» de Chris Anderson

No vamos a poder negar que la lectura de "La economía Long Tail" no nos ha resultado interesante. De hecho, a partir de él, hemos reflexionado y analizado en este mismo lugar sobre lo que se ha denominado Larga Cola o Long Tail. De su contenido, se puede desprender que el mundo está completamente regido por las leyes de potencia y que el concepto de la Larga Cola tan sólo es una prueba más de que Internet también se rige por ellas. No importa si se les denomina Ley de Pareto, Zipf o del 98, estas distribuciones estadísticas pueden ser encontradas si analizamos cualquier aspecto de cualquier muestra. Por ejemplo y sin riesgo a equivocarnos, podemos afirmar que el 20% de las entradas de este blog producen el 80% de las visitas.

Este es un texto para analizar y descubrir cómo Internet está alargando la Larga Cola gracias a la accesibilidad por distintos puntos a un catálogo comercial y a la recomendación de productos por los gustos del cliente tal y como hace Amazon. Internet es un lugar donde se puede hacer negocios a la vez que se pueden llegar a crear nuevos, como hizo Google con su publicidad contextual, Adsense. Llegamos a la conclusión de que cada nicho de la sociedad tiene su público y puede vivir o convivir con éxito dentro de su ámbito y dentro de sus propias limitaciones. Sin duda, la diversidad fomenta y potencia el desarrollo de la Larga Cola.

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La información quiere ser libre

Es probable que nuestros lectores no se hayan percatado hasta ahora que esta bitácora se cierra con una frase: La información quiere ser libre. Se trata de un End-Line que no dudé en copiar y traducir del blog de Jorge Cortell, aunque en este caso mantiene el original inglés Information wants to be free, pero hace poco descubrí que este lema tiene un doble filo.

Ante una frase como ésta, cualquier profesional de la información no dudará en señalar que su significado es precisamente que la información tiene que estar disponible de una forma libre y gratuita para todos. Es la labor que se realiza todos los días en las bibliotecas públicas, difundir el conocimiento, poniéndolo al servicio de la sociedad sobre la que ésta se fundamenta y desarrolla. Tanto es así que la bibliotecaria Meredith Farkas mantiene un blog desde noviembre de 2004 que lleva por título Information Wants to Be Free.

La frase fue pronunciada por vez primera por Stewart Brand en la primera Conferencia de Hackers de 1984, el contexto es el siguiente:

Por un lado, la información quiere ser cara, porque es muy valiosa. La información adecuada en el lugar acertado simplemente cambia tu vida. Por el otro lado, la información quiere ser libre, porque el coste de de sacarla a la luz está siempre poniéndose más y más bajo. De modo que tenemos esos dos lados luchando uno contra otro.

Esto nos lleva al viejo dicho: La información es poder, dentro de ese contexto es cara, sin embargo la información es libre porque el ser humano es fundamentalmente comunicación y desea transmitirla y compartirla (Véase el ejemplo de la Wikipedia y la Web 2.0 ). Nos encontramos aquí frente a una dicotomía no resuelta, ya que el lema puede ser utilizado para defender los beneficios tanto de la información privatizada como de la liberada/libre/abierta, o ambas.

Conscientes de esto, los padres del movimiento Open Source Free Software, como Richard Stallman, trataron de acotar esta consideración:

Creo que toda la información de utilidad general debería ser libre. Por ‘libre’ no me refiero al precio, sino más bien a la libertad de copiar la información y adaptarla a las necesidades propias de cada uno". Denning explica: "En ‘de utilidad general’ no incluye información confidencial sobre personas o sobre tarjetas de crédito, por ejemplo.

Por lo que se considera que el lema debería ser cambiado por La información debería ser libre, como si la información pudiese ser acaparada y no compartida, olvidando que la información tiene ciertas características que la hacen especial sobre los otros bienes humanos. La información quiere ser libre, puesto que el acceso a la información y el conocimiento no debería necesitar de una lucha de clases, que el acceso es un derecho humano básico, y que, según mejora la tecnología, toda la humanidad debería poder participar en sus dones y servicios.

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La Larga Cola (Long Tail) está llena de basura

La Larga Cola (The Long Tail) es un concepto acuñado por Chris Anderson, editor de la revista Wired, basado en las conocidas distribuciones estadísticas como, por ejemplo, la de Pareto o la ley de Zipf. En el artículo The Long Tail, publicado en Wired octubre de 2004, Anderson afirmaba, tras el análisis de datos y tendencias en los comercios digitales, que Internet y el entorno digital han cambiado las leyes de distribución y las reglas del mercado. La reducción en el coste de almacenamiento y distribución que permiten las nuevas tecnologías, hace que no sea ya necesario focalizar el negocio en unos pocos productos de éxito, en los superventas. Por lo tanto, proseguía, ahora existen dos mercados: uno centrado en el alto rendimiento de pocos productos y otro, nuevo y todavía no familiar, basado en la suma o acumulación de todas las pequeñas ventas de muchos productos, que puede igualar o superar al primero. Son el antiguo mercado de masas y el nuevo nicho de mercados, representados por la cabeza y la cola de la conocida gráfica de distribución estadística.

[…] Hace una década, la gente se quejaba de que había demasiada basura en Internet y, en efecto, una navegación al azar rápidamente lo confirmaba. Luego llegaron los motores de búsqueda para permitir que algunas señales sobresalieran del ruido, y por fin llegó Google, que utilizaba la inteligencia colectiva y ha convertido una masa incoherente en lo más parecido a un oráculo.

Esto no es exclusivo de la web, ocurre en todas partes. La ley de Sturgeon (llamada así por el autor de ciencia ficción Theodor Sturgeon) establece que "el 90 por ciento de cualquier cosa es basura". Pensemos en el arte, no desde la perspectiva de una galería sino de un mercadillo. El 90 por ciento (por lo menos) es basura. Y lo mismo se puede decir de la música, de los libros y de todo lo demás. El motivo por el cual no lo vemos así es porque la mayoría de esos bienes son filtrados por el cedazo de la distribución comercial minorista.

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