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Etiqueta: Literatura

Este bibliotecario es un monstruo

Bien sabemos que los biblotecarios nunca han tenido una buena imagen en la sociedad. Por ejemplo, Calvin & Hobbes ya mostraban su alarma ante el riesgo de tortura cuando descubrieron que se les había olvidado que tenían que devolver un libro a la biblioteca, pero que un bibliotecario llegase a ser realmente un ser monstruoso, a no ser que fuese en una película de vampiros, creo que jamás se había dado hasta este momento.

R.L. Stine es un conocido escritor de literatura de terror infantil que ha escrito distintas series destinadas a horquillas de edades adolescentes y pre-adolescentes. Entre las editadas en España, nos encontramos con Pesadillas, Escalofríos o la Calle del Terror, cuyo éxito sorprendió a la propia editorial antes de que se comenzase a editar otro de los éxitos editoriales juveniles más importantes de los últimos años y que todavía no ha llegado a su final: Harry Potter.

Ante tanto niño enganchado a la lectura, que nadie criticó ni yo tampoco por supuesto, los investigadores trataron de buscar explicaciones al éxito de este tipo de literatura y llegaron a una conclusión sorprendente: Simplemente, se trataba de escribir una y otra vez el mismo tipo de libro. Y digo sorprendentemente porque esta situación no difiere en exceso de la literatura adulta en la que los escritores suelen repetir los mismos esquemas y patrones buscando la satisfacción de cierto tipo de público.

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Una bibliotecaria desenmadeja «El código Da Vinci»

El Código Da Vinci lo leí, jugada del Destino, en inglés y tras descubrir la aparición de una bibliotecaria en su trama, tuve que buscar rápidamente un ejemplar en castellano. Afortunadamente, Susana C. fue muy amable al prestarme el libro para que hoy pudiese transcribir el texto, por ello, gracias.

En inglés o en castellano, mi impresión no cambia en exceso, sigue siendo un libro bastante deficiente y decepcionante en su desenlace. Como sabréis se está preparando una película, cuyo estreno se espera en mayo de este año, en la que aparecen Tom Hanks y Audrey Toutou encarnando a los principales protagonistas de la novela. Creo que en la película no aparece nuestra bibliotecaria y heroína particular, Pamela Gettum, así que rindamos nuestro particular homenaje a esta profesional de la información que facilitó la búsqueda del Santo Grial en la ficción. Debo de señalar que sólo recojo parte de un capítulo, pero que Gettum aparece en uno más aportando la pista final.

La acción se sitúa en la actualidad. El historiador Robert Langdom y la criptóloga Sophie Neveu tratan de descifrar la clave de un poema que les conducirá hasta la próxima pista en su búsqueda del Santo Grial. Para ello, acuden a la biblioteca de una institución que sirve como campo base a los historiadores en sus investigaciones de tan magnífico orbe…

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El libro de los libros

Siguiendo en mi línea de elaborar la lista de regalos navideños menos friki del bibliomundo y de la blogosfera en general, sigo adentrándome en los caminos de la ilustración de libros, una de mis grandes pasiones.

Aunque hace apenas unos días os proponía un viaje temporal hasta la Edad Media, para acercarnos al impresionante mundo de los manuscritos iluminados, ahora vuelvo a traeros al presente para mostraros una obra ilustrada en la que las imágenes van más allá de su primigenia función como elemento embellecedor del texto o como medio didáctico para su comprensión: En El libro de los libros, las ilustraciones de Quint Buchholz son la fuente de inspiración de los relatos que recopila.

En sus dibujos, Quint Buchholz, muestra su originalidad a través de imágenes que representan la realidad de una forma casi fotográfica pero entremezclada con lo invisible, dejando espacio y libertad para que el espectador deje volar su imaginación. Y, en El libro de los libros, los lectores y los libros son los que configuran esas imágenes.

Este libro que descansa ahora tan amistosa, firmemente en sus manos es fruto de una de esas casualidades que determinan la vida secreta de los libros más que cualquier planificación. El pintor, dibujante e ilustrador Quint Buchholz se encontraba una tarde en nuestro despacho para mostrarnos sus trabajos, que, como sobrecubierta de muchos de nuestros libros, habían facilitado gracias a su imaginación poética el camino hasta el lector. Extendidas las hojas en el suelo, no fue difícil reconocer el motivo que las unía a todas: el propósito de representar el libro -o sus protoformas: el papel, la máquina de escribir, la pluma- justo en el instante en que éste recibe la historia y la transmite. Independientemente de los autores, Quint había dibujado la peripecia del libro, que va por el mundo recogiendo historias, o repartiéndolas, o haciéndolas enmudecer. Con su peculiar estilo, había dibujado una Historia de la Literatura como sucesión de los motivos necesarios para el nacimiento y la supervivencia de la misma. ¿Qué resultaba más adecuado, pues, que recurrir a unos autores, para que escribieran las historias que yacían implícitas en los dibujos de Quint?

Enviamos un dibujo de Quint a cuarenta y seis autores de países distintos, con la petición de que escribieran el texto oculto en él. Todos colaboraron. Y así surgió este libro. Un libro revelador de muchos aspectos de la escritura y de la lectura, y que es un homenaje a un gran artista, que sigue tejiendo de forma tradicional la vieja historia que sólo puede encontrarse entre las dos tapas de un libro.

Ad nótam: Otro Libro de los libros, quizá menos hermoso aunque seguramente muy interesante, es el que nos ofrece la editorial Denes, y en el que se recogen anécdotas relativas a bibliotecas.

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Un archivero de historias clínicas en «El Psicoanalista»

En las novelas, se suele retratar a los bibliotecarios y a los archiveros como seres solitarios, uraños y esquivos, pero puede que tras la lectura de la novela El Psicoanalista debamos añadir algunos más como, por ejemplo, corruptos y oportunistas. Aunque debería advertir que leyendo esta novela, pocas cosas serias podemos extraer de ella. Desde el comienzo, el libro me parece un completo despropósito, muy al gusto norteamericano a la hora de buscarle tres pies al gato, que sin embargo no supera una lectura rigurosa desde mi punto de vista (Por supuesto que para gustos los colores).

Así el arranque de la novela sucede cuando el Doctor Ricky Starks recibe una carta de un tal Rumplestilskin que dice:

Feliz 53 cumpleaños, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte. Pertenezco a algún momento de su pasado. Usted arruinó mi vida. Quizá no sepa cómo, por qué, pero lo hizo. Llenó todos mis instantes de desastre y tristeza. Arruinó mi vida. Y ahora estoy decidido a arruinar la suya. Al principio pensé que debería matarlo para ajustarle las cuentas. Pero me di cuenta de que eso era demasiado sencillo. Es un objetivo patéticamente fácil, doctor. Acecharlo y matarlo no habría supuesto ningún desafío. Y, dada la facilidad de ese asesinato, no estaba seguro de que me proporcionara la satisfacción necesaria. He decidido que prefiero que se suicide.

Tras la carta, la vida rigurosa y tediosa del Doctor comienza a cambiar encaminándose hacia una pesadilla que se convierte rápidamente en infierno, pero que para librarse de ella tan sólo debe de adivinar el nombre de su acosador. Así pues el Dr. Starks deberá comenzar sus pesquisas y finalizarlas en el plazo de 15 días para evitar librarse de su acosos y de su suicidio. Sus investigaciones le conducen hasta el archivo de historias clínicas de una Clínica Psiquiátrica en la que había trabajado durante su juventud en la que se desarrolla el encuentro con el archivero de nuestro interés.

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El «hábito» no hace al monje (o qué leemos y por qué)

Según la Encuesta de hábitos y prácticas culturales en España 2002-2003, los españoles, en una escala del 0 al 10, tienen una media de 5’7 de “interés por la lectura/literatura”. Ante este tipo de datos lo primero que me planteo es: ¿Qué quieren decir con «interés» por la lectura/literatura? A mí puede interesarme mucho la papiroflexia y no saber hacer ni un barquito de papel. Y, una media de interés de 5’7, ¿es un índice bueno o malo? Lo que sí deja claro todo ese cúmulo de datos, es que leemos más libros que hace unos años.

Para lo que no hace falta recurrir a encuestas o estadísticas, es para comprobar que nuestros gustos literarios han cambiado con los tiempos (The times they are a-changin’, como diría Bob Dylan). Seguramente existirán infinidad de factores para ese cambio, pero creo muy factible que el tiempo que dedicamos a la lectura y el lugar dónde leemos haya tenido mucho que ver. La aparición de nuevas formas de ocio nos han obligado a diversificar nuestro tiempo y la lectura ha sido relegada a un segundo plano, perdiendo la batalla frente a nuevos entretenimientos tecnológicos y audiovisuales. Quizá por eso, para muchos el único tiempo reservado a la lectura son los breves momentos en que no están “enganchados” a una pantalla: cuando van en metro.

Teniendo en cuenta el número de lectores que puede contemplarse en sus vagones, el metro se ha convertido en el último reducto de la cultura; y así parecen entenderlo también los que crean iniciativas como la del Bibliometro de Madrid. Para saber qué es lo más leído, ya no es necesario consultar las listas oficiales de libros más vendidos, basta con darse una vuelta por el metro (ese gran barómetro literario) y comprobar qué leen sus pasajeros.

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Novela histórica: Libros, manuscritos y bibliotecas

Actualmente, el mundo editorial anda inmerso en la continua publicación de libros que se consideran dentro de un género de moda: La novela histórica. Como todos podéis imaginarios, todos estos libros, que se suceden uno tras otro en los ya abigarrados estantes de las librerías, se publican al calor del éxito de la novela de Dan Brown El Código da Vinci tratándose de historias próximas tanto en planteamientos o simplemente de factura similar. No creo que haga falta recordar que las tramas conectadas con el pasado, los misterios ocultos, las sociedades secretas o el ocultimos siempre han sido de gusto del lector que considera que debajo de esta sociedad, o más bien por encima, hay personas que realmente saben mover los hilos y él, dentro de su inopia, poco puede hacer por evitarlo.

Desde luego que no va a ser la intención de este texto analizar pormenorizadamente este tipo de literatura, es un decir claro, surgida tras el best-seller citado; ni mucho menos las sociedades secretas y su versión moderna bajo el nombre de lobbies. Esto es un blog sobre libros y bibliotecas, creo, y además de interesarnos poco el libro antes citado, nos interesan bastante menos los libros surgidos tras este éxito. A mi parecer, la novela histórica bien entendida se ajustaría más bien a nuestro idolatrado libro El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, Los Hijos del Grial de Peter Sterling o Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, por citar simplemente tres. Pero desde luego que no es nuestra intención realizar una crítica poco reflexiva hacia esta tendencia editorial o hacia la gente que adquiere libros y que ¡además los leen! Dios nos libre.

En cualquier caso, os confesaré que si realmente quiero leer un libro que se acerque a la Historia, que se aproxime no es pedir demasiado puesto que ésta por lo visto es incognoscible, trato de leer un libro de Historia, o editado bajo ese formato, no sea que luego nos de por creer, y algunos caen en el error, que lo que se nos cuenta en El Código da Vinci, una novela al fin y al cabo, es cierto.

Pero dejémonos de derivas varias, centrémonos ahora en el tema que realmente nos ocupa y que es objetivo de este texto. Como ya indiqué que las novelas por sí mismas no me despiertan la mínima curiosidad, no tengo mayor ambición que recoger algunas de las novelas editadas recientemente que se encuadran dentro del género Novela Histórica que tocan por su ámbito o su trama con algún libro, biblioteca o manuscrito como una curiosidad. Lo cierto es que no nos debe de sorprender que esto suceda, pues está muy a mano que en las bibliotecas son verdaderos Thesaurus con mucha y variada información privilegiada por descubrir y no hay nadie mejor que un bibliotecario para saber esconderla o evitar el acceso a ella, o un manuscrito rarísimo de procedencia casi desconocida y de cuya existencia conocen unos pocos.

Así que sin más dilación, os dejo el listado de libros para todos los gustos, aunque los más acérrimos seguidores de este género ya habrán adquirido y dispuesto de buena cuenta de ellos. Y por supuesto recordaros que es La Historiadora de Elizabeth Kostova el libro que las máquinas de publicidad y promoción de las editoriales ya se han encargado de tildar como la novela digna sucesora de El Código da Vinci, aunque algunos echan pestes de él. ¿Para cuándo uno que lleve el título de «El Bibliotecario«? Pues eso.

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Robotman: El valor de la crítica

A la hora de escoger nuestra próxima lectura nos enfrentamos con innumerables opciones literarias. Nuestros gustos acotan en gran medida nuestra elección, pero aún así, la oferta es tan amplia (y la vida tan corta) que necesitamos un punto de referencia, algo o alguien que nos oriente.

Conozco gente que elige sus lecturas siguiendo la estela de los premios literarios que, en teoría, deberían ser una garantía de calidad, ya que quienes los otorgan son eruditos y escritores de renombre. Pero, en vista de los recientes acontecimientos que se produjeron en la entrega de los Premios Planeta de este año, en los que los propios miembros del jurado reprocharon tanto a la ganadora, Maria de la Pau Janer, como al resto de los candidatos, la “insuficiente calidad literaria” de sus novelas; hace que tengamos que plantearnos el verdadero valor de este tipo de premios.

En el caso de los Premios Planeta, al ser otorgado por una editorial, podemos alegar que se trata de un premio puramente comercial, en el que priman las ventas por encima de la calidad; pero éste no es el único caso de un premio literario con polémica.

Apenas unos días antes, un miembro de la reputada academia sueca de los Premios Nobel de Literatura, abandonaba ésta por considerar que, con la concesión el año anterior de uno de estos premios a la escritora austriaca Elfriede Jelinek, su valor se había desvirtuado .

Si no podemos confiar en los premios literarios para evaluar el valor de una obra, ¿cuál puede ser nuestro referente? ¿la lista de best-seller?

Siempre he considerado que, el hecho de que un libro sea leído por todos es una prueba más de la capacidad comercial y publicitaria de su distribuidor y de las modas, que de la calidad del mismo. Evidentemente, no podemos meter todos los best-seller en el mismo saco: los hay que han demostrado con creces su calidad y consiguen, año tras año, un número considerable de lectores y adeptos. A mí personalmente, en este tipo de libros “que hay que leer porque todo el mundo lo hace”, me gusta esperar a que el tiempo cribe los que realmente valen la pena.

Está claro que, visto lo visto, tanto los premios como las listas de superventas apenas pueden orientarnos. Así que, además de dejar nuestra elección al azar, sólo nos queda la opción de recurrir a la recomendación de un buen amigo cuyos gustos literarios se asemejen a los nuestros, o por contra, cuyos gustos sean completamente opuestos y nos ayuden a descartar los libros que a él le gustan. O también, a falta de un buen amigo, recurrir como Robotman a los críticos, siguiendo el mismo criterio.

En cualquier caso, buena suerte.

Ver tira completa

En Robotman: Robotman se enamora, por Jim Meddick.

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