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Etiqueta: inteligencia artificial

El meme denuncia desplaza a la fotografía

«Que las fotografías sean a menudo elogiadas por su veracidad, su honradez, indica que la mayor parte de las fotografías, desde luego, no son veraces»

Susan Sontag

Antes de aprender escribir, la Humanidad aprendió a dibujar. Cuando la Humanidad necesitaba contar historias, recurría a la oración reforzada con pinturas y pictogramas. El refrán «una imagen vale más que 1000 palabras» transmite esa idea. Una sola imagen puede transmitir ideas complejas de una forma más efectiva que una descripción verbal o mediante un texto.

Muchas imágenes se han quedado fijas en el imaginario colectivo. Algunas simplemente por el mero gusto contemplativo, mientras que otras se han utilizado para denunciar un conflicto y las injusticias de una guerra. El fotógrafo Nick Ut consiguió remover conciencias a nivel mundial en junio de 1972 cuando inmortalizó a unos niños huyendo de un bombardeo a su aldea durante la guerra de Vietnam. La fotografía de una niña abrasada por el napalm estadounidense dio la vuelta al mundo y para remover conciencias de un mundo adormilado de años de conflicto. El fotógrafo que tomó la imagen en 1972 estaba convencido que la fotografía podía mejorar el mundo. En este caso, lo hizo.

50 años más tarde, la conciencia del mundo parece haberse transformado. Los grandes medios de comunicación apenas pueden modular el estado de una opinión pública más centrada en sus necesidades individuales y en sus sesgos de confirmación. La transmisión de la información se desborda a través del transmedia, los puntos de emisión son tanto los medios de comunicación de masas, las redes de dispersión social como otro tipo de plataformas más íntimas como la mensajería personal. Las imágenes siguen siendo más importantes que las palabras, pero esas imágenes ya no tienen porqué haber sido grabadas de forma consciente e intencionada por un ser humano allí donde sucede el hecho.

All eyes on Rafah (Todos los ojos en Rafah) ha sido la primera imagen generada por Inteligencia Artificial que se ha hecho viral para denunciar una situación de conflicto. Compartida por más de más de 46 millones de cuentas solo en Instagram, es una de las imágenes que invitan a mirar la situación sobre una zona geográfica con fuertes tensiones que no muestra la realidad del hecho que trata de denunciar.

Esto puede llegar a mostrar un cambio de paradigma sobre el periodismo. A pesar de las imágenes que los fotoperiodistas y los video-reporteros tratan de compartir a riesgo de sus vidas como llevan haciendo desde generaciones, el valor de la representación de la verdad ha perdido parte de su significado. Ya no son capaces de generar opinión pública (y no por falta de imágenes crudas) sino porque las vías de distribución de las mismas se encuentran bloqueadas y restringidas por una suerte de política de restricción de «contenido gráfico.» Sólo una imagen dulcificada, prácticamente blanca, generada por una inteligencia artificial consigue hacerse viral, porque el mundo ha olvidado cómo remover conciencias degradando el valor de la imagen o, peor, esta vez sí, que sólo pueda mirar hacia otro lado.

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Todos quieren parecerse al filtro de Instagram de moda

Uno de los ámbitos donde la inteligencia artificial va a tener mayor impacto (entre otros muchos) es el de imagen. Los ámbitos de aplicación de esta tecnología en el campo de la imagen son diversos y muy potentes, pero hay uno que está comenzando a afectar en cómo interpretamos al mundo, la sociedad y nosotros mismos.

En un primer momento, las aplicaciones móviles destinadas para su uso en Instagram y otras redes sociales, sólo podían tratar las imágenes a posteriori. Es decir, se tomaba una foto y el móvil debía interpretar la imagen hasta llegar al resultado deseado. Sin embargo, actualmente estos filtros ya pueden tratar las imágenes en tiempo real, mientras se está grabando un vídeo o se está produciendo una videollamada. Todo esto gracias al salto en el procesamiento de la información que permiten los móviles hoy en día.

Si bien la presión social y mediática, se había centrado en la belleza y en ser eternamente joven, hoy en día desborda también esos ámbitos. El bótox se había constituido como una de las principales armas estéticas para tratar de ir eliminando las arrugas que iban apareciendo en los rostros de las personas a lo largo del tiempo. En algunos casos, esa obsesión para tratar de detener el tiempo había sido contraproducente porque a lo largo que acudían a más sesiones de cirugía, sus rostros se iban congelando y cambiando, limitando una de sus principales herramientas de trabajo: paralizaba algunas expresiones de sus rostros.

Más allá de la influencia que puedan suponer las principales figuras mediáticas, hoy en día se añade una más que se puede usar todos los días y muchas ocasiones gratuitamente. Además el impacto es inmediato porque la imagen que se transmite en las redes sociales es prácticamente personal, pero puede también modificar cómo nos ven y cómo nos vemos personalmente.

La era de la Instagram Face como se la ha denominado empuja los límites de cómo nos vemos y vemos al resto. Sin embargo, es una imagen algorítmica, edulcorada y estandarizante de consumo sencillo y nada sutil. El problema surge cuando se busca trasladar la imagen falsa o fake de uno mismo que se genera a través de un algoritmo a la vida real. Y no sólo por la falta de autoestima que genera, sino porque los algoritmos generan una imagen que no se puede obtener en la mayoría de ocasiones: labios gruesos, ojos más grandes o una nariz minúscula. Al fin y al cabo, la fisiología facial es propietaria de cada uno y los algoritmos tratan de estandarizar esa belleza añadiendo particularidades étnicas fusionadas en una sola imagen.

Esta situación comienza a ser tan generalizada que ya tiene nombre de enfermedad mental: dismorfia de Snapchat. Esta situación describe la obsesión del paciente respecto a su apariencia corporal y aquellos que la sufren se encuentran preocupados e infelices por su aspecto. Lamentablemente, esta imagen no se sustenta sobre algo real o físico, sino la interpretación de un algoritmo sobre nuestro rostro para que obtenga más likes y más comentarios. Una carrera para modificar nuestro rostro según la moda de los influencers y las marcas de turno y la interpretación que haga el algoritmo del canon de belleza del momento que estemos viviendo.

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Cuando Goliat (Google) se encontró con David (ChatGPT)

La rápida tasa de adopción de ChatGPT de OpenIA será digno de estudio en las escuelas de negocio en un breve espacio de tiempo. Desde que se permitió el acceso al gran público en noviembre de 2022, ha fascinado a todos los que se han aventurado a probarlo ofreciendo una calidad en las respuestas y en los resultados que no han podido poner en cuestión el producto en sí. Un producto que recordemos que se encuentra en fase de prototipo y que ya ha puesto a la defensiva a las grandes tecnológicas como Google, Meta (Facebook) y Apple.

ChatGPT (Generative Pre-Trained Transformer) posee la interfaz de un chatbot. La interacción con el producto es lanzando preguntas a las que el sistema genera respuestas a través de toda la información con la que se ha entrenado (570 gigabytes de información textual). Su éxito se debe a que comprende bien las instrucciones y proporciona respuestas mediante el procesamiento del lenguaje natural. Cada pregunta puede tener contestaciones similares pero no iguales, puesto que se generan automáticamente y a cada interacción por lo que puede ampliar o reducir el alcance de la respuesta a cada momento. Sin embargo, y es un punto en su contra, no aporta información sobre sus fuentes de información por lo que puede generar dudas sobre las respuestas si el usuario no es un experto en la materia que se está consultando.

En definitiva, la interfaz es similar a la de Google y muy sencilla, una caja de texto (en este caso de interacción) en la que se pueden solicitar definiciones, que detalle conceptos complejos de forma sencilla, que trace planes estratégicos para las empresas, recomendaciones de lugares que visitar en vacaciones, resúmenes de textos ya sean artículos o libros o ayudar a programar en código. Una herramienta muy potente y diversa en casos de uso que puede llegar a amenazar a Google en la mayoría de las búsquedas de internet y cuyo uso ha comenzado a generalizarse tanto en el ámbito de la educación, académico y empresarial.

Google es el gigante de internet más allá de su buscador, también posee YouTube y el sistema operativo para móviles Android, además de infinitos productos pensados para ser utilizados en Cloud. En cuanto a las búsquedas, actualmente el 92.58% del mercado de las búsquedas a nivel global y el 80% de sus ingresos provienen del mercado publicitario en Internet. Posee acuerdos marco tanto con Apple (Safari) como con Mozilla (Firefox) para que su buscador sea la opción por defecto en sus respectivos navegadores. Sin embargo, el producto de la empresa OpenIA participada por Microsoft parece dispuesta a arrebatarle el trono de las búsquedas en Internet y en otros muchos ámbitos según evolucionen los casos de uso donde aplicarse la tecnología desarrollada por la empresa.

Puede parecer que a Google el desarrollo la haya cogido con el pie cambiado, pero lleva años trabajando en aplicaciones de inteligencia artificial como ChatGPT. De hecho, la tecnología que representa el corazón del producto de OpenIA fue desarrollada por ingenieros de Google. Sin embargo, Google no había decido apostar claramente por estos interfaces porque generaría un problema con su modelo de negocio. Una estrategia que se ha demostrado errónea en cuanto el mercado se ha puesto patas arriba con ChatGPT, y la gran G se ha apresurado a lanzar su propio chat denominado Bard, aunque no estaba tan depurado como el primero.

Microsoft no ha perdido el tiempo en cuanto el producto ha obtenido tracción e interés en el mercado. Ha ampliado su inversión en la empresa OpenIA a pesar de las dudas del modelo de negocio de la empresa, ha integrado ChatGPT en su buscador Bing (a mi parecer que unos resultados más pobres, aunque sí que referencia las fuentes de información) y ha comenzado su implementación en su sistema operativo Windows y en la suite Office (Microsoft Copilot) . Una apuesta absoluta a un desarrollo tecnológico que va a hacer que cambiemos no sólo cómo buscamos en internet, si no también cómo interactuamos con nuestras aplicaciones en el ordenador.

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La Inteligencia Artificial se convierte en un arma en las campañas de desinformación

Fueron muchos los periodistas que se sorprendieron de las andanzas de Dominic Cummings en la película Brexit: The Uncivil War donde se mostraba el uso de redes sociales para influir el voto de los británicos que todavía se mostraban indecisos. En una escena del largometraje, se explica que el interés de la campaña no se debía centrar en los convencidos y los contrarios, si no en aquellos que todavía no habían decidido su voto (un tercio aproximado de la población). Además se concluía que lo más eficiente era poner esfuerzoas específicos para desarrollar una campaña a través de las redes sociales. Mediante una campaña de publicidad en las mismas, con una serie de mensajes dirigidos, se podía influirles y lo mejor de todo nadie se daría de cuenta de ello hasta que fuese demasiado tarde (algo que la película también se preocupa en mostrar).

De repente, en una sola escena, se demostró que el cuarto poder se veía desnudo ante una realidad -puede que un tanto previsible- que existiese un quinto y que deberían tratar de evitar de contrarrestar las mentiras y los bulos que corren como la pólvora en Internet. Sin embargo, por las propias dinámicas de los medios de comunicación, con sus intereses cruzados, con la gran polarización que sufre el espectro político actual, la tarea se demuestra no sólo titánica, también como imposible de gestionar y contrarrestar.

En las redes sociales, no importa tanto la información veraz que se da aparentemente. Los usuarios de las mismas están más preocupados por la cantidad de impactos recibidos, quién puede llegar a decirlo y si acaso cuántos seguidores tiene. Pasamos de la creencia de que todo lo que estaba publicado en la Red era real a una especie de fast food de opinión donde lo importante es quién llega antes a implementar una idea en la opinión pública. El debate y las ideas expositivas se ven acorralados ante esa marea de debate agresivo donde impera la saturación más que la selección. A esto se le añade un nuevo factor en quién dice qué y con qué intenciones es cada vez más difuso y más difícil de discernir.

Por si fuese poco, se añade un nuevo factor, una nueva tecnología que va a hacer mucho más complicada la goberanza informativa actual: El uso de la Inteligencia Artificial como arma informativa. La idea de utilizar Inteligencia Artificial para crear grandes campañas de desinformación ya se había teorizado, pero hoy en día se está materializando de forma muy rápida. Las ventajas de su uso son obvias. La gestión de una campaña de desinformación mediante IAs es mucho más barato y la generación de mayores volúmenes de información con objetivos específicos dentro de la población más efectivo.

Pero, más allá de la generación autónoma y automática de textos mediante la asimilación de contenido previo mediante artículos y libros con el fin de generar un gran volumen de información y pasar desapercibido, actualmente las Inteligencias Artificiales están siendo entrenadas para la generación de fotografías falsas de personas para dotar de credibilidad a esos textos. Además, este desarrollo mediante Generative Adversial Networks (GANs) se está realizando tan rápido que pronto será difícil de discernir entre las personas reales y las falsas generadas mediante esta tecnología.

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