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Revisando algunos números atrasados de la revista El profesional de la información, descubro un artículo breve de Alfons Cornella con el sugerente título: Ley de la termodinámica informacional. Como ex – estudiante de Químicas no puedo nada más que levantar la ceja y sonreír imaginando los sudores fríos de los futuros estudiantes de Biblioteconomía y Documentación que tanto sufren con las asignaturas matemáticas como la Estadística.
Porque la Termodinámica (Rama de la física que estudia la energía, la transformación entre sus distintas manifestaciones, como el calor, y su capacidad para producir un trabajo) no es precisamente una de las asignaturas más sencillas de la Física o de la Química, ¿alguna lo es?, aunque sus leyes son bien conocidas por todos:
Ley cero de equilibrio
Si dos objetos A y B están por separado en equilibrio térmico con un tercer objeto C, entonces los objetos A y B están en equilibrio térmico entre sí.
Primera ley
La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Segunda ley – Enunciado de Clausius
Es imposible construir una máquina cíclica cuyo único efecto sea la transferencia continua de energía de un objeto a otro de mayor temperatura sin la entrada de energía por trabajo.
Tercera ley
No se puede llegar al cero absoluto mediante una serie finita de procesos.
En muy contadas ocasiones se aborda desde los medios de comunicación generalistas el trabajo que los profesionales de la información realizan a diario. Cuando esto sucede, es relativamente sencillo descubrir que, los ejemplos más frecuentes de publicación de textos relacionados con esta temática, suelen referirse a bibliotecarios y/o archiveros que describen su trabajo en sus respectivas instituciones, cuando no se trata sencillamente de describir sus fondos o su historia.
En cualquier caso, lo que resulta más infrecuente es que un medio de comunicación realice un esfuerzo introspectivo y trate de ilustrar a sus lectores sobre el día a día en la creación de un producto informativo como es un diario impreso. Aquí, solemos poner ojo avizor en cuanto alguna noticia de estas características aparece, como sucedió con el servicio de documentación de El País o cómo se documenta una noticia en Elpais.es, pero hoy queremos recuperar un texto de mediados de 2001 en el que se describía el funcionamiento del servicio de documentación del diario Levante-EMV.
Alfonso Rodero, jefe de sección de Documentación, describe en un artículo, de una forma próxima para el lector, el trabajo que diariamente se realiza dentro del departamento.
«¿Qué tenemos de…?». Así suelen comenzar buena parte de las solicitudes de información gráfica o textual al departamento de Documentación. Y es prácticamente lo único que no ha cambiado respecto al antiguo archivo de papel. El paso dado con la digitalización de las fotografías y páginas, hace ya casi cinco años, ha dado un vuelco a la forma de trabajar en el departamento, afectando a su vez a toda la organización de redacción y producción en cuanto al trasiego del material fotográfico y de la documentación escrita.
Para hacernos una idea, antes de la informatización, si algún redactor solicitaba una foto de, pongamos, Joan Lerma con Ricard Pérez Casado y, «si puede ser», con Felipe González, en Documentación era necesario revisar una a una las fotos —de todo tipo de tamaños y calidades de papel— de cada uno de los sobres —saturados— de las tres personas citadas, a ver si había suerte. Si se encontraba la foto, ésta pasaba de mano en mano hasta que al día siguiente retornaba (si no se quedaba en el camino, traspapelada en la maraña de papeles, libros y dossieres de alguna de las mesas) a su lugar de procedencia, con algún desperfecto añadido por el manoseo.
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Extraído de: RODERO, Alfonso. La documentación gráfica y textual en Levante de Castelló. En: Diario Levante – El Mercantil Valenciano. Jueves, 5 de julio de 2001, Castellón.
documento.
(Del lat. documentum).
1. m. Diploma, carta, relación u otro escrito que ilustra acerca de algún hecho, principalmente de los históricos.
2. m. Escrito en que constan datos fidedignos o susceptibles de ser empleados como tales para probar algo.
3. m. desus. Instrucción que se da a alguien en cualquier materia, y particularmente aviso y consejo para apartarle de obrar mal.
~ auténtico.
1. m. Der. El que está autorizado o legalizado.
~ privado.
1. m. Der. El que, autorizado por las partes interesadas, pero no por funcionario competente, prueba contra quien lo escribe o sus herederos.
~ público.
1. m. Der. El que, autorizado por funcionario para ello competente, acredita los hechos que refiere y su fecha.
No me voy a aventurar a definir lo que es exactamente la Documentación Publicitaria cuando puedo echar mano de gente mucho más sesuda y que seguramente habrá escogido unas palabras mucho más doctas de las que yo podría usar jamás. Así que permitidme que os recoja algunas de las definiciones que se han ido realizando a lo largo del tiempo:
Aquella parte de la Documentación que tiene por objeto el estudio del proceso de transmisión de las fuentes publicitarias para la obtención de nuevos conocimientos en la investigación publicitaria.
LOPEZ YEPES, José. La documentación como proceso informativo aplicaba a la enseñanza y al ejercicio profesional del comunicador publicitario. Publitecnia, 51-52 (1979), p. 50.
Es aquella parte de la Documentación General que tiene por objeto el estudio del proceso de recuperación, selección, transcripción, análisis y difusión de las fuentes publicitaras, para la obtención de nuevos conocimientos en la investigación de la Comunicación publicitaria y en el seno de la empresa publicitaria.
MARTÍN MARTÍN, Fernando. La documentación publicitaria. Automatización del centro de documentación. Madrid: Unión Editorial, 1987. p. 68
La documentación publicitaria es un proceso de carácter metodológico, técnico y práctico al servicio de la empresa publicitaria, del investigador y del creativo, mediante la organización y la gestión de las distintas unidades que forman el sistema de información especialmente de los archivos técnicas (…) y de la difusión de las fuentes de información especializada.
MALALANA UREÑA, Antonio. La Documentación en Publicidad. En Teoría y práctica de la documentación informativa. Barcelona: Ariel, 2002. p. 90
Debo de aclarar que la Documentación Publicitaria va mucho más allá de la verificación de datos para la realización de un anuncio, por ejemplo también es importante para obtener información sobre un nicho de mercado y gestionarla. Pero en ocasiones puede resultar un tanto restrictiva para el creativo, aunque esto último no quiere decir que finalmente el creativo disponga de la última palabra a la hora de realizar su trabajo con total libertad.
La Universidad Cardenal Herrera-CEU de Valencia promociona a los futuros estudiantes universitarios la posiblidad de estudiar la carrera de Periodismo de una forma muy curiosa. Curiosa porque utiliza, tal vez, una de las asignaturas más complicadas a la que los futuros periodistas tendrán que enfrentarse: Documentación Informativa.
De esta forma, el anuncio de radio comienza con la voz de una profesora dando la bienvenida a la materia de Documentación Informativa para saltar inmediatamente a la explicación de lo que es la CDU (Clasificación Decimal Universal) y mientras su voz se apaga en la lejanía, un locutor comenta que todo parece complicado al principio aunque en esta universidad tienen las mejores instalaciones y los mejores profesores para una correcta formación.
¿La Documentación utilizada para vender una carrera universitaria? ¡Háyase visto!
Puede llegar a suceder que un profesor de secundaria descubra que los trabajos sobre la lectura del libro Lazarillo de Tormes de sus alumnos son en su mayor parte clones los unos de los otros. Y no es que los estudiantes se hayan lanzado a la desventura de copiarse los unos a los otros, ya se trate mediante a el cada vez más decayente mercadeo de disquetes, correos electrónicos o la más actual puesta en común en el Messenger; simplemente sucedió que teclearon la misma frase en el mismo buscador y acudieron a la misma fuente sin contemplar otras alternativas.
Desde luego que la reiterada torpeza cometida por los jóvenes al no contrastar y enriquecer sus fuentes no es del todo culpa suya, ya que los buscadores de Internet son una herramienta universal, rápida y en muchas ocasiones eficaces; pero en general el ser humano gusta de dejarlo todo para el último momento por lo que la visita a una biblioteca y sus diversas fuentes queda casi descartado cuando el trabajo hay que entregarlo para el día siguiente. Sin embargo, la utilización de Internet como una fuente de información para ciertos trabajos constituye un arma de doble filo y debemos ser cuidadosos a la hora de escoger qué documentos nos son útiles y cuáles no.
Como es bien sabido, la fiabilidad y el rigor de las fuentes de Internet deben ser tenidas en cuenta a la hora de citarlas y la red de redes no es una excepción, así que María Rubio Lacoba nos ofrece en el libro Teoría y Práctica de la Documentación Informativa (ISBN: 84-344-1293-4) algunas pistas para poder identificar lo que puede ser considerado como fuente, o no, en Internet.
Maruja Torres, de quien en la biblioblogosfera ya se ha hablado, publicaba la semana pasada en el dominical El País Semanal un artículo denominado Hemeroteca en mano en el cual repasaba la situación previa a la Guerra de Iraq, cuando se nos ofrecía la intervención armada contra un tirano con armas de destrucción masiva, y la situación actual en la que EE.UU. trata de poner pies en polvorosa y en la que se demuestra que todo aquello que se dijo entonces se demostró como una falsedad.
Torres utiliza la figura de la hemeroteca de los medios de comunicación como una herramienta poderosa para comprobar quién dijo o hizo qué y en qué momento. El artículo viene acompañado con una graciosa ilustración, como es habitual, de José Luis Ágreda referida a las hemerotecas. Siguiendo la ilustración, creo que deberíamos llegar a la conclusión que la Hemero-amnesia existe, al menos en la imaginación de muchos, y no sólo por aquellos que tratan de hacer un esfuerzo por olvidar lo que dijeron o hicieron, si no más bien porque George Orwell, en su estupenda novela 1984, ya imaginó cómo se debería comportar el destructor de la memoria de una hemeroteca en un procedimiento totalmente institucionalizado.