Desayuno con diamantes es una película del director Blake Edwards que trata la relación que se establecerá entre dos personas aparentemente distintas, pero que no se atreven a tomar las riendas de sus vidas. Audrey Hepburn interpreta el papel de Holly Golightly, una mujer un tanto alocada que se codea con la alta sociedad de Nueva York que sólo parece preocuparse por los hombres según el tamaño de su cartera; por otro lado, George Peppard es Paul Varjak, un escritor que, a pesar de disponer de un libro publicado tiene completamente abandonada su faceta de narrador, es mantenido por una acaudalada mujer. Estos dos personajes entablarán una relación amistosa que se irá haciendo más próxima según avanza la película, Paul retomará su pluma precisamente gracias a la inspiración que su nueva amiga le aporta.
La película se desarrolla y una mañana Paul recibe un cheque de 50 dólares por parte de un editor como pago por uno de sus cuentos recién escritos. Ante su alegría, él y Holly se proponen hacer durante toda la mañana cosas que uno u otro no habían realizado antes en la ciudad. Por ejemplo, Holly apuesta por pasear por la ciudad de Nueva York por la mañana o entrar en Tiffany’s y comprar cualquier cosa con 10 dólares, mientras que Paul decide que acudan a la biblioteca pública.
Allí, ante los armarios de fichas catalográficas buscan en el catálogo de autoridades y encuentran el registro del libro de Paul Nueve Vidas y decide pedirlo en préstamo para regocijo de Holly. Extrayendo todo el cajón del armario y depositándolo sobre un mostrador, rellena una petición y la entregan. En la siguiente escena, ambos están sentados pacientemente, esperando su turno hasta que su número se ilumina en un panel y los dos se acercan al mostrador donde una bibliotecaria les atiende ofreciéndoles el libro.
Holly con jolgorio le informa a la bibliotecaria que tiene en frente al autor del libro que van a tomar prestado, mientras que ésta le recrimina que no haga tanto ruido. Mientras Paul, animado por Holly, decide escribir una dedicatoria en la portada del libro, la bibliotecaria un tanto sorprendida ante un comportamiento tan estrafalario no se percata de lo que el hombre se encuentra haciendo hasta que ya es tarde. Alarmada, le indica que está dañando una propiedad pública que podría ser denunciable. Finalmente, el libro se queda en la biblioteca y, en su marcha, Holly sentencia que en Tiffany’s son más simpáticos que en las bibliotecas públicas.