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Etiqueta: Bibliotecas

Veinte años de la biblioteca del paciente del Hospital Clínico Universitario

La biblioteca del paciente del Hospital Clínico Universitario [de Valencia] cumple veinte años al servicio de los usuarios. Para explicarnos los inicios y retos de este biblioteca "especial" hablamos con Magdalena Navarro.

Fuente: DELGADO, Jorge. Veinte años de la biblioteca del paciente del Hospital Clínico Universitario. Lletres Valencianes, n. 20, 2007. p. 122-123

¿Cuándo se inauguró la biblioteca del paciente del Hospital Clínico?

La biblioteca del paciente del Hospital Clínico se inauguró en el año 1987 como consecuencia de la aprobación del texto del Plan de Humanización de la Asistencia Sanitaria. Este plan en su artículo 12, en el apartado referente a la Carta de Derechos y Deberes del paciente dice: "el Hospital, facilitará el acceso a los medios y sistemas de comunicación, cultura, posibilidad de actividades que fomenten las relaciones y el entretenimiento del ocio". Con este principio muy presente se decidió crear la biblioteca y situarla en el Pabellón A en la entrada del edificio materno infantil.

¿Con qué fondo contaba en sus inicios?

La biblioteca comenzó su andadura con un modesto fondo bibliográfico compuesto por 420 libros. Este fondo fue aportado por la Conselleria de Cultura, Educació i Esport y el resto fueron adquiridos por el centro hospitalario que en aquel año contaba con un presupuesto de 100.000 de las antiguas pesetas [600 €]. El éxito de la iniciativa fue tan grande que empezó una generosa colaboración, en la que tanto familiares de pacientes como personal sanitario fueron aportando ejemplares. En poco tiempo, el fondo bibliográfico fue aumentando de manera considerable con las aportaciones de la Conselleria de Cultura, Educació i Esport, de la que nunca nos ha faltado colaboración y asesoramiento bibliográfico, y también de las propias editoriales que aportan libros de sus fondos.

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En la biblioteca secreta del Dr. Victor Frankenstein

De las películas sobre parodias, o bien ya no se hacen como se hacían antes y las encuentro indigeribles, o es que ésta, además de un guión bastante ingenioso, tenía un reparto que realizó un gran trabajo durante el rodaje. El jovencito Frankenstein (1974) dirigida por Mel Brooks parte de la novela de Mary Shelley de la que se había realizado numerosas versiones cinematográficas. Disponiendo del gran bagaje que se tenía en el imaginario popular sobre esta historia, Gene Wilder desarrolló un guión que satirizaba el género de terror basándose en muchas de las escenas que se rodaron en los estudios de la Universal durante la década de los años 30. De este modo, Wilder y Brooks sitúan la acción en el año 1974 (A pesar de esto, está rodada completamente en blanco y negro), siendo el Dr. Frœderick Frankenstein el nieto de aquel que dió vida a un muerto a partir de distintas partes de su cuerpo.

Frœderick Fronkonsteen (aparentemente había renunciado a su verdadero apellido por vergüenza por la supuesta locura de su abuelo) enseña medicina en Nueva York, pero es reclamado para viajar a Transilvania en un ardid para continuar las investigaciones de Victor Frankenstein. En la estación de tren de llegada, le atiende el sirviente Igor, interpretado de una forma magnífica por Marty Feldman, junto con la que será su ayudante Inga que se convertirán en dos de los personajes sobre los que se basarán los hilarantes acontecimientos posteriores. Por otro lado, la ama de llaves del castillo, Frau Blücher, le irá introduciendo lentamente en los secretos de la antigua mansión, así como invitarle a que indague en las investigaciones de su abuelo.

En los aposentos de Victor, Frœderick revisa la biblioteca percatándose de que debe de haber algo más que esos libros que cualquier estudiante de medicina debe poseer, y así se lo transmite a Blücher. El doctor comienza entonces a creer firmemente en que existe una biblioteca secreta donde está el cuerpo de las investigaciones de su antecesor y será la ama de llaves la que le conducirá sutilmente hacia la biblioteca secreta del investigador, obviamente con una parodia sobre las bibliotecas secretas y su acceso a ellas.

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«Biblioteca» de Mario Benedetti

Mi biblioteca es otra humanidad
con patriciados razas personajes
desastres y esplendores del pasado
y lomos gruesos como los de antes

libros para los viejos que se fueron
para los niños que se vuelven padres
libros pesados como diccionarios
unos eternos y otros olvidables

la biblioteca vive en las paredes
me mira suspicaz e interrogante
no está segura de que sea el mismo
que hurgaba en sus manuales hasta tarde

ciertas obras que fueron condenadas
por la censura están en otro estante
cubiertas por la Biblia y el Talmud
y otras mascarillas respetables

mi bibliotea es otra humanidad
plena de rostros dulces o salvajes
pero cuando una noche yo me extinga
mi biblioteca quedará vacante

o vendrán otros ojos inexpertos
que pueden ser espléndidos o frágiles
y libro a libro habrá que sugerirles
cómo es que se cierran y se abren

BENEDETTI, Mario. Existir todavía. Madrid: Visor Libros, 2004

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La infoxicación en el siglo XVI

[…] A comienzos de la Edad Media, el problema era la falta de libros, su escasez; hacia el siglo XVI [Tras la invención de la imprenta], su superfluidad. Ya en 1550 un escritor italiano se quejaba de que había "tantos libros que ni siquiera tenemos tiempo de leer los títulos". Los libros eran un bosque en el que, de acuerdo con el reformista Italo Calvino (1509-1564), los lectores podían perderse. Eran un océano en el que los lectores tenían que navegar, o una corriente de materia escrita en la que resultaba difícil no ahogarse.

A medida que los libros se multiplicaban, las bibliotecas tuvieron que ser cada vez más grandes. Y a medida que aumentaba el tamaño de las bibliotecas, se hacía más difícil encontrar un libro determinado en los estantes, de modo que comenzaron a ser necesarios los catálogos. Los que confeccionaban los catálogos tuvieron que decidir si ordenaban la información por temas o por orden alfabético de autores. Desde mediados del siglo XVI, las bibliografías impresas ofrecían información acerca de lo que se había escrito, pero a medida que estas compilaciones se hacían más voluminosas, era cada vez más necesaria la bibliografía por temas.

Los bibliotecarios se enfrentaban también a los problemas de mantener los catálogos al día y estar al tanto de las nuevas publicaicones. Las revistas especializadas daban información acerca de libros nuevos, pero como también la cantidad de estas revisas se multiplicaba, fue preciso buscar otro sitio información acerca de ellas. Puesto que había muchos más libros de los que se podía leer en toda una vida, los lectores necesitaron la ayuda de bibliografías selectas para discriminar entre ellos y, desde finales del siglo XVII, recensiones de las nuevas publicaciones. […]

BRIGGS, Asa; BURKE, Peter. De Gutenberg a Internet: Una historia social de los medios de comunicación. Madrid: Taurus, 2005. Pág 30 – 31

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Los bibliotecarios son unos… sepultureros

Como homenaje al Día del Libro del pasado año, extractamos un pasaje de la novela La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón en la que se hacía referencia al Cementerio de los Libros Olvidados que era un lugar donde se iban recogiendo libros que se habían perdido o eran perseguidos. Recientemente, en la tira cómica de temática bibliotecaria, Unshelved, se hace referencia a este libro, aunque obviamente poniendo cierto acento irónico convirtiendo a los bibliotecarios justamente en lo que nunca deberían ser: gatekeepers (guardianes) o mucho peor, sepultureros. Eso sí, este cementerio está mucho más vivo de lo que me imaginé al leer el libro.

"The Shadow of The Wind"

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Diario bibliotecario desde Irak

Me quito el sombrero, lo recalco para que no quepa duda, me quito el sombrero. La iniciativa del diario El País de abrir una traducción en castellano del blog del director de la Biblioteca Nacional de Irak es una de las apuestas más interesantes que se han hecho recientemente desde la biblioblogosfera hispana.

El blog de Saad Eskander tiene su localización original en la British Library (Diary of Saad Eskander, Director of the Iraq National Library and Archive) y se mantiene gracias a la colaboración interbibliotecaria entre las dos instituciones. Eskander manda sus textos, cuando la conexión a Internet no le falla, por correo electrónico, mientras que los bibliotecarios británcios los publican en Internet de una forma cruda, sin editar ni cortar nada (Ni siquiera las faltas de ortografía o de coherencia).

Tengo que señalar que, hace menos de un mes, este mismo periódico publicaba en su suplemento de selección de textos de The New York Times un artículo que hacía referencia a la experiencia del bibliotecario y su blog como un medio para transmitir el día a día de la situación de la biblioteca. Pero es que se trata, además, de una muestra de cómo se vive en la sociedad iraquí hoy en día. Posteriormente, el propio diario realizaría un artículo sobre el blog que abriría la sección impresa de Internacional hasta que finalmente hoy han lanzado Diario desde Irak, una bitácora donde se irán traduciendo los textos originales del blog de Eskander.

Podríamos decir que es un weblog más en la biblioblogosfera hispana, pero considero que se convertirá en referente, sin duda, de lo que es periodismo ciudadano y de las difíciles labores bibliotecarias en países que viven un conflicto armado. Hay que leerlo tanto en cualquiera de sus dos versiones.

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No nos extraña que el Infierno sea una biblioteca

Parafraseando una vez más a Véase Además, descubro un artículo publicado hoy en el diario El País que refleja la situación cercana al caos y la guerra civil que sufre Irak hoy día. Ya contaba Fernando Báez en su libro Historia universal de la destrucción de libros el saqueo que había sufrido la Biblioteca Nacional de Bagdad, el texto que sigue es sólo una triste continuación de aquello sin visos de mejora.

Bibliotecario: oficio de alto riesgo en Bagdad

Por fin Saad Eskander, director de la Biblioteca y el Archivo Nacionales de Irak, en Bagdad, sacó tiempo para poner al día su ciberdiario tras un par de semanas muy ajetreadas. Cuando escribía la última entrada, tuvo problemas para reparar la conexión a la Red: el Laboratorio de Restauración "fue alcanzado por cinco balas"; y "otro bibliotecario, que trabajaba en la hemeroteca, fue amenazado de muerte. Tiene que abandonar su casa y buscar otra cuanto antes; si no, le asesinarán".

Hace ahora un mes que las entradas de Eskander en el diario aparecen en la ciberpágina de la Biblioteca Británica Diary of Saad Eskander y en ellas se detallan los obstáculos a los que se enfrenta para mantener abierta la biblioteca central de Irak, conservar los archivos y libros supervivientes y, cómo no, para seguir con vida.

"Pensamos que era una buena oportunidad para poner de relieve las condiciones a las que Eskander y su plantilla se enfrentan y el hecho de que arriesgan su vida por ello", explica Catriona Finlayson, portavoz de la Biblioteca Británica.

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