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Etiqueta: Bibliotecas

Una visita a la biblioteca de la Escuela de Magisterio de la Universitat de València

Mi reciente y primera visita a la biblioteca de la Escuela de Magisterio de la Universitat de València constituyó una sensación bastante extraña. En primer lugar porque, a pesar de haber pasado en innumerables ocasiones frente al edificio, nunca me había atrevido a adentrarme en él (y eso que mi hermana estudió allí) y, segundo, porque aún cargado con un maletín dispuesto a consultar los fondos de la biblioteca para ayudarme en la realización de un informe, me sentía un poco extraño en mi tierra, creyéndome demasiado torpe para realizar consultas, no fuese que la bibliotecaria me dedicase una mirada censuradora y pronunciase aquello de «No moleste» -Algo que, todo sea dicho, no sucedió-. Sí, es posible que incluso para un profesional como yo, la ansiedad en la biblioteca (o más bien miedo) estuviese más de cuerpo presente de lo deseable, pero es cierto que yo me encontraba un poco como un pez fuera de la pecera, demasiado torpe, demasiado usuario.

El caso es que de no entrar, no entré ni por la puerta principal del edificio, encaminándome hacia el aparcamiento por un lateral, discurriendo hacia la parte trasera donde se adivinaba otro edificio con, aparentemente, la misma función que el primero. Sin embargo, gracias a mi carácter un poco curioso, un poco travieso, descubrí los ventanales de lo que iba buscando, esto es la biblioteca, y sólo me quedó hallar las puertas accesorias para situarme dentro del edificio, puesto que mirándolo desde el exterior me sentía un poco como Guillermo de Baskerville mientras se hallaba en la abadía, inquiriendo Adso «Apuesto a que ese edificio no contiene sólo aire».

Os podéis imaginar cómo un bibliotecario puede sentirse a través de los pasillos llenos de jolgorio de los jóvenes estudiantes de hoy en día, entre sorprendido y aturdido, considerando que aquel no es su lugar, que allí estoy de más. Sin embargo, la presencia de los estudiantes me sirvió, en esta ocasión, para encontrar lo que andaba buscando: la puerta de acceso a la biblioteca. Porque si bien como Guillermo andaba preguntándose cómo era posible que el bibliotecario de la abadía del crimen y su ayudante podían acceder a los fondos a través de un Scriptorium cuya puerta de acceso no tenía pomo, obviamente mi reto intelectual no iba a llegar más lejos, aunque por supuesto que es difícil encontrar tu destino si todas las puertas (reprografía, aulas y biblioteca) disponen de la misma tonalidad y semejanza.

Pero, como he señalado, un alumno en un momento providencial abrió una puerta y la presencia de un revistero me puso sobre la pista de la sala que buscaba y tan sólo me restaba traspasar una segunda puerta para alcanzar la sala. Por supuesto que no accedí inmediatamente, sobre todo porque unos carteles sobrepuestos con celo me llamaron en demasía la atención. Carteles reindivicativos, sobre la situación de la biblioteca y de su personal, que en aquel momento bien hubiesen sido merecedores de una fotografía, pero que las prisas y la falta de material adecuado (una cámara) me impidieron recoger testimonio de las protestas que el personal del centro de información lanzaba hacia la dirección del centro sobre su función, posición y trabajo.

Visto lo visto, lo cierto es que tienen razón. La biblioteca no puede ser declarada como tal, es más, la consideración de sala de estudio es más ajustada en este caso. Porque la entrada es angosta, encontrándote con un pilar que limita la visión de la sala compuesta de dos secciones: Una para el estudio individual, con mesas clavadas al suelo, para unas 40 personas y otra con cuatro mesas donde se juntan los estudiantes para realizar trabajos colectivos o bien para consultar los fondos librarios. En las estanterías accesibles al público en general, poco más que obras de referencia, dejando la mayoría del fondo de acceso sólo a los bibliotecarios.

En realidad, mi visita fue muy breve puesto que sabía a lo que iba y lo que quería consultar. Pero, obviamente, no portaba las signaturas de los libros a los que quería echar un vistazo. De manera completamente torpe, frente a tres ordenadores que invitaban poco a la consulta, me dirigí a la bibliotecaria que amablemente ante mi pregunta sobre el catálogo me referenció hacia los terminales. Cómo no me había percatado antes, o más bien, porqué me había hecho el remolón; puede porque es mejor parecer torpe, que hacer el tonto y después tener que despejar cualquier duda de que lo eres.

No cabe duda de que más oportunidades dispuse de ello y, en cuanto la bibliotecaria me descubrió azaroso tratando de encontrar el orden y el concierto de las estanterías, me señaló que seguramente el libro en cuestión debería solicitárselo a ella. Algo que obviamente tuve que hacer y los libros llegaron, al fin, a mis manos para mi consulta.

Luego llegó lo peor de toda mi experiencia, que no fue lo anteriormente reseñado, sino más bien las miradas de chascarrillo de los estudiantes de magisterio que se reunían en las grandes mesas que, imagino que entretenidos y divertidos, comprobaron mi falta de maña en una biblioteca, aunque ya se sabe «en casa del herrero, cuchillo de palo».

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Bloggin’ in the wind

How many roads must a man walk down
Before you call him a man?
Yes, ‘n’ how many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?
Yes, ‘n’ how many times must the cannon balls fly
Before they’re forever banned?
The answer, my friend, is blowin’ in the wind,
The answer is blowin’ in the wind.

Blowin’ in the Wind – Bob Dylan

Imagino que, como otros, me quedé traspuesto ante la respuesta de Laura Novella en una discusión abierta en Iwetel sobre la política de gestión de carnet de usuarios dentro de la Biblioteca Pública de Valencia. En concreto, el hilo de la conversación saltaba cuando una usuaria de esta lista de distribución inquiría sobre las políticas de expedición de carnets de usuarios de las Bibliotecas Públicas, ya que se había encontrado con que la de Valencia le solicitaban un papel que acreditase fehacientemente que residía en Valencia. Amparo nos contaba que todavía no vivía en Valencia, que había aprobado una oposición y estaba a la espera de su nombramiento, pero al no poder acreditar su residencia en Valencia se quedó sin carnet. La sorpresa de Amparo fue mayor cuando consultó la información sobre la obtención del carnet, ya que según se afirmaba allí sólo era exigible la comprobación de residencia en el caso de ser extranjero.

El hecho es que, tras distintos correos cruzados entre dudas y aclaraciones, Laura que se identificó como trabajadora de la Biblioteca en liza trató de justificar ese hecho con distintos datos y cifras. Del texto, en el que se incide en los distintos problemas a los que se enfrenta la institución derivados de la población a la que debe de atender, pasa relativamente pronto a denunciar el hecho de que la investigación dentro del campo de la Biblioteconomía no está bien encaminada según su criterio y, de él, destaco:

Para no divagar más: entiendo que cada uno tiene unos intereses, y posiblemente tenga más actualidad y relevancia la web social y otros temas virtuales que los problemas de carnets de usuarios; pero esto no justifica que estas cuestiones (domésticas y menores para algunos) se traten tan a la ligera como creo que habéis hecho en los primeros mensajes. El fin último de la información es servir a las personas y está regulado por personas. Si perdemos esto de vista, acabaremos todos «blogging in the wind». […]

Tal vez Laura, sin pretenderlo realmente, trató de expresar un sentimiento común de muchos bibliotecarios que consideran que la Biblioteca 2.0, porque sería injusto quedarnos tan sólo en los blogs, y todo lo que está conllevando se quedará en agua de borrajas al obviar los principales problemas de las bibliotecas. Problemas que no son ya coyunturales y que están pasando a ser estructurales ante la falta de presupuestos y de financiación, de carencia de personal y cualificación, de instalaciones y renovación de fondos.

Es posible que los investigadores en nuestro campo se olviden de los riesgos laborales de los bibliotecarios, que los tienen, y que se centren, por poner un ejemplo, más en el número de estudiantes que salen de las universidades junto con el descenso de las solicitudes que en averiguar la situación real en la que se encuentran realmente las bibliotecas de las administraciones públicas.

No te voy a quitar la razón Laura, a veces lo nuevo, lo urgente, nos hace obviar lo importante, pero tal vez se trate de que nuestra profesión está todavía en pañales y hay que trabajarla un poco más. Sin embargo, te diré que el Bloggin’ in the wind también es necesario, que hay que ejercerlo para no ir desacompasados respecto a la Sociedad que servimos, a la vez que estamos atentos a sus variaciones y poder amoldarnos a sus cambios.

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La teoría de la ansiedad en la biblioteca

La experiencia de la ansiedad en la biblioteca ha sido un área activa de investigación desde la década de los años 80. La teoría de la ansiedad en la biblioteca describe cómo los estudiantes se sienten de manera incómoda durante el uso de una biblioteca académica y cómo este malestar perjudica a su capacidad en el desempeño de tareas de búsqueda de información. Los estudiantes que sufren ansiedad en la biblioteca tienden a pensar que carecen de habilidades que otros tienen, pero, en lugar de buscar ayuda, tratan de ocultar su falta de habilidad a sus profesores y a sus compañeros.

Bostick identificó cinco obstáculos en la utilización de una biblioteca para aclarar la naturaleza de este tipo de ansiedad. Estas barreras incluyen el temor al personal de la biblioteca, un sentido afectivo de incompetencia, una sensación incómoda en la biblioteca, la falta de conocimientos sobre la unidad de información, y el malestar utilizando los equipos disponibles dentro de ella (Fotocopiadoras, ordenadores, etc.)

Los estudios de la ansiedad en la biblioteca han profundizado en las variables que pueden estar asociados con nivel de destreza de los usuarios, como el número de tipos de bibliotecas a las que un estudiante ha acudido o la frecuencia con que utiliza la biblioteca. Sin embargo, en ninguno de estos estudios se ha medido directamente la habilidad de alfabetización informacional, por lo que no es posible realizar observaciones sobre la relación entre los niveles de cualificación y experiencia de incertidumbre durante la búsqueda de información o el nivel de respuesta ante la ansiedad en la biblioteca. ¿Son las personas que experimentan la ansiedad en la biblioteca las que disponen de un alto nivel de alfabetización informacional?

GROSS, Melissa Gross; LATHAM, Don. Attaining information literacy: An investigation of the relationship between skill level, self-estimates of skill, and library anxiety. En: Library & Information Science Research, 29 (2007). P. 337

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En Valencia, la Conselleria de Cultura da a bibliotecas la mitad de lo previsto porque muchos libros «quedarían en cajas»

Cajas de librosRecientemente, descubro que el diario Levante – El Mercantil Valenciano recogía una serie de informaciones denunciando la disminución de los fondos públicos para la adquisición de fondos para las bibliotecas públicas valencianas por parte de la Generalitat Valenciana. Este modo de proceder no se entiende si atendemos a lo denunciado por el Consell Valencià de Cultura (CVC) en un informe donde se afirmaba que sería conveniente replantear y repartir los escasos fondos para dotar eficazmente los centros con demanda social más amplia.

En concreto, las noticias referentes a esta situación, entre otras, son las siguientes:

El hecho de que los libros se queden en cajas, que aparenta ser una excusa un tanto peregrina para no aportar los fondos necesarios para la compra de materiales librarios, se detalla un poco más dentro de la noticia:

[…] De manera más gráfica, añadió [la consellera de Cultura Trinidad Miró] que dedicar a este asunto cuatro millones (la parte de la conselleria más la del ministerio) supondría que los fondos «quedarían en muchos casos almacenados en cajas», debido a que la mayoría de centros de lectura no están preparados para dar salida a un volumen tan elevado de libros nuevos. «Nos lo dicen muchos técnicos», remarcó.

Es decir, o que los bibliotecarios no tienen medios para dar salida a tal volumen de ejemplares en sus tareas de clasificación y catalogación, o puede que sean un tanto holgazanes, o simplemente es que el sistema bibliotecario valenciano no dispone de los profesionales suficientes dentro de las categorías funcionariales destinadas para ello. Es decir, que la situación laboral dentro del sistema no es la adecuada, algo que ya se decía en el informe del CVC anteriormente citado.

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Bichos de biblioteca (Que no ratones)

Un bicho

[Esto es para Mara]

Por extraño que pueda parecer, los riesgos que corre un bibliotecario a la hora de desempeñar su profesión son de muy diversa índole y, como no podría ser de otra manera, existen. Más allá de tener que enfrentarse de vez en cuando con algún usuario malhumorado por recriminarle su falta de silencio o recriminando nuestra falta de indulgencia, los bibliotecarios también pueden llegar a sufrir alergias producidas por la deposición del polvo que de vez en cuanto se encuentran en la tesitura de limpiar (algunos recurren al uso de guantes sin excesivo éxito), así como problemas musculares que se sufren tanto levantar y transportar a pulso grandes volúmenes de papeles en forma de libro, revistas o folletos.

Pero no sólo estos peligros acechan al bibliotecario confiado, puesto que el papel es del gusto de muchos seres ya sean pequeños mamíferos (ratas y ratones), insectos (cucarachas, gusanos y lepismas) u otros seres que encuentran en los depósitos de bibliotecas, hemerotecas y archivos un lugar cómodo donde anidar. Tanto es así que recientemente descubrimos la presencia de pequeños capullos de barro dentro de unos archivadores definitivos. Seguramente, las autoras de estas pequeñas obras de ingeniería fueron las avispas alfareras (Eumeninae) que habían resuelto establecer su residencia dentro de las cajas de archivo de algunas revistas de cemento – nunca un lugar había sido tan adecuado para estos insectos – dispuestas en una serie de estanterías un tanto olvidadas por el tiempo y la capa de tierra, no podría ser definido como polvo, resultado de una ventana que no acababa de cerrarse.

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Folksonomías, marcado social y filtrado social de noticias

Sinceramente, espero que los contenidos os resulten de interés.

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Una Biblioteca en Google

Se ha tratado de uno de los reportajes que han sido más enviados y reenviados por los internautas en imágenes sueltas o en PowerPoints. Y es que el reportaje fotográfico publicado por El Mundo de las oficinas de Google en Zurich (Suiza) ha venido a demostrar que otra forma de trabajar es posible.

Como no podía ser de otra manera, Google además de toboganes, gimnasios y billares para sus trabajadores, también les ofrece el servicio de biblioteca. Desde luego que la imagen de la biblioteca dista mucho de la idea que tenemos en España de unidades de información en centros de investigación, pero es mucho más relajante y cercano.

Una biblioteca de una sede de Google

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