La U.S. Bank Tower de la ciudad de Los Ángeles (EE.UU.) es uno de los mayores rascacielos del mundo con una altura de 310 metros de altura. Su construcción se inició en 1987 y los trabajos finalizaron en 1990, ganándose el sobrenombre de Library Tower por situarse en la calle que se encuentra Los Angeles Public Library. Se da la circunstancia que, además, el ayuntamiento de Los Ángeles otorgó volumetría a la hora de edificar la torre para destinar parte de esos fondos a la reconstrucción de la biblioteca que el año anterior había sufrido un pavoroso incendio del que el escritor Charles Bukowski escribiría un poema.
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Imagino que en las facultades de información y comunicación social se seguirá utilizando el mismo ejemplo, conocido por todos, para ilustrar la diferencia entre lo que es noticiable de lo que no lo es. El ejemplo, para aquel que lo desconozca, señala que si un perro muerde a un hombre, el hecho en sí no es noticia; pero si sucediese lo contrario, es decir, si el hombre fuese el que mordiese al perro sí que sería reseñable en un medio de comunicación.
Siendo un tanto malévolos, y trasladándolo a nuestro mundo de libros, podríamos aducir que si un bibliotecario se emborrachase podría pasar por noticia, considerando la imagen que este colectivo (de personas planas, serias y aburridas) arrastra desde hace tiempo. La razón de esta equivocada consideración puede que nazca de antaño, cuando los bibliotecarios eran personas que, además de catalogar y organizar la colección, debían preservar fervientemente las colecciones que custodiaban, llegando al extremo de condenar con miradas censoras y disgustadas a todo aquel que tratase de maltratar algún libro o sufriese de cierta tendencia a crear escandaleras innecesarias en uno de los templos del saber y, por ello, del silencio. Una profesión muy sosa, en suma.
La necesidad agudiza el ingenio: Convertir una pequeña biblioteca en un lugar dónde cada lector encuentra su libro, cada niño su cuento, cada adolescente su película (¿para qué va a leer un adolescente el libro si existe en película?)… es lo que ha logrado Isabel García en la biblioteca municipal de Villagarcía del Llano (Cuenca).
Este pequeño pueblo, de unos 1000 habitantes, cuenta desde 2003 con una biblioteca de escasos 40 m., donde los lugareños pueden ocupar su tiempo de ocio ojeando la prensa (un periódico nacional, otro deportivo y una revista para jóvenes); leyendo uno de los cerca de 1500 libros de que dispone; escuchando o visionando alguno de los CD o DVD; o, simplemente, comunicándose con todo el mundo a través de Internet.
La opera prima de Alejandro Amenábar, Tesis, es una película que no deja de sorprenderme por la cantidad de matices que ofrece. Por supuesto que la he visionado en distintas ocasiones, obviamente la última para poder escribir este texto, y a pesar de conocer su desenlace final, me sigue intrigando hasta su fin. Hay que decir que el guión es uno de los mejores que se han escrito recientemente, ofreciendo giros continuos en la trama y en la relación entre los personajes que, por otro lado, se encuentran llenos de matices. Además la temática que aborda en esta película también es valiente, mostrándonos el mundo universitario y uno de los aspectos más sórdidos de la sociedad con la realización de las películas denominadas snuff. Y si a esto añadimos que está bien rodada, tenemos una película que se convertirá con el tiempo, si no lo ha hecho ya, en un clásico del cine español.
La acción nos sitúa en el marco real de la Facultad de las Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, facultad que además de periodismo también se estudia la Licenciatura en Documentación. Ángela Márquez desea realizar su tesis sobre la violencia audiovisual y analizar de esta forma cómo nos habituamos a ella. Consciente de que a algunos fondos videográficos de su Facultad le están vetados, solicita a su director de tesis, Figueroa, que le ayude a tener acceso a ellos. El profesor está de acuerdo y decide acudir por ella a la videoteca para consultar algunas cintas. Lo curioso es que el profesor se muestra avergonzado de los fondos a consultar y trata de ocultarlo al videotecario, que más parece un vigilante de seguridad, pero durante su visita encuentra un acceso secreto a una estancia donde se guardan cintas muy especiales.
El bibliotecario debe ser instruido, de buena presencia y bien educado; correcto y rápido en su hablar. Debe tener un inventario de los libros y mantenerlos organizados y fácilmente accesibles, sean en latín, griego, hebreo u otro idioma, y debe también mantener las salas en buenas condiciones. Debe cuidar los libros contra la humedad y los insectos y protegerlos de las manos de personas descuidadas, ignorantes, sucias y de mal gusto. A las autoridades y personas letradas les debe mostrar todas las instalaciones y explicarles cortesmente su belleza y notables características, la escritura a mano y las miniaturas, pero debe cuidar que no se sustraigan hojas. Cuando personas ignorantes o meramente curiosas deseen verlos, una mirada será suficiente, a menos que sea alguien de considerable influencia. Cuando se necesiten cerraduras a otros requisitos, debe proveerlas rápidamente. No permitirá que se retire ningún libro a menos que el duque lo ordene y si presta libros debe obtener un recibo escrito y verificar que sean devueltos. Cuando se presenten varios visitantes juntos, debe estar especialmente atento para evitar robos.
Duques de Urbino, reglamentos de la Corte. Siglo XVI
Recuerdo la primera vez que entré en la biblioteca municipal de L’Eliana (Valencia) ya hace muchos años. Aquel lugar consistía en una lánguida serie de estanterías metálicas con algunos libros, mientras el bibliotecario hacía lo que podía con los pocos recursos que tenía. Lo cierto es que aquella imagen era un tanto desangelada por lo escaso en recursos y personal, sin embargo muchas cosas han cambiado. El mes pasado volví a pisar sus instalaciones y descubrí que, además de aquellas estanterías que permanecen e imagino que los mismos libros, se había ampliado la sección infantil, se acababan de instalar ordenadores nuevos, y no se trata de ordenadores reciclados; las suscripciones a revistas eran numerosas, mientras que la plantilla se había triplicado. Desde luego que puedo asegurar que hoy en día el servicio es inmejorable con verdadera pasión por el servicio por parte de sus bibliotecarios y su extrema amabilidad.
Mucho ha cambiado en la profesión de bibliotecario aunque ciertos tópicos permanezcan inamovibles como, por ejemplo, que se trata de una profesión un tanto cómoda y cuya máxima preocupación es censurar a sus usuarios. Pero el hecho es que ésta es profesión que ha existido, con muchos matices, desde la propia invención de la escritura. En los depósitos de textos, sea en el soporte en el que estén escritos y su temática, siempre ha habido una persona encargada de su administración y custodia. Para los egipcios y los babilonios, el cuidado de las bibliotecas era un aspecto más del arte de la escritura, mientras que para los griegos, los romanos, los bizantinos o los árabes la biblioteconomía no podía ser considerada como una rama del conocimiento. Tampoco la gestión libraria era relevante en las universidades medievales de Europa, puesto que ningún profesor impartía los principios de organización y mantenimiento de los fondos librarios, ni existían textos ni teorías sobre la gestión bibliotecaria.
No todo tienen que ser malas noticias, afortunadamente, y aunque se produzcan en agosto por lo que pasen un tanto desapercibidas, no tienen porqué no ser celebradas. El Gobierno Central y el Consell acuerdan invertir dos millones de euros en bibliotecas valencianas, algo de lo que debemos congratularnos teniendo en cuenta del poco alagüeño informe del Consell Valencià de Cultura sobre la situación de las bibliotecas públicas en la Comunitat Valenciana.
Ahora sólo esperemos que esta noticia no se convierta en una serpiente de verano y que estos fondos no se destinen a otros lugares para cuadrar las cuentas de las administraciones públicas al final del corriente ejercicio. Es decir, que las inversiones se ejecuten realmente.
(Del lat. bibliothēca, y este del gr. βιβλιοθήκη).
1. f. Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos.
2. f. Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura.
3. f. Mueble, estantería, etc., donde se colocan libros.
4. f. Conjunto de estos libros.
5. f. Obra en que se da cuenta de los escritores de una nación o de un ramo del saber y de las obras que han escrito. La biblioteca de don Nicolás Antonio.
6. f. Colección de libros o tratados análogos o semejantes entre sí, ya por las materias de que tratan, ya por la época y nación o autores a que pertenecen. Biblioteca de Jurisprudencia y Legislación. Biblioteca de Escritores Clásicos Españoles.
~ circulante.
1. f. Aquella cuyos libros pueden prestarse a los lectores bajo determinadas condiciones.
? V.
Ratón de biblioteca.
1. m. Erudito que con asiduidad escudriña muchos libros. U. m. en sent. peyor.