Hace ya tres años que escribimos un texto denunciando la situación de precariedad de los becarios cuando llegaban estas fechas cercanas al final de año. A muchos, se les acaba el contrato y deben de cambiar de puesto y de institución para dejar el paso a otros metidos en un círculo sinfin de beca tras beca. Los problemas de los becarios son muchos, además de la eternización de su estatus, podemos encontrarnos con bajos sueldos, jornadas similares a los que disponen de un contrato, la no cotización a la Seguridad Social, no tener derecho a paro, ni pueden estar trabajando en otro lugar (Entiéndase otra beca o un trabajo con contrato) porque se les solicita la exclusividad y, eso, aunque el sueldo sea de 600 €.
Todos hemos sido becarios o conocemos a alguien que lo es. En ocasiones, no cobran hasta finalización de la beca, en otras renunciar a la beca supone la devolución de lo que se ha entregado al trabajador. Condiciones que, aunque nunca se dan juntas, se convierten en draconianas y sólo constituyen parabienes para la organización ofertante. Los becarios son un pequeño grupúsculo dentro de las organizaciones, no pueden coordinarse y no se atreven a denunciar la situación por si la beca se convierte en un puesto de trabajo. Así que consideran que lo mejor que pueden hacer es aceptar lo que les venga en espera de tiempos mejores.
Sin embargo, la situación puede complicarse cuando te sitúas entorno a los 30 y sigues como becario. Obviamente, la vida comienza a conducirte hacia otros derroteros, tienes que pagar casa y alquiler, dispones de otros gastos y que las instituciones no te hayan abonado lo que te adeudan durante varios meses no es de recibo. Esto es precisamente lo que sucedió la semana pasada en la Biblioteca Valenciana donde varias becarias denunciaron que se les debía 5 meses de beca.
Afortunadamente, parece que el problema ya se encuentra solucionado y se ha asegurado que no volverá a repetirse. Desgraciadamente, el problema existe desde hace demasiado tiempo y desde demasiados frentes.