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El Documentalista Enredado Entradas

Ya no puedes creer todo lo que puedas llegar a ver

Aún recuerdo la estupefacción que me provocó ver el falso documental (Mockumentary) Dark Side of the Moon donde se ponía en tela de juicio que el hombre hubiese llegado a la Luna mediante la sonda Apollo XI. La presencia de altos mandatorios estadounidenses participando de forma activa y consciente en ese falso documental, bien servía para cimentar aquella broma, que sólo mostraba su intencionalidad al final de la cinta. Era en ese momento cuando los dignatarios, científicos y demás participantes se relajaban y comenzaban a reírse de los comentarios que se habían editado como ciertos en los minutos precedentes. Pero el objetivo final de la cinta se conseguía y de qué manera mientras contemplabas cómo el director había estado jugando contigo de principio o final.

La fotografía y el cine han sido un soporte para el ser humano para dar veracidad a un discurso y evento. Esa huella como prueba documental se está debilitando cada vez más gracias a la capacidad computacional que tienen los ordenadores actuales y su capacidad de transformar esas pruebas. Recordemos que durante los Juicios de Nuremberg, cuando se juzgó a los jerarcas nazis sobre los abusos y crímenes que había relizado el régimen alemán sobre la población de los lugares que habían ocupado, se presentaron como pruebas las fotografías que había conseguido sacar del campo de concentración de Mauthausen el fotógrafo español Francisco Boix. La defensa de los nazis adujo que las fotografías estaban manipuladas, que la técnica en ese momento permitía el tratamiento de las imágenes hasta niveles insospechados. Sin embargo, ese argumento se derrumbó puesto que Boix había extraído negativos y no copias fotográficas.

Pero actualmente el negativo físico apenas se utiliza y su uso ha relegado a una utilización anecdótica. Actualmente, la imagen son ficheros informáticos y en muchas ocasiones ese documento «bruto», no difiere en exceso con la copia. Además, como señalábamos previamente, la capacidad actual de los ordenadores e incluso de nuestros teléfonos móviles es capaz de reinterpretar una fotografía o incluso un vídeo. Como ejemplo, tan sólo hay que probar la aplicación Muglife, que permite a través de una sola fotografía preparar una pequeña pieza con el sujeto retratado negando o afirmando con la cabeza en sólo pocos clics. A pesar de que su finalidad está enfocada al ocio, nos permite echar un pequeño vistazo como usuarios a las capacidades que actualmente están desarrolladas sobre el retoque de la imagen.

Como señalábamos, esta aplicación para dispositivos móviles es totalmente anecdótica en comparación con lo que puede ser obtenido hoy en día con unos pocos medios más. Podemos recordar el vídeo de Barack Obama falso y creado mediante Inteligencia Artificial capaz de engañarnos respecto a las afirmaciones del dignatario, puesto que generaba discursos falsos del ex-presidente de los Estados Unidos. O el uso que está haciendo la BBC de un software para que un presentador de sus informativos hable distintos idiomas o el presentador falso chino generado mediante Inteligencia Artificial. Otra aplicación que se está desarrollando para esta tecnología es su uso para el doblaje de películas. De este modo, la cara de los actores se ajustará mejor a los idiomas sobre los que se expresan. Desde luego, la publicación de un vídeo como prueba documental podrá ser puesta en tela de juicio cada vez más frecuentemente según estas herramientas se implementen en más lugares comunes dentro de la sociedad.

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Pedía libros, es decir, horizontes

“¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.”

Federico García Lorca (1931)

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Dark mode, ¿y si lo estamos leyendo todo mal?

Tradicionalmente, no existen muchos libros editados con las páginas negras, aunque es cierto que no es difícil encontrar alguna excepción que no sabría si definir como rareza. Por si tenéis curiosidad, uno de ellos es Ex-Libris de Sandra Andrés Belenguer, aunque tengo que confesar que no he leído la novela, por lo que más allá del color negro de las páginas no tengo una opinión creada sobre ella. Otra de las curiosidades que podeís encontrar sobre los libros negros es Farhenheit 451 de Ray Bradbury (de este libro sí que podréis encontrar infinidad de ediciones) que, en el caso que nos ocupa, es una edición especial sobre la que hay que aplicar calor o fuego directamente para poder leerla.

Pero más allá de anécdotas, tradicionalmente, las páginas de los libros han sido blancas. Tendemos a identificar la lectura bajo este color contrastado sobre el negro de las letras. Aunque no hay que olvidar que el hecho de que identifiquemos la lectura sobre el papel blanco, realmente es un cliché, puesto que las páginas de los libros pueden variar en su gama tonal dependiendo de las calidades de los materiales mediante la que está hecha la pulpa de papel.

Sobre la lectura digital, mucho se ha debatido y a buen seguro la discusión se prolongará en el tiempo. Sólo hay que recordar que el libro es el soporte que mejor ha aguantado la marea digital y la digitalización de la cultura. Pero es cierto que la larga lectura no soporta dispositivos digitales. Es cierto, el Kindle y todos los libros electrónicos han realizado una proposición de valor muy interesante respecto a la lectura. Estos aparatos han sido capaces de sustituir a muchos libros voluminosos, sin embargo la escasa versatilidad de estos dispositivos respecto a composiciones y tamaños, dan al usuario la sensación de estar leyendo el mismo libro una y otra vez lo que produce a buen seguro un poco de hartazgo.

Sin embargo, la lectura larga y reposada no se identifica con un ordenador ni mucho menos, ni siquiera con un teléfono móvil o una tablet (aunque alguna excepción también existirá para algún usuario). Pero también es posible que estemos leyendo mal. Es cierto, el fondo blanco es un buen sustento a muchas webs (incluyendo esta por supuesto) porque se debe de dar un buen contraste a los visitantes, pero ¿realmente se hace un buen uso cuando los textos son largos?

Personalmente, prefiero leer con un fondo contrastado y limpio respecto a lo que leo. Sí, prefiero huir de artificios y me gusta leer artículos en la web con el suficiente contraste… Si tienen el fondo oscuro, mejor. Personalmente, me suelo saltar la decisión de los expertos de UX de los sitios web y utilizo add-ons en mi navegador (por ejemplo, Minimal Reading Mode en Chrome, pero Firefox ya dispone de este modo de lectura de serie en su navegador) que eliminan los elementos complementarios de los textos en web y permiten al lector centrarse en sólo el texto. El fondo oscuro es, para mí, la forma más relajada de leer en dispositivos electrónicos, reduciéndose la luz que mis ojos deben de soportar a la hora de realizar una lectura continua. Y ¿si hubiésemos estado leyendo mal hasta el momento en la Web?

A esto se añade otro elemento, con Google asegurando que el Dark Mode supone un ahorro importante en las baterías de los dispositivos. Es decir que si en vez de haber utilizado fondos claros o blancos en sus diseños, se hubiesen utilizado fondos más oscuros la vida de nuestras baterías se habría haber prolongado hasta un 60% más. El blanco se impuso de forma notable puesto que era más barato utilizar tinta negra sobre un fondo limpio, pero y ¿si ahora descubriésemos que en el entorno digital es más barato destacar las letras en blanco sobre un fondo negro? ¿Cambiaría nuestra manera de entender la lectura?

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El fin del hiperenlace

Esta semana, en el blog de Microsiervos, realizaban una interesante reflexión gracias a la publicación de un vídeo TED sobre el origen de los hiperenlaces y cómo este concepto cambió la forma en la que entendíamos Internet. Porque en los años 90 se distinguía entre la Web e Internet, ya que Internet era mucho más grande que la Web que se cimentaba en el desarrollo de Tim Berners-Lee que definió como un sistema de información (1989).

El desarrollo de Apple y de Steve Jobs cambió totalmente en 2007 la forma en que las personas podíamos acceder a la información alojada en la Web. El iPhone permitía priorizar unas fuentes sobre otras simplemente colocando un icono en la pantalla de inicio de un teléfono. En ocasiones, se trataba de fuentes de información y de comunicación basadas en pequeños textos, donde se destacaba la agilidad de los mensajes cortos como fue Twitter o Facebook en sus inicios. Aunque por supuesto también teníamos acceso a las fuentes mismas de información mediante las aplicaciones para dispositivos móviles de los propios medios de comunicación. Además, no podemos olvidar que surgieron otras aplicaciones que durante mucho tiempo sólo eran accesibles a través de dispositivos móviles y no permitían su acceso a través de navegadores web como era el caso de Instagram o incluso de aplicaciones de mensajería instantánea tipo Whatsapp o Telegram que desarrollaron sus versiones web de forma tardía.

Sobre las páginas web ya existentes previamente antes de la sacudida del iPhone, todos los sistemas de gestión de contenidos tuvieron que migrar desde una concepción basado en el navegador hacia otro concepto basado en el dispositivo móvil. Los gestores de bases de datos tuvieron que ser rediseñados para servir peticiones de acceso para un tipo de dispositivo u otro, además de tener que adaptarse a pantallas que contradecían la tendencia en el escritorio. En este caso, las pantallas de los ordenadores se hacían más grandes, sin embargo los primeros smartphones tenían pantallas de 4 pulgadas.

Aunque en los inicios del desarrollo de la Web se pudo criticar a los medios de comunicación de estar centrados en demasía consigo mismos, teniendo una tendencia a no enlazar contenidos externos, si observamos los últimas noticias políticas de los últimos meses, podremos comprobar que esta tendencia se ha revertido en parte. El reconocimiento de unos medios hacia otros ha cambiado y no es difícil encontrar referencias e incluso enlaces de un medio a otro. El objetivo en aquel momento era no perder lectores, reducir el bounce rate lo máximo posible y retener a los visitantes. Esto bien sucede en las aplicaciones para dispositivos móviles de medios de comunicación actuales que incluso les cuesta permitirte copiar los textos de un artículo aunque tengas intención de twitearlo (lo cual es fácilmente evitable entrando en el artículo del medio a través de su página web, por supuesto).

Es posible que las páginas web y las aplicaciones móviles de las empresas más importantes de Internet (ahora sí) eviten la utilización de enlaces puesto que carecen de interés a que el usuario se marche a otro lugar, reduciendo sus métricas y obviamente yendo en detrimento de sus anunciantes. De hecho, por ello, las estrategias de estas empresas pasan en los móviles en desarrollar seudo-navegadores en sus propias aplicaciones móviles cuando el usuario hace clic en un enlace. Sin embargo, la naturaleza propia de la web, compartir información, saltando de un sitio a otro, sigue estando muy presente. Puede que el enlace en su concepción inicial como elemento diferenciado y destacado de un texto haya evolucionado, mercantilizado en suma, sin embargo seguimos compartiendo información de forma masiva. El hiperenlace web simplemente fue un primer estadio, ahora sus usos y aplicaciones simplemente se han sofisticado.

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Un podcast para “El nombre de la rosa”

Ya hace unos meses que ando escuchando La Órbita de Endor (LODE), un podcast centrado en el mundo de la fantasía y de la ciencia-ficción, que dispone de cierto éxito en España (si es que se puede limitar a un ámbito geográfico la fortuna del trabajo bien hecho en Internet). Dirigido por Antonio Runa, los participantes de LODE saben abordar las películas, libros y cómics de este género desde un punto de vista ameno e imparcial (o lo intentan) sin caer en dogmatismos y siempre tratando de contrastar opiniones. Los podcasts que se publican en LODE suelen ser kilométricos, en ocasiones rozando las ocho horas de audición, que demuestran la profundidad y la pasión con la que tratan el género en el que se centran.

No pude más que llevarme una sorpresa cuando descubrí que habían abordado el libro El Nombre de la Rosa, uno de nuestros libros favoritos, y su correspondiente película, junto a una breve mención a La Abadía del Crimen que es uno de los videojuegos españoles más recordados y muy inspirados en el libro. En el podcast LODE 4X22 EL NOMBRE DE LA ROSA libro + film, se afirman cosas como que las 100 primeras páginas del libro son una verdadera prueba de fuego para el lector que se trata de acercar a la novela, que la película es totalmente intemporal gracias al estupendo casting que se hizo con los monjes (el bibliotecario era casi el más feo de todos) y los problemas que tuvieron los programadores de la Abadía del Crimen para que Umberto Eco les atendiese (algo que al final no hizo). En definitiva, una gozada detenerse un momento y darle una oportunidad.

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Los bibliotecarios que lucharon contra un algoritmo… Y perdieron

Charles Finley podría haber pasado a la historia como uno de los mayores lectores de una biblioteca. Con un registro de préstamos de 2361 libros durante 2015, el lector voraz de la East Lake County Library (Orlando, EEUU) demostraba un interés inusitado en temáticas de diversa índole junto con un amplio espectro de gustos en literatura. Durante nueve meses, el usuario de la biblioteca pudo leer un libro en una media de tres horas. Esto provocó que los responsables del sistema bibliotecario se interesasen por él comprobando que en la ficha se hallaban su dirección, su carrera profesional y su número de licencia de conducir. Desgraciadamente, detrás del señor Finley se encontraban George Dore y Scott Amey, dos bibliotecarios que apostaron contra el sistema y perdieron.

En el fondo, el lector falso, Finley, fue creado con la intención de inflar las estadísticas de la biblioteca, tratando de engañar al algoritmo que mostraba la popularidad de los libros que en realidad no se prestaban en exceso (los libros que no se usan durante un largo período de tiempo se descartan y se eliminan del sistema bibliotecario). Los registros mostraron que docenas de libros se sacaron y se devolvieron en la misma hora, además de que la circulación de la biblioteca ascendió un 4% gracias a los préstamos de Finley.

Dore ha sido acusado de cometer fraude y ha sido suspendido de su puesto como gerente de la biblioteca. Además ha provocado que se inicie una auditoría de todo el sistema bibliotecario puesto que afirmó que hinchar las estadísticas se trataba de algo usual dentro del sistema.

Esto puede que saque a la luz un problema de financiación puesto que nueve bibliotecas del condado reciben alrededor de un millón de dólares teniendo presente sus ratios de préstamo. El sistema bibliotecario es cooperativo con una catalogación centralizada y con ciertos privilegios de préstamo para los residentes del condado.

En cualquier caso, la biblioteca de Dore no se encontraba en este esquema de financiación, por lo que aparentemente no hay un interés financiero a la hora de inflar las estadísticas y acometer el fraude. Sin embargo, asegura que se está desarrollando entre las bibliotecas una muy mal ambiente por conseguir fondos.

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La explotación estadística de textos a través de Ngram Viewer

Google Ngram Viewer es un motor de búsqueda que muestra las frecuencias de un conjunto de cadenas de búsqueda delimitadas por comas, utilizando un recuento anual de n-gramas de fuentes impresas entre 1500 y 2008. Liberado en 2010, la fuente principal de donde se nutre este programa es Google Books. El programa puede buscar una sola palabra, un conjunto de ellas o frases completas, incluyendo errores ortográficos. Esto permitiría a historiadores y lingüistas trazar la trayectoria de palabras y frases a través del tiempo sobre la base de una enorme cantidad de datos lo que permite observar el auge y la caída de ciertas expresiones, giros y palabras. Incluso algunos historiadores denominaron a este nuevo campo abierto por Google como culturomics. Sin embargo, aunque el fondo puede llegar a ser interesante, el Ngram Viewer dispone de varios problemas.

El más evidente son los errores en el reconocimiento de caracteres, que nunca es un proceso perfecto y que empeora cuando las tipografías utilizadas son antiguas. Uno de los mejores ejemplos, es la confusión que tiene el sistema con las letras f y s. El segundo es que existe una preponderancia de literatura científica. El tercero los errores en la introducción de los metadatos de los libros escaneados que pueden dar representaciones de términos en épocas que no existían.

En el gráfico siguiente, podemos ver la evolución comparativa de los términos disruptive y disruption a modo de ejemplo.

ngram

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