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El Documentalista Enredado Entradas

La gestión de la información se basa en método no en tecnología

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En distintos frentes, para poder encararnos a la infoxicación desarrollamos herramientas para poder gestionarla. Uno de los ejemplos más inmediatos son los blogs que fueron las principales plataformas que hicieron popular la sindicación de contenidos (RSS) que facilitaba la lectura de publicaciones que o bien se actualizaban poco o bien se actualizaban en exceso. Los agregadores de contenidos permiten gestionar, clasificar, archivar y difundir fuentes de información en este formato y, por ende, disminuir la infoxicación. Sin embargo, la utilización de estas herramientas no aseguraba que finalmente no acabases de nuevo completamente sobrecogido por la cantidad de información que debías digerir al día.

Los agregadores de contenidos son tan sólo una de las herramientas disponibles para la gestión de la información y tratar de lidiar con la infoxicación. Como hemos señalado al principio del texto, en muchos ámbitos se diseñan y preparan softwares específicos y enfocados a la gestión de la información para el desempeño de distintas tareas. Por ejemplo, dentro del área de la vigilancia tecnológica y la inteligencia competitiva son diversos los proveedores que ofertan soluciones para que las organizaciones puedan encarar la ingente cantidad de información que se genera día a día y de esta manera obtener cierta ventaja competitiva.

En el caso de la vigilancia tecnológica, ya recogimos distintas soluciones gratuitas o relativamente baratas para poder encarar esa tarea. Pero no debemos llevarnos al engaño de que sólo en las pequeñas y medianas organizaciones se buscan las soluciones gratuitas, si no que en muchas ocasiones son éstas soluciones lo suficientemente dignas para no necesitar el desembolso de grandes cantidades de dinero para la gestión de la información.

Incluso en Apple, gracias a su guerra de patentes con Samsung, descubrimos que se usan herramientas gratuitas para la monitorización de la competencia. A través de la publicación de una serie de correos entre el responsable de marketing Phil Schiller y un directivo senior de la empresa de Cupertino, Arthur Rangel, el segundo sugiere la adquisición de un software para monitorizar las redes sociales. La respuesta de Schiller no puede dejar indiferente puesto que considera que la adquisición de un software específico es una tontería puesto que esa monitorización puede realizarse a través de herramientas gratuitas que él, asevera, utiliza todos los días.

«I think paying money for social media tracking tools is nuts. It is easy to track social media, I do it every day, there are lots of summary feeds, groups, and notification tools built right in to the social networking sites, all free.

(i think the guys at samsung sat around a coffee table watching Twitter and Facebook feeds and didn’t need to pay for anything in the example below)»

 

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Infonomía, Innovación, Inteligencia y Nuevas Tecnologías

 

No recuerdo exactamente en qué momento le puse subtítulo al blog. Debió tratarse en uno de esos cambios de plantilla que algunos no alcanzan a entender, pero que otros consideramos necesarios. Los tiempos cambian rápido, los elementos de los blogs también y hay que saber adaptarse. En aquel entonces, consideré que Biblioteconomía, Infonomía, Internet y Nuevas Tecnologías podría ajustarse bastante bien a los contenidos que íbamos publicando, sin embargo poco a poco aquel subtítulo me ha parecido añejo. Para bien o para mal, mi carrera profesional me ha llevado por otros derroteros.

La Biblioteconomía se fue tornando una disciplina más alejada para mí, nunca deseé enfocar mi carrera hacia el mundo de las bibliotecas o de los archivos, puesto que creía en el potencial de nuestro perfil y por fortuna así ha sido. Por otra parte, cuando empecé a escribir aquí, los grandes medios de comunicación no consideraban Internet como una información de gran interés, por lo que Internet sí que tenía cierto sentido. Respecto a Infonomía y Nuevas Tecnologías son una especie de cajón desastre, algo en lo que cabe todo y nada, por lo que de forma tramposa estos dos términos parecían adecuados.

Pero, tras el paso de los años, cada vez me he sentido más alejado de los contenidos del blog primigenio. Mientras los blogs se veían sobrepasados por el surgimiento del Social Media, el desarrollo de contenidos desde los medios generalistas enfocados a Internet y la gran popularidad de los blogs temáticos profesionales; el hecho de que empezase a trabajar a jornada completa, me restó tiempo y el esfuerzo dedicado al blog fueron menguando.

Llegó un momento en el que no me sentí identificado con El Documentalista Enredado, aquello parecía no ser mío. En cierto momento, consideré empezar a publicar un blog propio bajo mi nombre, con contenidos más cercanos al trabajo y las inquietudes que tenía en ese momento. Sin embargo, deseché en distintas ocasiones aquella idea. El trabajo desarrollado en este blog fue magnífico y creía que en cierta manera no le haría justicia a ese pasado.

El Documentalista Enredado nació, o al menos así lo entendí, como una manera de promocionar nuestra profesión, como una forma de enseñar y demostrar lo válido de nuestro perfil. Sin embargo, dentro de los profesionales de la información, parece que si no trabajas en un centro de información te encuentras desubicado, ya que nadie es capaz de reconocerte como bien les sucedía a Raúl Baños o Lara Rey, documentalistas y grandes profesionales de la Inteligencia Competitiva. Por ello, no creo que deba cambiar el título, no necesito un blog bajo la denominación Marcos Ros. En este blog está mi identidad y mi evolución. ¿No es acaso un blog una bitácora personal? ¿Un registro de nuestra actividad en la Red?

En cualquier caso, sí que es necesario un cambio en el enfoque y los contenidos, algo que ya ha ido sucediendo paulatinamente; y que puede no encuentren acomodo dentro de la comunidad tradicional de los archiveros, los bibliotecarios y los documentalistas. Pero, mi intención es demostrar, como siempre he hecho, que no todos los profesionales de la información nos dedicamos a ello, que hay otros nichos de mercado y otros puestos donde podemos crecer profesionalmente.

El nuevo subtítulo de este blog, Infonomía, Innovación, Inteligencia y Nuevas Tecnologías, puede que no entusiasme como lo hizo aquel Biblioteconomía, Infonomía, Internet y Nuevas Tecnologías; pero es a lo que me dedico profesionalmente actualmente. No se ajusta exactamente, ni todos los términos me gustan, pero «riman». No hay que detenerse, no hay que cerrar los ojos. El futuro puede ser brillante, sólo falta un poco de arrojo.

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Diez años

Esta historia, este espacio personal, comenzó hace ya diez años. En algún momento de mayo de 2004, creí que era una buena idea comenzar una bitácora como las llamábamos entonces. Lo cierto es que demostró ser una buena idea y a pesar del tiempo pasado, de las horas sentado, de la pasión volcada, del esfuerzo dedicado, sigo creyendo que fue la mejor decisión que pude tomar entonces.

Son muchas las personas que he podido llegar a conocer gracias a este pequeño rincón, donde se cruzaron mis vivencias profesionales, mis reflexiones y mis experiencias vitales. Son muchos los ratos que fuera de la Red he podido compartir con algunos de mis lectores y de otras personas que no lo fueron tanto. Hubo un tiempo que mi weblog, sí también los llamábamos así, fue mi tarjeta de visita, nadie sabía quién era yo hasta que no pronunciaba El Documentalista Enredado. Nunca me importó que no se me conociese por Marcos, siempre me resultó divertido pasar completamente desapercibido. Por aquel entonces, la blogosfera me encantaba y la peleaba con pasión y, lo admito, con vehemencia en ciertas ocasiones. Luego la Conversación se fue dispersando por tantos rincones que el blog perdió su magia, aunque eso ya son batallas de abuelo.

Lo cierto es que con Enredado, siempre nos referíamos así al blog cuando Maria Elena publicaba también, como muchas otras cosas los tiempos se fueron dilatando, ensanchando hasta que parece algo lejano aquello que fue tuyo. Como sucedió con otros asuntos, supe quedarme con el qué y con el cómo, pero a lo largo de diez años fui olvidando el porqué. Porqué existe este blog, porqué sigo aquí, de vez en cuando paseándome, leyendo y escribiendo.

“Diez años es una edad digna, podría cerrar hoy mismo” me convenzo y es posible que nadie me echase en falta. Al fin y al cabo, quién lleva el recuento de las estrellas en el firmamento. Alguna podría no hacer acto de presencia una noche perezosa y nadie, o casi nadie, la echaría en falta. Hay muchas más, tantas más que no acabaríamos de contarlas hasta que el amanecer. Pero sé que yo sí lo echaría de menos, puesto que algunas cosas es necesario que sean dichas, algunos temas es necesario que sean recuperables y algunas historias es necesario que sean contadas.

Diez años, recordé ayer. Son tantos que creí superfluo escribir sobre ello, pero desgraciadamente son tantos que es digno de ser recordado.

Gracias a todos.

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El dilema del innovador

Uno de los libros favoritos de Steve Jobs era The Innovator’s Dilemma de Clayton Christensen. En él, se ahonda en las posibles razones por las que empresas exitosas, que pueden aparentar que lo están haciendo bien, en realidad se estén abocando hacia un abismo provocado por su incapacidad de detectar o negar los cambios inminentes en el mercado que hasta entonces dominaban. Se podría recurrir como ejemplos a Nokia o a Blackberry, aunque es cierto que la propia Apple tuvo que enfrentarse a su propio dilema.

Como se ha citado anteriormente, los éxitos y las capacidades de las empresas pueden constituir un obstáculo, restando capacidad para adaptarse a mercados cambiantes y a nuevas tecnologías. El triunfo puede provocar un sesgo a la hora de evaluar la situación real del mercado. Christensen diferencia dos tipos de tecnologías: las tecnologías de sostenimiento o incrementales y las disruptivas. Las tecnologías incrementales sirven para mejorar un producto que ya se encuentra en el mercado, mientras que las disruptivas pueden dejar en evidencia a un producto que resulta peor en su uso frente a otros que pueden ser más baratos, simples, pequeños o más convenientes de usar. Por otro lado, las tecnologías disruptivas aparecen de forma infrecuente, pero pueden poner en serios aprietos a aquellas compañías que sólo están preparadas para tecnologías incrementales.

Tras su exilio forzado de Apple, Jobs describió el fracaso de John Sculley, su sucesor al frente de la compañía, como una transición desde la pasión de hacer productos hacia la búsqueda del beneficio de la empresa primero y los accionistas después. Apple se enfrentó al dilema de la innovación, empujando sus productos para llegar un objetivo concreto, la búsqueda de resultados económicos, para posteriormente caer en esa trampa.

Tras la vuelta de Jobs, Apple tuvo que hacer frente a una reconversión con ajustes y despidos, sin embargo el nuevo CEO la reenfocó hacia el desarrollo de productos que los consumidores amasen usar, olvidando los beneficios como leit motiv principal de la firma. Desde el punto de vista de la compañía de Cupertino, no hay que preguntar a los usuarios qué quieren y cómo lo quieren, sino resolver los problemas que los usuarios no saben que tienen con productos que no sabían que querían.

La capacidad de detectar tecnologías disruptoras de Jobs, que ya se demostró en los inicios de Apple con su concepción del Macintosh, se demostró con tres productos que o bien ya existían o ya se habían ensayado: el iPod, el iPhone y el iPad. Sin embargo, Jobs era un genio capaz de identificar, desarrollar y situar en el mercado productos disruptivos, creando un nuevo ecosistema o un mercado para ellos, de forma consecutiva sin preocuparse de los resultados económicos. Un ejemplo es el miedo de canibalización que hace el iPad del Mac o el iPhone respecto al iPod en una era denominada postPC.

Lo importante para Jobs era el usuario, el diseñar productos que los consumidores amasen. Sin embargo, tras la muerte de su fundador, Apple se enfrenta de nuevo al dilema del innovador, los expertos esperan mejoras incrementales, mientras esperan que saquen un nuevo conejo de la chistera con un nuevo producto completamente disruptor. Sin embargo, la detección de tecnologías disruptivas suponen todo un reto ya que los mercados que no existen no pueden ser analizados.

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De iPhone a un Android de gama media-baja… No importa

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Apple está preocupada porque las ventas del iPhone se encuentran estancadas. Mientras comienzan los rumores sobre el tamaño de la pantalla, el grosor del terminal y el hardware del que dispondrá en nuevo iPhone 6; desde la compañía de Cupertino afirman que sus competidores han mejorado el hardware de sus dispositivos y el ecosistema de sus aplicaciones lo que ha laminado la ventaja competitiva de Apple. Además, consideran que los terminales de bajo coste pero con buenas especificaciones también les están arañando cuota de mercado frente a sus terminales baratos como el iPhone 4s.

Hace dos años y medio yo poseía un iPhone 4s. He hablado con muchos usuarios medios y lo consideraban como “lo mejor”, sin duda repeterían. Aunque algunos han tenido que acudir a la segunda mano para poder permitirse uno. En mi caso, tras dos años de uso intensivo, comencé a sentir que el smartphone comenzaba a quedárseme pequeño y desfasado.

A finales del verano pasado, Apple estaba a punto de anunciar el nuevo iPhone 5s, mientras que se rumoreaba insistentemente sobre un nuevo iPhone barato, así que decidí esperar un poco hasta comprobar cuál era nuevo terminal de Apple. Sin embargo, un hecho se cruzó en mi camino antes de la presentación de la compañía de la manzana. Google rebajó el precio de sus Nexus 4 ante la inminencia de la salida del Nexus 5. No me lo pensé y adquirir uno como posible reemplazo de mi iPhone. Sin embargo, no tardaría en descubrir que Android todavía no estaba listo. A pesar de leer referencias de personas que habían pasado de un iPhone a un Nexus satisfactoriamente, no era mi caso. Guardé el Nexus en un cajón y esperé a que se presentase el nuevo iPhone. Lo hicieron y sentí cierta decepción ya que era un producto inalcanzable.

Modelo iPhone Precio modelo menor capacidad ($) Precio siguiente modelo ($)
Primera generación (2007) 499 (4 Gigabytes) 599 (8 Gb)
3G (2008) 499 (8 Gb) 599 (16 Gb)
3Gs (2009) 599 (16 GB) 699 (32 Gb)
4 (2010) 599 (16 GB) 699 (32 Gb)
4S (2011) 649 (16 GB) 749 (32 Gb)
5 (2012) 649 (16 GB) 749 (32 Gb)
5s (2013) 649 (16 GB) 749 (32 Gb)

En la tabla superior, se muestra la evolución del precio de venta al público de terminales libres en el momento de su lanzamiento. Los precios están en dólares, sin embargo, en Europa la conversión se hacía directamente a euros. Es decir, si un modelo se lanzaba en EEUU a un precio de $599, se vendía a €599. Esto obviamente molestaba a los usuarios europeos del iPhone, ya que los teléfonos adquiridos en el Viejo Continente eran más caros comparativamente que al otro lado del Atlántico. De hecho, si hoy en día quisiésemos adquirir un terminal iPhone 5s en la Apple Store deberíamos abonar €699 que al cambio a día de hoy son $958 (Hablamos de precio final con impuestos incluidos).

Tras el lanzamiento de los nuevos terminales de Apple, ni siquiera me pude contentar con adquirir un iPhone 5 ya que dejaron de comercializarlos y precisamente ese modelo fue sustituido por los terminales de plástico, pero de colorines, 5c que, desde luego, no eran para mí. Como modelo de la gama más baja se quedaba el iPhone 4s con un precio de €399. Además, el lanzamiento de iOS 7 apretó un poco más a mi vetusto terminal, lo que me hizo percatarme de que el cambio comenzaba a ser necesario. Para más inri, a mi iPhone se le estropeó la batería justo cuando cumplió dos años. Sentí que la tan cacareada obsolescencia programada me abrazaba.

Así pues, tenía en mis manos un terminal viejo y obsoleto que no podía cambiar puesto que me parecía obsceno el precio de un terminal nuevo iPhone. La subvención de terminales en España por parte de las compañías telefónicas desapareció y ni se le espera. Además, las alternativas Android no me satisfacían, mientras que el sistema operativo del Nexus me resultaba deficiente en comparación con iOS con cuelgues y ralentizaciones injustificables. Sin embargo, afortunadamente todo cambió con Android KitKat.

La actualización limpia de KitKat mejoró lo suficiente el comportamiento del terminal Nexus, por lo que empecé a percatarme de que el cambio era posible. Además, la batería me permitía usar el teléfono con una carga diaria lo que personalmente me parecía suficiente y que con el iPhone hacía meses que ya no podía realizar.

Para entonces, no había vuelta atrás. Desgraciadamente, el Nexus acabó roto por mi torpeza y no dudé en cambiarlo por un terminal mucho más barato, el Moto G que hasta ahora me ha funcionado impecablemente.

Actualmente, Apple tiene en España una cuota de mercado del 4,8%, una cifra que se considera baja atendiendo a la situación de países vecinos de la Unión Europea donde alcanza hasta el 10%. No es difícil verlos por las calles, sin embargo son en su mayoría modelos antiguos 4s o 5. Personalmente, no creo que Apple tenga fácil remontar las ventas en la situación económica en la que se encuentra el país, la política de precios de la que siempre ha hecho gala y mucho menos con las alternativas baratas y muy satisfactorias que se están lanzando últimamente. Claro que Apple no hace teléfonos basura, pero desdeñar la gama baja puede ser un error que les salga caro. Aunque, claro, Android es para los pobres.

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Chief Disruption Officer (CDO), ¿la Inteligencia Competitiva en el club de las Cs?

Debido ya no sólo a la competitividad de las empresas, si no también al cambio del tipo de consumidor y sus exigencias, las empresas se enfrentan a escenarios más cambiantes en breves más cortos de tiempo y menos predecibles. Las disrupciones en el mercado se suceden en distintos ámbitos y algunos consideran que empieza a ser necesaria la emergencia de una nueva figura dentro de las empresas capaz de gestionarlos. Aunque también es cierto que algunos consideran que el top de las empresas empieza a estar demasiado poblado con la delimitación de tantas funciones.

Las empresas se enfrentan cada vez más a hechos disruptivos que si no son detectados a tiempo pueden poner en peligro la viabilidad económica de las mismas. Uno de los clásicos ejemplos de una disrupción de un mercado es el de Kodak. La empresa norteamericana bien pudo anticiparse a un cambio en el mercado fotográfico cuando éste asimiló la imagen digital frente a la analógica. De hecho, Kodak poseía una buena cantidad de patentes referentes a la fotografía digital gracias a un esfuerzo de I+D sobre ella. Sin embargo, prefirió situarse dentro de una zona de confort, dentro de un mercado que conocía (el carrete fotográfico), y su futuro pasó a la historia.

Pero no solamente los productos hacen que un modelo de negocio quede obsoleto, sino también los cambios socioeconómicos. Hoy en día, los consumidores no quieren ser ignorados y son plenamente conscientes de que la competencia o un producto sustitutivo se encuentra a un clic de distancia. Las nuevas generaciones, al contrario ya no de sus padres sino casi de sus hermanos, ya no disponen del concepto de propiedad. Quieren usar, pero no tienen la necesidad de poseer. Véase por ejemplo el caso de Spotify en el sector musical.

Por ejemplo, el sector servicios está sufriendo en sus propias carnes la gran transformación que está suponiendo la economía de la colaboración. En este caso, la disrupción proviene de la asimilación y aceptación social de modos alternativos de transporte como es el que ofrece Blablacar (compartir coche) y que ya ha puesto en alerta a las empresas de transporte españolas por la laminación que ya está provocando en sus ingresos.

Hasta hoy, el término disruptivo poseía cierta connotación negativa. Las palabras confusión, desorden o caos bien podrían ser los sinónimos más próximos, pero la disrupción en cuanto se observa desde un punto de vista de la innovación cambia su significado hacia términos más positivos. Los usuarios tienen nuevas necesidades, utilizan otros medios para comunicarse y compartir ideas, acceder a nuevas tecnologías y las empresas deben saber adaptarse a estos cambios no tan deseados por ellas.

En el contexto de la innovación, la disrupción se intenta usar desde este punto de vista como algo que se encuentra en movimiento, dando un paso más allá de la mera innovación que constituiría un término mucho más estático, el de puramente de las ideas. Las disrupciones se suceden a distintos niveles y contínuamente ya sean sociales, políticas, económicas o de marketing. Las organizaciones deben ser conscientes del entorno completamente cambiante de ello y algunos ya empiezan a sugerir que los Chief Disruption Officer (CDO) deberían comenzar a hacerse un hueco en ellas (algunos sugieren incluso que deberían denominarse Chief Innovation and Disruption Officer), aunque parece que el club de las Cs de las empresas empieza a estar bastante concurrido.

En cualquier caso, no está de más recordar las palabras de Tim Cook (CEO de Apple) sobre la innovación y las empresas.

Creativity and innovation are something you can’t flowchart out. Some things you can, and we do, and we’re very disciplined in those areas. But creativity isn’t one of those. A lot of companies have innovation departments, and this is always a sign that something is wrong when you have a VP of innovation or something. You know, put a for-sale sign on the door.

Everybody in our company is responsible to be innovative, whether they’re doing operational work or product work or customer service work.

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La nomofobia, el síndrome que ya padeces sin que seas consciente

Nexus con la pantalla rotaEn un cierto concurso televisivo, a unas chicas jóvenes se les devolvía su teléfono móvil del cual se les había desprovisto durante semanas con el efecto inmediato de que no podían contener las lágrimas entre gritos de “¡mi móvil!”. En aquel momento, contemplé la escena con cierta incredulidad e incluso con cierto desdén, considerándola simplemente ridícula. No podía creer que un dispositivo de unos 100 gramos pudiese producir tal efecto en las personas, aunque es posible que al haber crecido sin móvil (eran inaccesibles para la gente corriente) me provocase cierto sesgo. Puede que hoy en día el mayor castigo al que se le pueda someter a un adolescente es arrebatarle el teléfono móvil. Castigo actualizado de aquel “encerrado en tu cuarto” en una suerte de rechazo y aislamiento social ante actitudes punitivas. Sin embargo, no era consciente de que el desconsuelo de las adolescentes del concurso era un síndrome que todos sufrimos aunque no nos hayamos percatado de él.

Nomofobia (no-mobile-phone-phobia) es el término con el que se han preocupado para designar un síndrome de estos días: el miedo irracional sin salir de casa sin teléfono móvil. Sin embargo, yo trataría de extenderlo, como miedo irracional a no tener teléfono móvil, aunque las razones vayan más allá del no tener al usar.

Hace unos días sufrí un accidente mediante el cual perdí mi teléfono móvil. No lo perdí, realmente, simplemente quedó completamente inhábil. Estaba encendido, pero por el golpe no podía interactuar con él, la pantalla táctil estaba rota. No podía apagarlo, no podía responder llamadas, no podía extraer la información que se hallaba en él. Era un objeto completamente inane. Lo dejé en casa siendo consciente que no habría manera de repararlo en un breve período de tiempo y la tarde del día siguiente compré otro.

El día siguiente sucedió con normalidad, habiendo abandonado aquel teléfono completamente inútil en casa. No, no sufrí ni sudores ni espasmos fríos por esa ausencia en el bolsillo. Habiendo decidido qué tipo de teléfono quería comprar, acudí a una gran superficie y adquirí otro terminal. Lo curioso es que mientras esperaba el metro en la estación sentí la necesidad de sacarlo de la caja y guardarlo en el bolsillo. Era un sentimiento irracional ya que ese teléfono no tenía tarjeta SIM por lo que no podía usarlo, pero aún así lo guardé en el bolsillo donde solía colocar el estropeado. Durante todo el trayecto lo llevé apagado hasta llegar a mi casa donde ya allí pude colocarle la tarjeta SIM y usarlo. En aquel momento, consideré mi comportamiento completamente ridículo, pero simplemente no pude evitarlo.

Mi extrañeza me llevó a comentárselo a una de mis hermanas. Me quedé sorprendido por lo que me ella me contó. Mi hermana se había cambiado de compañía telefónica recientemente, pero con cierta torpeza de manera que estuvo hasta cinco días sin poder usar el teléfono móvil. Sin embargo, me confesó que durante ese período de tiempo había sentido la necesidad irracional de llevarse el teléfono, completamente inhábil, con ella en el bolsillo.

Cuáles son las razones últimas de llevar un dispositivo apagado en el bolsillo, sin poder utilizarlo es algo que no llego a entender. Dentro de la irracionalidad consciente del acto en sí, no supimos refrenarnos. Podría ser por sentirnos de alguna manera conectados a nuestros conocidos, aunque fuese literalmente imposible hacerlo. La nomofobia está en nuestras vidas y nunca llegamos a saberlo.

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