Publicado el sábado, 9 de noviembre de 2013 por El Documentalista Enredado
Ya hemos reseñado aquí las numerosas ocasiones en las que la Biblioteca Pública de Nueva York (New York Public Library) ha sido filmada en el cine (Los cazafantasmas o El día de mañana). Pero desde luego que no la habíamos contemplado aún a vista de pájaro, en plano cenital. A Nare Bolt, un diseñador y director de cine amateur, se le permitió pilotar un drone cargado con un iPhone 5S dentro de la biblioteca que nos permite comprobar cómo se ven sus instalaciones desde arriba.
En tono jocoso, señala que ningún libro fue dañado durante la grabación. Algo que las películas nunca declararon. Por lo visto, los amigos de la NYPL son mucho más cuidadosos que los productores de Hollywood que gustan de hacer tropelías a los documentos en papel.
Publicado el jueves, 24 de diciembre de 2009 por Maria Elena Mateo
Al empezar este año 2009 me propuse combinar dos de mis aficiones favoritas, la lectura y el arte, y compartirlo con vosotros en este blog.
Como la mayoría de los propósitos de Año Nuevo, éste no corrió mejor suerte, y tan solo las lectoras de Hopper visitaron vuestras pantallas con sus figuras reposadas, concentradas en la lectura, leyendo en espacios públicos pero al mismo tiempo aisladas por una soledad palpable y, a pesar de ello, impactantes y vivas en cuanto a su color y textura.
En esta ocasión retrocedemos un siglo y nos vamos a la Francia del XIX, para visitar los salones de las clases acomodadas tal como nos los muestra el pintor francés Fantin-Latour.
Henri Fantin-Latour (Grenoble, 14 de enero de 1836 – Buré, 25 de agosto de 1904) vivió en la Francia de los pintores impresionistas pero, aunque fue amigo de alguno de ellos, se mantuvo al margen de esta corriente pictórica. En cambio, se vio influenciado por los simbolistas -relacionándose con los poetas Verlaine y Rimbaud, a los que retrató con otros artistas de su época en “Un rincón de mesa” (1872)-, y siguió a lo largo de toda su vida esta corriente de inspiración imaginaria. Pero paralelamente, fue un pintor realista e intimista como puede verse en sus exquisitos bodegones -con los que alcanzó un gran éxito comercial-, así como en los retratos que hizo a familiares y amigos íntimos, o por encargo.
Uno de sus temas más característicos en el retrato es el de las figuras femeninas que leen y escuchan la lectura. En estos cuadros de Fantin-Latour descubrimos a jóvenes ociosas que seguramente, sin más ocupación que la de lograr una buena boda, pasan su tiempo pintando, bordando y leyendo.
Al contrario que Hopper, aquí la lectura se desarrolla en la privacidad y la intimidad del hogar, frente a la lectura en lugares públicos; deja de ser una acción solitaria y se comparte lo leído, una mujer lee mientras la otra pinta, borda o simplemente escucha; y sus trajes sobrios las arropan, llamando nuestra atención sobre sus rostros iluminados y los libros que sostienen entre sus manos, despertando nuestro interés sobre las lecturas que comparten.
Es muy probable que a muchos se les haya pasado por alto la estupenda exposición que el Museo Thyssen-Bornemisza está realizando hasta el próximo 10 de enero sobre este poco conocido pintor francés del XIX. Por ello, no puedo dejar de recomendaros esta amplia muestra, con más de setenta pinturas que recogen la variedad de su temática: sus trabajos como copista de obras clásicas del Louvre, sus alegorías musicales y poéticas de corriente simbolista, sus bodegones de flores y frutas que muestran su evolución como pintor, sus autorretratos, sus retratos y, sobre todo, las seis piezas que dedica a esa pasión que muchos de nosotros compartimos, la lectura.
Publicado el domingo, 8 de febrero de 2009 por Marcos Ros
La imagen que os he dejado a la izquierda la podéis encontrar en el libro, que ya comentamos en este sitio web, “Más allá de Google” y que dispone de una fuerza increíble a la hora de sintentizar y exponer el movimiento 2.0. Desde aquí, siempre hemos contemplado con cierto escepticismo el binomio “Biblioteca + Web 2.0” si desde éste, sólo se contemplaba a las nuevas herramientas tecnológicas dentro de la Web 2.0. Puede que conscientes que algunos comprobarían con disgusto el nuevo invento de los más avezados tecnófilos de confundir al personal.
Puede que como Javier Candeira asevera “Nos fijamos demasiado en las virtudes de lo que ya tenemos y en los defectos de lo nuevo”, algo que también deberíamos apuntarnos por la parte que nos toca, mientras que algunos van intentando repartir gafas 2.0 para los más escépticos sin acritud. Sin embargo, a pesar de los efectos colaterales que la nueva terminología puede provocarnos, sepultados por la capacidad inventiva de los expertos en marketing, puede ser que todo esto nos traiga un poco de aire fresco para, al menos, enterarnos de los avances que se hacen en otras bibliotecas buscando la satisfacción del usuario.
Porque, a pesar de lo que pueda decir Fernando Juárez, es probable que la tendencia más 2.0 que le gustaría acometer en su biblioteca de Muskiz es precisamente servir cafés, porque las bibliotecas, más allá de los libros, comprueban cómo sus usuarios demandan, además del silencio, otro tipo de actividades y servicios. Éste es el momento de la conversación, entre profesionales, de forma horizontal, ensayando, acertando y fracasando, compartiendo y construyendo un nuevo modelo de institución para la difusión de la información, la cultura y el conocimiento. Un modelo de biblioteca para nativos digitales sin perder de vista a los inmigrantes digitales, donde los presupuestos no sean determinantes en la toma de decisiones, ante el olvido de las administraciones públicas, y un impedimento para la innovación.
Y si hay que acudir donde se encuentran los usuarios, se va, sin miedo, porque tampoco hay que ser un gran experto en la Web, ni mucho menos, para ser un bibliotecario 2.0. Y si estos se vuelven a mover, nos adaptamos al cambio y nos marchamos con ellos, puesto que para eso hablamos, para reflexionar de forma abierta y sin complejos, dentro de la sociedad en la que vivimos y donde las bibliotecas deberían ser parte determinante. Es la hora de los blablatecarios.
Publicado el viernes, 2 de enero de 2009 por Maria Elena Mateo
Hace unos días, Marcos recordaba una de nuestras aficiones favoritas y que, lamentablemente, estabamos descuidando: mostrar como el mundo de los libros, las bibliotecas y los bibliotecarios quedaba reflejado en el cine. Otro tanto hemos hecho en ocasiones en la literatura o en el comic, principalmente en la sección bibliohumor, y más de una vez nos hemos planteado ver también cómo se refleja nuestro mundo bibliófilo en el arte.
Como cada nuevo año, todos empezamos con buenos y nuevos propósitos que raramente llevamos a buen puerto; pero quizá, mostrar como la lectura y los libros han inspirado a grandes pintores, no sea una meta tan inalcanzable. Y para empezar con buen pie, he escogido a uno de mis pintores favoritos del pasado siglo, Edward Hopper.
Cuando Edward Hopper (Nyack, 22 de julio de 1882 – Nueva York, 15 de mayo de 1967) pinta en sus cuadros la América que conoció: las grandes ciudades, las pequeñas ciudades provincianas, los campos cortados por postes de telégrafos y vías de tren, los faros frente a mares que no podemos vislumbrar; éstos reflejan una soledad que golpea con su crudeza la mirada del espectador.
Los escasos personajes que aparecen en sus cuadros habitan en su propio mundo solitario, mudos, aislados, sin comunicarse entre ellos; pero las múltiples lectoras que pueblan sus cuadros no me dan la sensacion de que su soledad sea tan terrible, ya que su mundo interior se expande con la lectura de un libro en la privacidad de su habitación, una revista en un largo viaje, un periódico mientras descansan en su lugar de trabajo o, incluso, un folleto publicitario o el programa de una obra de teatro mientras espera que comience la representación.
A pesar de la impersonalidad de una habitación de hotel, de rodearse de extraños en su vestíbulo, o de lo efímero de un viaje en tren, sus lecturas las acompañan y las enriquecen ampliando su horizonte.
Como no podía ser de otra manera, Google además de toboganes, gimnasios y billares para sus trabajadores, también les ofrece el servicio de biblioteca. Desde luego que la imagen de la biblioteca dista mucho de la idea que tenemos en España de unidades de información en centros de investigación, pero es mucho más relajante y cercano.
Publicado el sábado, 8 de diciembre de 2007 por Marcos Ros
La semana pasada os recomendábamos la lectura del artículo Biblioteca codificada donde podíamos comprobar cómo se gestionaban los fondos librarios de una gran editorial, así como la automatización de procesos permitía una mayor agilidad a la hora de tramitar y servir pedidos. Pues bien, permitidme presentaros ahora la gestión de circulación de fondos que se realiza en la Biblioteca Pública de Seattle gracias a la tecnología RFID.
En el artículo RFID en la gestión y mantenimiento de bibliotecas tenéis más información sobre la aplicación de esta tecnología en el mundo bibliotecario. Pero la idea subyacente es que, mediante un sistema de identificación a través RFID, se diseñe un sistema automático que permita que los libros se coloquen en sus estanterías tras la devolución del material por parte de los usuarios sin mediación de los bibliotecarios. Disponéis de dosvídeos para comprobar el funcionamiento de esta tecnología, aunque me parece que el auxiliar bibliotecario nunca pasará de moda.