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Categoría: Homo Digitalis

Confesiones de un Homo Digitalis

El caos ‘Facebook’

Según me voy adentrando dentro del universo Facebook, más me parece un caos completo, relleno de notas lanzadas al azar sin ton ni son, de fotografías de personas que no conozco, mientras que me encuentro con otras cosas que no debería hallar o que me localizan sin que yo lo haya deseado.

Porque no podemos sustraernos a ser cazados dentro de esta Red Social, condenados a descubrirnos en nuestros deslices, por los errores de otros o, más torpemente, de los nuestros. Hay personas que huyen de añadir a su Facebook a sus hermanos o hermanas, como si ese acto consciente evitase lo inevitable, que agregando a sus primos o amigos comunes, tiendan un puente para que el hermano negado descubra la atareada vida social que su hermano trata de ocultar.

Y qué decir de aquel conocido del que no queremos profundizar en su vida, huyendo de él como de la peste ante su antipatía, o los viejos amigos que dejaron de serlo por nuestro azaroso destino y que siguen conectados a nosotros por un pequeño enlace a otro amigo de toda la vida. Por supuesto que un capítulo aparte merecerían nuestras compañeras sentimentales, unidos a nosotros y a nuestras vidas (o viceversa) por el hilo fino de esta web que nos condena a cargar con nuestro pasado como si fuésemos Sísifo, cuando anteriormente «pasar página» era tarea de unos cuentos días sin saber los unos de los otros.

Somos emperadores desnudos, inconscientes en la mayoría de los casos, que ejercemos un lento striptease emocional y personal, haciéndonos fans de actores, series, películas, personajes, músicos, artistas, instituciones, diarios, páginas webs, fenómenos y «fenomenas» a los que invitamos a otros a unirse con la mera publicación en nuestro perfil. Al fin y al cabo, todo es un engaño porque no tiene más valor declararse fan de Supercoco que de Mafalda, de El Padrino, o el más escatológico Tony Montana «Scarface», que de House M.D. Todas nuestras aficiones centralizadas en un mismo sitio web, expuestos quizá al escrutinio y reprobación de nuestros amigos, familiares y conocidos; declarándonos culpables sin quererlo o aparentando justo lo que no somos conscientemente.

Pero Facebook, cual Ariadna, va tejiendo nuestras redes, condenándonos a nuestros comentarios sobre el trabajo y nuestras aficiones, declarándonos «allí estuve yo e hice esto», como si nuestra vida expuesta fuese una necesidad en esta Web 2.0, ya que en la Internet ubicua, la transparencia personal, más allá de la empresarial, fuese más una obligación que una necesidad. Sin embargo, caemos en nuestra propia trampa, impulsados por nuestra necesidad de estar comunicados, unidos en comunidad con nuestras amistades y amigos, sintiéndonos una parte de algo como si nuestro perfil fuese nuestra vida y nuestra actividad dentro de él parte de nuestras relaciones sociales construidas como si un castillo de naipes se tratase, destinados a sucumbir sobre su propio peso.

A pesar de todo, esta Red Social creada por universitarios, construida como un tablón de comunicaciones personal hacia el mundo, también persigue otros fines como es el confundirnos para que utilicemos justo lo que ella desea. Es su fin e idiosincrasia después de todo, la rentabilización de su uso más allá del músculo del tráfico que le generamos y el ofrecerle nuestras vidas a cambio de muy poco. Las aplicaciones acceden a nuestros datos personales,  Facebook se reserva el derecho de uso de nuestras fotografías y vídeos, mientras nosotros lo deseamos tratando de alcanzar Eldorado de una nueva interacción social más expansiva o al menos graciosa. Al mismo tiempo, se nos invita a realizar un test sobre algo, tal vez nuestra inteligencia, y acabamos fuera de esta Red Social rellenando casillas hasta percatarnos que el test estaba en el extrarradio y que nos hemos desplazado a un sitio web que pagó a Facebook para engañarnos.

Sin embargo, los confundidos somos nosotros, expuestos e inocentes; aceptando la corriente de la cual no podemos huir pero en la que tal vez no debiésemos estar. Deconstruyendo nuestras vidas para encajarlas dentro del universo Facebook construido bajo el caos más absoluto que extrae nuestra información para ir completando nuestro perfil siendo ofrecido a técnicos de marketing. Tal vez seamos unos insensatos, ovejas en un rebaño que nos arrastra, para simplemente tratar de sacarnos los cuartos o, al menos, dejarnos comprometidos en un aprieto.

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La era de la sobreinformación (sobre ti)

Hace ya unos meses, distintos medios de comunicación distribuían un teletipo de la Agencia EFE bajo el titular Miles de jóvenes intentan mostrarse originales en internet cediendo su intimidad. En él, dedicado a la red social española Tuenti, se recogía una nueva tendencia de los más jóvenes a exponer cada vez más su intimidad, mostrando y compartiendo fotografías o comentarios un tanto subidos de tono. Dentro del artículo, Tuenti se defendía asegurando que los niveles de exposición de este tipo de contenidos, se regulaban dentro de la página web y que incluso se disponía de un equipo que monitorizaba las fotografías y comentarios y si se detectaba algo improcedente se eliminaban. Por otro lado, en agosto de este mismo año, el diario Levante-EMV publicaba un reportaje dedicado a este hecho en el que los jóvenes se mostraban en ocasiones semidesnudos en ciertas páginas webs, blogs o fotologs concluyendo que tal vez el daño que estos jóvenes se estaban autoinfligiendo pudiera ser irreparable en un futuro inmediato o, tanto peor, a largo plazo.

Recientemente, Jon Favreau, asesor del reciente presidente electo de los EE.UU. Barack Obama, se tenía que disculpar por la publicación de una fotografía en la que se le veía en una fiesta en pose provocadora con una figura a tamaño real de la rival del senador Obama y, al limón, elegida como Secretaria de Estado de su próximo equipo de Gobierno Hillary Clinton. La fotografía de Favreau había sido recuperada y difundida a través de la red social Facebook, y su caso no se aleja del caso de Kevin Colvin que fue despedido tras el descubrimiento por parte de su jefe de una fotografía suya bastante compremetedora publicada en la misma red social.

Parece seguro, por tanto, que hoy en día, nos encontramos ante un nuevo reto. Un nuevo desafío sobre la nueva definición de lo que debe ser considerada como nuestra privacidad y cómo debemos defendernos ante la socava de nuestro anonimato.Ya no es suficiente con defender la privacidad sobre la información que se publica en la Red desde las Administraciones Públicas o por el hecho de convertirse en un fenómeno mediático dentro de la Red; no, hay que dar un paso más allá y, aparentemente, tomar la consideración de adoptar el anonimato como una actitud frente al control perpetuo que sufrimos en nuestras actividades en la Red.

La red social Facebook o el buscador Google son, por motivos dispares, los máximos exponentes actualmente sobre las implicaciones que sus actuales modelos de negocio tienen sobre la privacidad de los usuarios. Sobre Google, mucho se ha publicado y las propias Administraciones ya han tomado sus cartas sobre el asunto, sin embargo el fenómeno de Facebook es completamente nuevo, ha evolucionado horrendamente rápido y desde las instancias políticas o bien se le utiliza o bien se le tiene miedo. El hecho es que todo lo que Facebook puede aportar al usuario, lo hace intentando encontrar un modelo de negocio viable y por supuesto que tiene su precio. Lo que no cabe duda es que el uso de esta red social puede dejarnos completamente desprotegidos, y lo peor de todo es que Facebook, al modo de los antiguos portales 1.0, quiere que lo hagamos casi todo a través de él. Debemos contemplar que estos dos gigantes van a comenzar a encontrarse, si bien Facebook mantiene sus contenidos cerrados, inaccesibles para los buscadores, y Google se dedica obviamente a lo contrario; debemos ponernos alerta porque ambos están adoptando políticas muy similares de afiliación e incluso sus productos se asemejan en ocasiones. Su objetivo es que el internauta construya su identidad digital a través de ellos y que se identifique inequívocamente mediante sus servicios.

Personalmente, aunque entiendo las virtudes de Facebook, no me acaba de convencer descubrir comentarios personales de personas que conozco a personas que no conozco, curiosear fotos de personas que conozco que han colgado personas que no conozco, que sí que hay un ser un «buenrollista» y aprobar la Amistad de cualquiera que intente acceder a ti, pero el grado de indefensión es tal, el descontrol sobre lo que yo veo y lo que los otros ven de mi es tal, que me abruma y preocupa.

Ante Google, los futuros navegadores ya han dispuestos las armas para hacerle frente y ante sus ansias para seguir recabando datos de sus usuarios mediante el denominado Private Browsing (Firefox) o InPrivate (Explorer), pero ¿qué haremos en un lugar donde su principal finalidad es compartir nuestra vida, nuestros comentarios, nuestros pensamientos con los demás y con el sistema mismo? ¿Debemos de convertirnos en ermitaños digitales, rehuyendo aquello que nos expone, pasando completamente desapercibidos en la época del Personal Branding?

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¿Internet nos está haciendo vagos?

Ya nos habíamos percatado que los jóvenes -y no tan jóvenes- estaban comenzando a doblegar el lenguaje y la ortografía tratando de economizar esfuerzos en un lenguaje heredado de los SMS, que el Copia & Pega se ha convertido en una de las actividades preferidas de los estudiantes más pequeños y los que no lo son tanto a la hora de enfrentarse a sus trabajos escolares, que se puede caer en la creencia de que la información que no está en Internet simplemente no existe, pero lo único que nos faltaba era que nos dijesen que Google, o la Web, nos convertía en estúpidos.

Este es un debate que ya ha sido abordado en innumerables foros y en muchos artículos nacidos fundamentalmente de la publicación por parte de Nicholas Carr de su texto Is Google Making Us Stupid? En él, el autor se confesaba y venía a asegurar que encontraba que estaba perdiendo la capacidad de concentrarse en la lectura de textos largos, que se agotaba y perdía la concentración durante esta actividad y lo peor de todo es que no sólo le pasaba a él, sino que también a sus conocidos. Por supuesto que, con un título tan incendiario, mucho se ha comentado sobre este texto como ,por ejemplo, el artículo de Juan Freire, Condenados a la estupidez digital, y qué decir de lo expresado dentro la blogosfera. Incluso, recientemente, El País le dedicó un espacio a esta temática reflejando los cambios que la lectura de Internet estaba provocando en los internautas.

Como contraposición, esta semana se hacía público un estudio reciente que trata de demostrar que en la búsqueda en Internet las áreas del cerebro que se muestran activas son mayores que durante el ejercicio de la lectura de un libro en sujetos de mediana edad y ancianos. Es decir, que la búsqueda en Internet dentro de este rango de edad fomentaría el ejercicio mental. Por supuesto que debemos recoger este estudio con ciertas reticencias. En primer lugar, porque la muestra de población es muy pequeña, 24 personas, y segundo porque los sujetos dentro de este rango de edad bien pueden no estar habituados al uso de la Web, al contrario de las generaciones más jóvenes, por lo que deben dedicarle mayores esfuerzos a la hora de leer y utilizar la Web.

En fin, el debate de los beneficios y los perjuicios que nos provoca la Red va a ser largo y muy interesante, sin embargo debemos ser conscientes de que el ser humano tiende a economizar recursos y energías siempre que le es posible. Nuestro cerebro entiende la ventaja que supone la utilización de la calculadora, mucho más potente en la mayoría de los casos, que la agilidad mental a la hora de realizar operaciones aritméticas. De igual forma, nuestra mente entiende el ámbito y el consumo que debe de hacer de la información en Internet teniendo presente el soporte sobre el que la recibe.

En cualquier caso, me parece interesante recalcar una serie de conclusiones extraídas de un informe de la University College de Londres sobre hábitos de búsqueda de información en Internet que distingue mitos y realidades sobre el uso que hacen los jóvenes de ella:

  1. Los usuarios jóvenes no suelen comprender bien sus necesidades informativas y por tanto les resulta difícil desarrollar estrategias de búsqueda efectivas.
  2. Tienen un mapa mental poco sofisticado de lo que es Internet. No logran entender que se trata de una colección de recursos en red procedentes de diferentes fuentes. Así, los motores de búsqueda, ya sean Yahoo! o Google, se convierten en la primera marca que asocian con Internet.
  3. Son en general más competentes con la tecnología que la generación anterior, aunque los adultos se ponen rápidamente al día. Emplean, sin embargo, menos aplicaciones digitales de lo que se cree.
  4. Prefieren sistemas interactivos y le dan la espalda al consumo pasivo de información. Prefieren la visual sobre la textual.
  5. Son la generación del corta y pega. Abundan los casos de plagios de diversas fuentes en los trabajos encargados.
  6. Prefieren, como los adultos, la información despiezada, en vez de textos completos.
  7. No son expertos buscadores.
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La asimetría digital

Hace ya unos días que mi madre intentó explicarlos el "nuevo" invento de Google que era ni más ni menos su nueva enciclopedia, Knol. Como podéis imaginar mi madre no se ha acercado a un ordenador en su vida, si no fuese para limpiar la pantalla, ni creo que lo toque puesto que se ha negado en rotundo en numerosas ocasiones a pesar de que sus hermanos sí que se han lanzado a escribir correos electrónicos. Así que, como podéis imaginar, la explicación que me ofreci, tomada prestada de la radio sobre Knol, no fue lo más ajustada posible a la realidad. Obviamente, me quedé en silencio durante sus argumentaciones a pesar de sus preocupaciones sobre la conveniencia de la creación de una enciclopedia colaborativa y la autoridad que ésta podría dar respecto a los datos e informaciones que pudiese albergar. En fin, que os puedo asegurar que mi madre no lee mi blog, ni tampoco lo que voy escribiendo en papel y eso que sólo nos llevamos una generación.

Por otro lado, mi padre siempre se sintió un poco fascinado por mi destreza con los ordenadores. Vale, puede que mi nivel sea un poquito superior al de un usuario avanzado, pero soy plenamente consciente de que camino hacia la obsolescencia poco a poco. Es cierto, puedo acercarme a los nuevos fenómenos de la Red, el microblogging, las redes sociales, la promoción de noticias, etcétera; sin embargo os confesaré que siempre me queda el regusto de no estar utilizando completamente su potencial, como si fuesen más exprimibles de lo que yo realizo en ellas, aunque mi consuelo es que simplemente no dispongo del tiempo necesario y no puedo dedicarles ni todo mi esfuerzo ni mi interés. De hecho, recientemente se ha realizado el cálculo de cuánto tiempo se debería dedicar a la Web 2.0 para ser un usuario normal de estas herramientas y lo cierto es que no les puedo dedicar el mínimo de 8 horas semanales. ¡Ya me gustaría dedicárselo a mis aficiones!

Puede que se trate de una excusa de mal pagador, de alguien que camina hacia la obsolescencia gritando ¡paparruchas!, o simplemente que considere que mi blog es mi identidad digital en la Red y por ello lo potencio sobre otras cosas, sin tener la necesidad de contaminar mi presencia en ella sin nada más que lo que aquí recojo y publico, pero sin renunciar a mirar con curiosidad otros fenómenos de la Web 2.0, claro. Por supuesto que no renuncio a ser participativo, he roto lanzas en proyectos que me parecían interesantes y necesarios, pero obviamente no dispongo de todo el tiempo del mundo y para mantener algo que acabaré abandonando, es mejor no comenzarlo.

¿La obsolescencia terminológica pronto se convertirá en tecnológica? Indudablemente que una parte sí. Es probable que el año que viene o el próximo, cuando amaine esta crisis económica, aparezca un nuevo concepto o se desarrolle una nueva idea y que yo ya no sea captar su utilidad o descubrir su inutilidad, lo que es más grave. Sinceramente, espero que no se me escape, si existe y que no pierda la curiosidad. Pero, esto mismo ya está sucediendo a nivel empresarial y no puede ser detenido.

Francis Pisani nos pone sobre la pista de esta nueva Asimetría Digital donde los más jóvenes adoptarían las nuevas tecnologías y sus nuevos conceptos de forma más rápida que el resto. En su artículo, La dificultad de adaptarse a los cambios, nos describe la situación dada en Unilever donde Wendy Wilkes se desesperaba por la lentitud de su organización a la hora de adoptar las nuevas tecnologías. De hecho, ella lo describe como "shock tecnológico" puesto que no se les permitía usar ni MySpace, Facebook, Twitter o Skype. Afortunadamente, Wilkes escribió un correo a su jefe quejándose y abriéndole los ojos. La reacción de su superior distó mucho de ser airada, más bien al contrario, puesto que le encomendó un puesto nuevo: buscar aplicaciones (gratuitas, preferentemente) que se podría aplicar en la empresa.

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Incapaz de usar Windows Vista

Incapaz de usar Windows VistaHace ya unos meses, os comentaba que, ante la compra de un nuevo ordenador portátil, había abandonado Microsoft Office para darle una oportunidad a la iniciativa de código abierto OpenOffice. Sinceramente, mi conclusión después de haberla estado utilizando durante un tiempo es que tengo que admitir que a la suite ofimática abierta todavía le queda un buen camino por recorrer antes de poder hacerle sombra al Office que todos conocemos. Pero, desde luego, es una iniciativa muy interesante y que seguiré apoyando porque dispone de algunas funcionalidades que me parecen muy interesantes.

Mas hoy quería relataros mi experiencia con Windows Vista que no ha podido ser más decepcionante. Tampoco es de extrañar que yo haya encontrado dificultades a la hora de utilizarlo de forma más o menos intensiva, los propios ejecutivos de Microsoft se desesperaban a la hora de configurar una simple impresora y el propio Steve Baller (Chief Executive Officer de Microsoft Corporation) reconocía que Windows Vista no era un producto acabado. Por mi parte, empecé con Vista en febrero de este año, casi un año después de su lanzamiento, y no me podía creer que un ordenador nuevo, no uno de esos testeados que decían que eran capaces de ejecutar Vista aunque después se demostrara que eso era un engaño, tardase hasta 5 segundos en tirar un icono del escritorio a la Papelera del sistema.

Que sí, que Aero, una de las funcionalidades más destacadas del nuevo sistema operativo, era muy atractivo, pero un ordenador no se compra para admirarlo por su belleza, sino para usarlo sin problemas, enchufarlo y ponerse a trabajar. Y precisamente eso de ponerse a trabajar es otro cantar, porque el inicio era deseperadamente lento, muchísimo, y ejecutar un programa era una sarta de preguntas de si estabas seguro que querías hacer precisamente lo que querías hacer. La UAC (User Control Acces) fue lo primero que desactivé porque era exasperante, de hecho, no me permitía ni organizar el menú Inicio. De esta manera, habiendo creado un único usuario, no me permitía organizar las carpetas de los programas porque no disponía de los «suficientes privilegios». Obviamente, yo conozco que hay un super-usuario creado por el sistema, o root, pero un usuario medio que ejecuta por primera vez el sistema operativo y se instala, otra espera interminable, desconoce que el usuario que primero crea aunque sea administrador no es super-usuario.

Lo cierto es que me arrepentí de haber comprado el ordenador a la semana de estar utilizándolo. Lento, aparatoso, ocupaba un espacio en el disco duro excesivo (50 gigabytes sólo con los programas básicos y sistema operativo y aumentando), y andaba harto esperando que el círculo de Espere, anduviese girando. Asimismo, aparecían problemas de incompatibilidades de programas que habían funcionando estupendamente en Windows XP y que Vista simplemente no quería instalar. Pero no sólo eso, el programa a medio instalar no había forma de desinstalarlo y debías estar pegándole vueltas hasta que mediante un software externo (Revo Uninstaller) lo conseguías.

Por otro lado, teniendo en cuenta que las aplicaciones están trasladándose del escritorio a la Web, el uso que puedo hacer en local de software ofimático es bastante reducido en comparación con el uso que podía darle antes, por lo que me planteé seriamente el hecho de si debería haberme comprado un MacBook Pro antes que aquello que funcionaba «a pedales». Sí, es cierto que Apple es una plataforma demasiado cerrada para mi gusto, pero sé que si compro un producto Mac funcionará perfectamente nada más sacarlo de la caja y sin tantos quebraderos de cabeza.

El caso es que sorprendiéndome de la poca usabilidad y prestaciones que daba Vista, confié en el lanzamiento cercano del Service Pack 1 del producto (Más o menos un mes después de la compra del portátil). El hecho es que Microsoft fue lanzando parches que aceleraron el rendimiento del ordenador, ¡un año después de su lanzamiento!, pero desde luego que el resultado final a la hora de instalar el Service Pack, y éste tampoco estuvo libre de problemas, me convencieron muy poco de la necesidad y utilidad de trabajar con Vista.

Así pues, mi recomendación es que, tras mi decepcionante experiencia, huyáis de él, no merece la pena y acabaréis hartos por muy bonito que os pueda resultar. Si con el nuevo Windows 7, con el que Microsoft quiere pasar página rápidamente tras el gran fiasco que ha supuesto Vista (los desarrolladores de software también lo obvian), no se realiza un salto cualitativo en cuanto a fiabilidad y compatibilidad, la compañia de Redmond va a tener serios problemas de canibalización de productos, o peor, podríamos contemplar otras posibilidades además de los lanzamientos de Microsoft. En mi caso, fundamentalmente, Linux.

Un futuro oscuro para la compañía de Redmond que encuentra dificultades allí donde triunfó en el pasado: El escritorio.

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Los Digerati (Digital Literati)

El concepto Digerati apareció por primera vez en 1992 en USENET citando un artículo de George Gilder en Upside magazine. El término hace referencia a usuarios "digitalmente ilustrados" y se utiliza de distintas formas, aunque relacionadas entre sí:

  •  Líderes de opinión quienes a través de sus textos promocionan una visión de la tecnología digital y de Internet como un elemento de transformación de la Sociedad.
  • Personas que se convirtieron en celebridades gracias en parte a la subcultura de Silicon Valley y al calor de la explosión de la burbuja puntocom.
  • Cualquier persona con cierta influencia dentro de la comunidad tecnológica.

Las iniciativas de los digerati nacen dentro del seno de la cultura de la comunidad hacker. En un principio, estas iniciativas eran aplicadas inicialmente al trabajo colaborativo de desarrollo que se llevaba a cabo dentro de esta comunidad. De hecho, la vanguardia de la blogosfera la componen estos super-usuarios donde se destaca la voluntad de compartir, para lo que es necesaria de cierta interactividad, la posibilidad de contribuir y de conocer la opinión de los demás.

Se trataría, por lo tanto, de un colectivo convencido de la universalidad del conocimiento, que vive de una forma entusiasta la globalización de la Sociedad de la que son partícipes, mientras que, por otro lado, se rebelan ante el modelo de difusión de los medios de comunicación tradicionales y solicitan el acceso a fuentes de información plurales y participativas.

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La polémica sobre el bloqueo de la publicidad en Internet

Cuando escribimos un texto dedicado al navegador Firefox, indicábamos que utilizábamos un addon, una pequeña aplicación que sirve para ampliar las capacidades y usos de este software, que nos permitía bloquear la publicidad. Esta pequeña aplicación lleva por nombre Adblock Plus y es tan bueno en su cometido que ha comenzando a preocupar a los webmasters de los sitios web, a la par que la popularidad de Firefox va creciendo entre la comunidad internauta.

La publicidad ha sido desde siempre una de las principales vías de ingresos en los medios de comunicación. La Radio, Televisión y Prensa están trufadas de ella y, hoy en día, no podríamos concebir uno de estos medios sin la presencia de ésta. Pero el abuso que se hace, provoca que los anuncios sean considerados por los usuarios como molestos y algo a evitar fundamentalmente en la televisión. La publicidad en televisión tal vez sea la más molesta por la extensión y duración de los bloques comerciales, así como por tratarse del medio más popular, y esto a pesar de la existencia de un código de autorregulación que las televisiones en España deben tratar de cumplir sin mucho éxito hasta ahora. Los bloqueadores de publicidad en televisión existen y se comercializan, al menos en Alemania, aunque, obviamente, no es algo que les guste a las cadenas televisivas.

El problema, o la virtud según se mire, en los sistemas unicanal, como son estos tres medios, es que el usuario no tiene más remedio que soportar este tipo de información para proseguir el consumo de lo que despierta su interés. El consumidor de medios es un agente pasivo en el acto comunicativo y no dispone de gran margen de maniobra a la hora de retroalimentar ese canal. Sobre la publicidad, poco se puede hacer que no se trate el de evitarla o simplemente sintonizar otra emisora. Sin embargo, en Internet, el usuario dispone de una mayor libertad pudiendo elegir y desarrollar técnicas hacia qué quiere consumir y, mucho más importante, cómo lo quiere consumir.

La existencia del citado addon en Firefox es una mera evolución de los bloqueadores de Pop-Ups, que fueron considerados una plaga en la Red, y que Google ayudó a erradicar gracias en parte a su barra de herramientas para el navegador y que, posteriormente, tanto Internet Explorer como Firefox implementaron al poco tiempo. Por supuesto que el buscador desarrolló su propio sistema publicitario mientras fundamentaba su propio modelo de negocio. Se decidió por la publicidad contextual considerándola un método poco intrusivo ya que sólo mostraba publicidad pertinente ajustándose al contenido de la página en la que se colocaba. Esto junto al hecho de que abrió la posibilidad de implementación a pequeños editores, junto a una sencilla gestión, fomentó la creación de una economía dentro de Internet en la que muchos eran los beneficiados.

Sin embargo, la posibilidad de bloqueo de este tipo de publicidad o de otros tipos, no nos llevemos a engaño el planeta Firefox no es el único desde el que disponemos de esta funcionalidad, se vislumbra la erradicación de todo ese ecosistema. El fin de la visión de la publicidad, siendo el contenido el principal activo de las páginas que se visitan, socava el modelo de negocio sobre el que se fundamenta la mayor parte de la Red. En efecto, es difícil, por no decir casi imposible, conocer qué visitante de un sitio web está utilizando un bloqueador de publicidad, por lo que un webmaster decidió no permitir el acceso a los contenidos a aquellos que utilizasen Firefox, derivando a los internautas  a una página web creada con ese fin. Esto supone coartar la capacidad de decisión del usuario, no permitiéndole visionar los contenidos de un sitio por utilizar un determinado navegador. Obviamente, eso significa un riesgo:

  1. Por un lado, el navegante puede entender lo que ha sucedido y puede utilizar otro navegador si realmente le interesa el contenido de la web.

  2. El internauta puede decidir no consultar la página web que le ha bloqueado y no volver.

  3. Puede publicar y publicitar la situación generando un debate.

Fundamentalmente, el debate surgido a partir de entonces gira entorno si es legal o no bloquear la publicidad (Retiario, Baquia o Sigt), pero tal vez lo más grave consista en que se crea justo el efecto contrario, ya que la comunidad de internauta comienza a considerar si Firefox debería implementar el addon de serie. Desde el punto de vista del webmaster, el bloqueo indiscriminado de usuarios de Firefox sólo crea un problema: Pierdes audiencia. En Internet, la oferta informativa es ingente y abrumadora, no es suficiente con el nombre y el prestigio, los propios medios de comunicación se percataron de ello cuando saltaron a la Red.

En un principio, se parapetaron bajo su Cabecera, considerando que su marca, les garantizaría un flujo constante de audiencia e ingresos mediante modelos de suscripción. Obviamente fracasaron. Los periódicos españoles El Mundo y El País decidieron utilizar modelos distintos, El País confió en las suscripciones, no permitiendo a los no suscritos acceder a sus contenidos. El resultado fue que los usuarios acudían al diario El Mundo que sí disponía de contenidos en abierto, mientras que El País  sólo conseguía 30.000 suscripciones, por lo que tuvo que dar marcha atrás abriendo sus contenidos. La última noticia respecto a la accesibilidad de los contenidos de los medios periodísticos, y muy celebrada, es que The New York Times abría todos sus contenidos de pago, incluyendo su fondo centenario a cualquier internauta, aprovechando así los ingresos que la larga cola que le podría otorgar.

La prohibición a un internauta de visionar contenido de un sitio web porque ha elegido utilizar un navegador, sólo provoca que éste considere en no volver, a la vez que puede animar a otros a que no lo hagan. Considero que el bloqueo de usuarios no parece ser la solución más adecuada, perdemos audiencia y popularidad. La censura a nuestros visitantes sólo puede provocar el efecto contrario y llamarles ladrones por utilizar algo a su elección tampoco es excesivamente inteligente.

Puede que al contrario que la televisión, el visionado de publicidad se convierta en un pacto de concordia entre el internauta y el dueño de los contenidos de un sitio web.

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