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Categoría: Homo Digitalis

Confesiones de un Homo Digitalis

¿Cuántos amigos quieres tener hoy?

Es la segunda vez que me pasa, aunque sigue llamándome clamorosamente la atención. Como usuario de Twitter, recibo una invitación para aumentar mi número de followers (seguidores) de mi cuenta de una forma artificial. Como hice la primera vez que recibí la invitación, no hago caso. Desde luego, no es la forma por la que me gusta obtener seguidores ni, como sucedía anteriormente con el blog, la forma en que me gustaría obtener subscriptores, a través de una cadena tonta de favores. Prefiero que una persona, de una manera más o menos consciente, tome la decisión de interesarse por lo que pueda llegar a decir.

Personalmente, puedo llegar a entender que ciertas cuentas necesiten de la agregación de un número creciente de seguidores en Twitter, así como de fans o amigos en Facebook. Si son cuentas creadas con objetivo de marketing o con perfiles profesionales, comprendo perfectamente esta necesidad. Sin embargo, para personas individuales, ¿necesariamente estamos obligadas a ello? ¿Necesitamos agregar a desconocidos que probablemente ni nos aporten nada y que tal vez sólo obedezcan a sus necesidades de ego para hinchar sus números?

Estas dudas surgen cuando estoy considerando limpiar mi cuenta Facebook de gente que no conozco pero que me ha agregado gracias al blog y, probablemente, otras razones más comerciales. Mi cuenta en Facebook es enteramente personal y teniendo en cuenta los fallos de privacidad de esta red social y su política de que cada vez seamos más abiertos y dispongamos de menor privacidad dentro de ella, me lleva a la consideración de que tal vez sea tiempo de hacer una limpieza. Además, este blog dispone de su propia página en Facebook por lo que tal vez debería comenzar a utilizar dos planos distintos con la dualidad Marcos-El Documentalista Enredado junto a Marcos-Persona.

Siguiendo las consideraciones del número Dunbar, en realidad, sólo podríamos mantener una relación más o menos fluida con 150 personas. Más allá de ese número, obviamente, la red social se convierte en inmanejable. Estoy seguro que mi red social es actualmente más escasa, pero la considero rica. En Twitter puedo tener 200 seguidores, pero en Facebook una herramienta completamente distinta, tener agregados 150 desconocidos me parece un tanto estúpido. Puedes considerar que estás realizando una exhibición de tu poder social, aunque obviamente la cantidad de amigos con los que puedes tener un contacto más o menos estrecho sólo puede concentrarse en el 10% de esa cantidad (Más o menos).

Herramientas y sitios web para obtener seguidores en Twitter y amigos en Facebook seguirán existiendo y serán necesarios dependiendo de qué casos, pero de nuevo volvemos a la necesidad general del ser humano de seguir gestionando y exhibiendo su red social. Creo que debemos tener presente los distintos planos e identidades digitales de los que disponemos y que tendríamos aprender a gestionar correctamente, de lo contrario, en el futuro podríamos llevarnos alguna sorpresa o simplemente echar pestes por haber utilizado estas herramientas alguna vez.

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Navegando con un dispositivo móvil, mi experiencia con Opera Mobile 10 Beta

El futuro de la Web será la ubicuidad y la posibilidad de conectarnos en cualquier momento a la Red, pero ¿qué será de los internautas? ¿Podrán navegar? Armado de mucha paciencia me he dispuesto a comprobarlo durante estas últimas semanas y mi conclusión particular como usuario se acerca más a la decepción que a la satisfacción. Particularmente, he recordado el documental Welcome to Macintosh donde un ex-ingeniero de Apple se ríe de los esfuerzos que actualmente las compañías multimedia y de telefonía están realizando para miniaturalizarlo todo. Él se preguntaba, ¿para qué quiero ver una película en un dispositivo móvil si puedo verlo en un equipo de alta definición? (Recordemos que desde iTunes se pueden comprar series de TV para ver en el iPhone, por ejemplo) Lo mismo debería estar preguntándome yo, en algún momento de insomnio, mientras mis ojos protestaban y mis dedos se agarrotaban por el esfuerzo de tratar de interaccionar con el teléfono móvil conectado a la Web mediante WiFi. ¿De verdad tengo que estar pasando por esto?

Es cierto, la navegación con un dispositivo móvil es una tarea difícil y en el que hay que reaprender un poco, así que absténgase los nerviosos e impacientes. Los navegadores para móviles también disponen de sus trampas y la experiencia anterior de poco nos puede servir. El terminal que he estado usando es el táctil de Nokia 5530 y casi descarté el navegador que viene incorporado de serie, muy sencillo y funcional, adentrándome en otros desarrollos.

A la espera de que la Fundación Mozilla dé las últimas puntadas a su navegador para móviles Fennec, todavía en fase beta, decidí instalar otras compañías que llevaban más tiempo en el mercado y me decanté por Opera Mobile 10 Beta. Ya había probado anteriormente el Opera Mini por lo que mi decisión partía de cierta experiencia. Esta empresa lleva cierto tiempo ofreciendo software para dispositivos móviles y cuando lo probé no me desencantó en exceso, pero el nuevo navegador móvil ofrecía algunos aspectos que se alejaban del Mini. Considero que a mejor.

Aunque podéis comprobar la experiencia de navegar con Opera Mobile a través de una demo en la Web, os recomiendo que lo hagáis a través de un teléfono y no a través del ordenador para poder “disfrutar” completamente. Lo primero que nos encontramos cuando ejecutamos la aplicación es con una sencilla cuadrícula de 9 casillas donde podemos colocar nuestros sitios web favoritos, además de una barra de direcciones y la posibilidad de lanzar una consulta a Google. Una de las primeras cosas como navegadores expertos es configurar nuestras direcciones favoritas, en mi caso, este blog, Twitter y, en su caso, Facebook.

Pues bien, la tarea de personalización no fue precisamente sencilla. Hay que tener en cuenta que comenzamos a usar el navegador sin saber muy bien cómo funciona ni cuales son sus posibilidades. Por ejemplo, para poder extraer el menú contextual hay que dejar presionado el dedo o el puntero, para posteriormente elegir una de las opciones que el navegador nos dé. A pesar de lo que pueda parecer en un principio, hay que levantar el puntero, no arrastrarlo porque si no interpretará que estamos haciendo clic, lo que provoca uno de los primeros problemas de interacción.

Uno de los aspectos más interesantes de este navegador, y contrasta con el anterior navegador Mini, es que integra un teclado dentro de su propia interfaz lo que evita ir saltando desde el teclado nativo (virtual) del teléfono y realizando demasiados clics página tras página. Éste es para mí uno de sus mayores logros, aunque eso sí, necesitaremos del puntero y/o de mucha destreza con nuestros dedos porque de lo contrario acertar en las teclas minimalistas se antoja una tarea harto imposible. Y, finalmente, otra de sus cualidades es la presencia de Tabs o Pestañas que favorecen la navegación a través de distintas páginas web, aunque como podéis imaginar la interacción en la navegación en un teléfono móvil es bastante limitada, por lo que la apertura de una se nos antojará suficiente.

Durante la navegación, uno de los inconvenientes que encontrará el internauta es que la información no puede, de ninguna manera, mostrarse de la misma forma que se ve en la Web. Aunque existen sitios web preparados para los navegadores móviles, no todos los detectan, como sucede en Twitter por ejemplo, por lo que debe ser el internauta el que escriba la dirección específica del sitio web preparado para su utilización en este tipo de navegadores, porque de lo contrario la interacción se hará tremendamente complicada. En el caso de mis sitios web preferidos en el móvil, podemos acceder a través de http://m.twitter.com/ o http://m.facebook.com, aunque no todos los nuevos navegantes móviles tienen porqué saberlo a priori.

En definitiva, una experiencia agotadora y en la que todavía se tienen que limar muchas asperezas. La Web actual tiende a crecer hacia resoluciones de monitor cada vez mayores, mientras se accede a sus contenidos por dispositivos con pantallas de 2’5 o 3 pulgadas, por lo que los administradores de los sitios web lo tendrán que tener cada vez más presente. En mi caso, suficiente para consultar actualizaciones de correo y de estados en la Web Social de forma puntual, pero de ningún modo hacerlo de forma intensiva.

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Mobsumers, futuros consumidores

Consumer2.0

Espero que no os lancéis a buscar qué significa Mobsumers en Google, ya lo he hecho yo antes. Claro que yo confiaba en que alguien hubiese acuñado tal palabreja previamente, pero para mi desgracia no ha sido así. Desgracia, porque desde luego no poseo excesivo gusto acuñando nuevos términos, pero el hecho de que el pasado lunes me encontrase realizando una decisión de compra sobre un producto a través de la web, recibiendo información casi en tiempo real, me lleva a considerar que, en el futuro, el impulso a la hora de comprar casi cualquier cosa se realizará dependiendo de si tiene disponible una conexión a Internet en ese momento o no. Os contaré mi caso.

El pasado lunes estaba dispuesto a comprarme un disco duro multimedia. Más o menos, conocía qué podía esperarme de este tipo de aparatos y, en mi primera aproximación, a ellos quería saber qué especificaciones técnicas podía encontrarme en el mercado. He de confesar que no había realizado grandes esfuerzos previos a la hora de buscar información, así que podría decirse que realmente informado no estaba. Así que me comporté de una manera tradicional como consumidor, desplazándome hacia un hipermercado para comprobar qué oferta podía encontrar allí y de este modo realizar mis primera tareas de investigación.

He de confesar que los discos duros disponibles en el hipermercado me interesaron mucho, sobre todo uno de marca indeterminada que estaba a demasiado buen precio. Sin excesivas ganas de querer volver otro día, dirigí mi mirada hacia mi triste teléfono móvil y desplacé mi pulgar sobre él como si de un iPhone se tratase. “Si sólo pudiese conectarme a Internet” fue mi pensamiento, por lo que traté buscarme una alternativa. Así pues traté de consultar los ordenadores portátiles que tenían expuestos por si alguno disfrutase de conexión WiFi y lanzar algunas preguntas a un buscador. Mi gozo en un pozo. Resuelto a cerrar ese asunto aquella tarde (el tiempo es finito), reflexioné durante unos instantes sobre qué tienda de consumo podría ofrecerme conexión a Internet y ayudarme en el proceso de compra. Y como yo no soy tonto, me acordé que, en general, las zonas de Tiendas Apple suelen tener conexión a Internet. Considerando que me aprestaba a matar dos pájaros de un tiro, me dispuse a trasladarme hasta una macrotiendo de electrónica de consumo no sin antes tratar de apuntarme algunos precios para la realización de comparativas.

Efectivamente. Tras llegar a aquel comercio, me dispuse a consultar la Web, suspirando aliviado al comprobar que aquella marca desconocida resultaba finalmente un desastre y los consumidores no estaban nada satisfechos con ella, según me informaban en algunos foros. Un tanto contrariado, me dispuse a consultar mi segunda opción presente en ambas tiendas. Tras realizar una segunda comprobación, encontré un segundo disco duro que me interesaba pero que no especificaba (en su caja) sus características técnicas. De nuevo, me desplacé hacia el terminal con conexión a Internet, consulté sus especificaciones y los comentarios de los usuarios. Por supuesto que hice lo propio con los precios y descubrí que el precio del hipermercado era el más barato y como estaba dispuesto a desplazarme hasta él (quedaba relativamente cerca de mi casa) acudí allí para adquirir mi disco duro.

He de advertir que ya se han escrito ya algunos libros centrándose en los cambios de los hábitos de los consumidores. Crossumer de Víctor Gil y Felipe Romero, por ejemplo, abren fuego describiendo la comparativa y la influencia que tendrá los Social Media en los hábitos de los consumidores en el futuro. En Crossumer, se describe una decisión de compra con el consumidor informado previamente, pero la posibilidad de decidir la compra de un producto en unas horas, casi en tiempo real, era una experiencia nueva para mi desde la que se abren un abanico de posibilidades desde la Internet ubicua.

Mis mobsumers (término inventado para la ocasión que fusiona móvil, mobile en inglés, y consumidor, consumer) decidirán sus compras de forma casi impulsiva, en unas horas, pero lo harán con la suficiente información que les harán sopesar sus posibilidades y necesidades. Sí, se tratará de heavy-users de telefonía móvil, con su conexión a Internet que les ofrecerá la información adecuada para adquirir un producto y un servicio, evaluando el proveedor en su caso y pudiendo encontrar la oferta más barata o más adecuada a sus intereses inmediatos. He de confesar que, sin quererlo, casi me convertí en uno de ellos.

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Egocentricidades

Ego en la Web

Voy a pediros que perdonéis a este, antaño, amante de los rankings blogosféricos y que pueda realizar una divagación, porque no puede alcanzar la disertación, sobre ese afán por colocarse en los primeros puestos de cualquier cosa por parte de los heavy-users de cualquier servicio de Internet. Porque si bien en la Web, mal que nos pese, todo es medible y cuantificable, aquello que, hasta cierto momento no lo era, tiende a convertirse en cuantificable para la creación de una comparativa entre el resto de iguales para que lentamente dejen de serlo tanto obedeciendo a aquello de que “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

El mayor y mejor ranking, u ordenación de resultados según su importancia, y el más importante dentro de la Web es el Pagerank, creado y mantenido por Google, que ha favorecido a lo largo del tiempo la creación de todo un ecosistema informativo y económico a su alrededor. Así que si las páginas web son rankeables, ordenables por importancia, ¿por qué no íbamos a poder realizar comparativas con el resto de nuestros semejantes de casi cualquier cosa que en Internet se crease?

Más allá de los rankings blogosféricos sobre los blogs más influyentes dentro de una u otra materia, creados ad-hoc tras la definición de esos sitios web que configuran su propio totum revolutum con su particular ideosincrasia, las comparativas entre usuarios de cualquier servicio casi son una necesidad que pueden abrir una pequeña ventana a la fama. Puede ser que una de esas famosas que disfrutaron de sus quince minutos de gloria fuese Sofia de Oliveira lo consiguió tras aparecer en un programa de televisión con 92,000 amigos, y que favoreció su salto a la fama junto con una entrevista posterior asegurando que los amigos de verdad sólo contaban 10, aunque actualmente Sofía no es la única en alcanzar tan estratosférica cifra de conocidos virtuales.

Pero tranquilos, para cualquier hijo de vecino, el contacto medio en las redes sociales, como en Facebook, se ha calculado en 120 amigos de media, mientras que, en la otra Web Social por excelencia, Twitter el usuario medio tiene 85 seguidores y sigue a otros 80 usuarios. Pero hay más datos, curiosamente, de esos 120 amigos sólo interactuaríamos dependiendo de nuestro género con una pequeña muestra de ellos. De este modo, si fuésemos hombres interactuaríamos con 7 de ellos de media, mientras que si fuésemos mujeres esta cantidad ascendería con 10. Sin embargo, ese afán por recoger y mostrar el mayor número de amigos que tienen algunos usuarios se ha contemplado y justificado como un juego. Es decir, que nos tomamos las redes sociales como meros juegos donde los puntos serían el número de conexiones, y competiríamos por ver quiénes consiguen mayor puntuación (mayor cantidad de contactos).

Podría pasar que una de nuestras justificaciones sería el juego o más bien el entorno competitivo en el que nos movemos. Imagino que esa competitividad también dependerá sobremanera del tipo de usuario, porque los medios de comunicación también trazan sus propias comparativas. Así, me quedé muy sorprendido cuando el diario El País publicó la cantidad de seguidores que disponía en Twitter (y no sólo se conformó con la edición en Internet) considerándose como el medio de comunicación español más popular en la Red. Mi sorpresa proviene del razonamiento de que ¿cuándo una empresa ha hecho publicidad de otra sin que haya un acuerdo económico? Hasta ahora casi nunca.

Por supuesto que el juguete pasado el tiempo se ha convertido en algo más sotisficado. En esta ocasión, Twitter ofreció a sus usuarios una nueva funcionalidad con la que poder jugar que consiste en la creación de listas en las que los usuarios podían ser etiquetados. Si en el mundo real, solemos huir de las etiquetas, del encasillamiento, en Twitter aparentamos estar encantados, mientras nuestros iguales nos perfilan a través de folksonomías y somos incluidos en una serie de listas de los usuarios de Twitter que nos siguen. Como no podría ser de otra manera, entramos en la discusión de palabras como reputación, ego o incluso spam, pero lo cierto es que de nuevo se creamos nuevos rankings con las personas y las listas más seguidas y, de nuevo, la rueda vuelve a girar. “No va más”.

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Gestionando la muerte en la Web

Reloj en la arena

Pese a quien pese, lentamente, la Web se está convirtiendo en una extensión de nuestra cultura, nuestras relaciones sociales, necesidades y anhelos personales. Por supuesto que todavía nos encontramos con personas que tratan de realizar una distinción entre vida real y vida virtual, sin embargo esto se da de forma mayoritaria en las generaciones que crecieron o, al menos, vivieron en un mundo desconectado, sin Internet; mientras que los jóvenes de hoy en día (y que tienen acceso a la red de redes no lo olvidemos) esculpen su día a día con una herramienta que consideran una extensión más de su vida propia.

Recientemente, Internet cumplió 40 años y uno de sus creadores aseguraba que la Red se encuentra en su adolescencia, con las hormonas a flor de piel, mientras trata de crearse una identidad. Sin embargo, 40 años es una generación en términos vitales de un ser humano, por lo que mientras Internet da sus pasos cada vez más aceleradamente, joven y brillante, aquellos que fueron poniendo piedra sobre piedra en su construcción para convertirla en lo que es (Ya se trate en términos de tecnología o de contenidos) envejecen y desgraciadamente mueren.

La muerte es la última barrera del ser humano, un elemento que nos cuesta de entender e incluso creer, pero como parte de nuestra vida, dependiendo de la cultura que hayamos recibido y donde hayamos crecido, la celebramos o la odiamos aunque sea una parte inseparable de nuestro ser. No hace falta que me vaya muy lejos ni en el tiempo ni en el ámbito de esta página web para recordar el debate que propuso Tomàs Baiget en la lista de distribución Iwetel sobre el directorio Exit. Este directorio era una iniciativa propia de Baiget en el que quería recoger a la mayor parte de los expertos en el tratamiento de información. Cargado de paciencia y una cámara digital, fue retratando y agregando a los profesionales que conoció en cursos, jornadas y congresos. Sin embargo, llegado a cierto punto, algunos de estos profesionales fallecieron y la duda que surgió fue: “Ante esto, ¿qué hacer?”

La muerte parece que se está convirtiendo dentro de esta sociedad de consumo en una de las partes más feas, algo a evitar y obviar en la medida de lo posible. En el mundo real, su gestión está completamente protocolarizada, llevamos miles de años tratando de aceptar y tratar la muerte en nuestras vidas y nuestro entorno social, sin embargo ¿qué hacer en el mundo digital?

No es una decisión sencilla, a pesar de que cada vez más se trata con total normalidad (De hecho, desde la aparición de la Web también lo hicieron los denominados Cementerios Virtuales). Los blogs, esos elementos tan participativos, fueron los primeros que abrieron una brecha para contemplar el fallecimiento de una persona con normalidad. Incluso el suicidio, una de las decisiones vitales más censuradas por nuestra sociedad, ha sido descrito y retratado en algunos blogs. Pero a los administradores de sitios web, la duda sobre el respeto hacia las personas les asalta. ¿Qué hacer con los perfiles de las personas ya fallecidas? ¿Los retiramos por respeto? ¿Los mantenemos como homenaje?

Llegado el momento, la red social Facebook también ha tenido que tomar una posición y ha considerado que lo mejor que se podía realizar es mantener el perfil del difunto como un memorial, un lugar donde sus conocidos pudiesen dejar sus condolencias a su amigo sin que nadie pudiese violentar su memoria. En algunos foros, esta decisión se ha contemplado con cierta guasa como algo ridículo o innecesario, pero no hay nada más lejos de la realidad. Al igual que debemos gestionar lo que publicamos como parte de nuestra vida en la Web, también deberemos acostumbrarnos a aceptar y enfrentarnos a la muerte dentro de ella, siempre que dispongamos distintas opciones sobre cómo queremos tratar ese hecho de una forma personal e íntima, por supuesto.

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Los flujos de información ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman

El mundo ha cambiado. Lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire…
Mucho de lo que era, se ha perdido… Pero nadie vive que lo recuerde.

De estas frases, ninguna de ellas, son mías. El titular lo he extraído del último artículo de opinión del director de El Boletín, un semanario económico regional de la Comunidad Valenciana, Cruz Sierra; mientras que las otras frases citadas más de uno podrá recordarlas.

El mundo de la información está cambiando de forma completamente dramática, el modo en el cual la consumimos también y los profesionales de la información nos enfrentamos a la encrucijada de si realmente estamos preparados para los cambios que se avecinan. En España, el colectivo de los profesionales de la información lo constituyen dos grupos diferentes pero que no se han puesto de acuerdo a la hora de apropiarse de cierto término, pero que contemplan cómo el mundo se les está transformando.

Si bien los documentalistas, han tratado de adaptarse a los nuevos tiempos mediante las fórmulas de denominación como infonomistas o vigilantes tecnológicos; lo cierto es que estas fórmulas han resultado, más que integradoras, excluyentes; distanciando colectivos que bien podrían haberse dado la mano. Por su lado, los periodistas han tratado de encontrar sus sinónimos en los profesionales de la comunicación, primero, mientras que posteriormente han tratado de englobar todo el hecho comunicativo mediante la fórmula profesionales de la información. Además, el término Ciencias de la Información se consideran en España patrimonio de los periodistas (Algunas facultades universitarias se acogen a esta denominación), mientras que los documentalistas consideran su disciplina, la Documentación, como la Ciencia de las Ciencias, es decir, la Ciencia de la Información Científica.

Este aparente choque entre disciplinas tan radicalmente distintas no es sorprendente. El proceso de la información puede ser reducido ha tres conceptos básicos, a saber, Información – Comunicación – Documentación, una tríada que puede ser ampliada agregando todos los elementos que se deseen pero que puede ser perfectamente entendida con estos componentes. Sin embargo, documentalistas y periodistas se enfrentan a un nuevo mundo dominado por la Web en el que el soporte es fagocitado por los bits y el distribuidor principal de usuarios casi se centra en un único actor.

Del lado de los periodistas, David Simon lo resumía estupendamente en el reportaje que le dedicaba El País a su estupenda serie The Wire en el que atacaba a la blogosfera. De esta manera, el periodista acusaba a los bloggers de dedicarse en la mayoría de los casos “a amontonar informaciones que encuentran en otros lugares sin hacer ellos mismos ningún ejercicio de periodismo. Y acuso a los bloggers de escribir mucho sobre corrupciones sin haberse dedicado nunca a conocer por dentro las instituciones que critican”. Simon no cree en el periodismo ciudadano ni en su viabilidad dentro de una sociedad que necesita del tutelaje del cuarto poder y críticas no le han faltado.

Los periodistas han descubierto cómo las fuentes primarias vuelcan sus informaciones en la Red reclamando el protagonismo que sólo ellos deberían otorgarles después de un trabajo de filtrado, contextualización y análisis. Sin embargo, los blogs – y el Social Media resultante de su evolución – se saltan ese proceso. En muchos casos, la falta de contextualización sólo sirven para que los blogs, muchos de ellos comerciales, se centren en la réplica de las notas de prensa de empresas e instituciones sin querer entrar en la validez de esas informaciones. Ése es el principal error y lo que la sociedad está perdiendo lentamente. Puede que el producto final de la Web Social no sea de calidad, pero dentro de Internet es popular y por ello rentable y, como bien sabemos de otros medios de comunicación, lo popular se enfrenta con la calidad del producto final, aunque interesadamente nos gusta obviarlo.

Por su parte, los documentalistas han intentado realizar un proceso de reflexión propio. De este modo, José López Yepes presentaba al Homo Documentalis (un ciudadano intelectual capaz de crear y consumir responsablemente ciencia y cultura) y el Homo Documentator (un nuevo perfil de documentalista a la altura de la sociedad de la información). Sin embargo, las nuevas competencias del documentalista propuestas por el catedrático parecen ser fagocitadas por el Homo Documentalis, que se conforma con los instrumentos que la Web le pone a su alcance.

Los documentalistas más veteranos, a los que hacíamos referencia en un texto anterior, contemplan cómo los flujos de información dentro de la sociedad están cambiando de forma acelerada, mientras aquellos encargados de analizarlos parecen estancados en un pasado mejor. El Homo Documentator debe de dar un paso más hacia la comprensión de la información como un bien económico, entender sus características y su ecología. Debemos comenzar a abandonar los libros como elementos principales del transmisión del conocimiento y comenzar a detenernos a comprender e integrar el proceso informativo como un todo que debemos estudiar, hasta los editores comienzan a considerar a Google como lo peor que les ha sucedido, y los libros electrónicos como el futuro inevitable.

El futuro es completamente apasionante y debemos comenzar a incorporarnos a él. Los flujos de información, lo que verdaderamente nos debería preocupar, todavía se encuentran ahí, no han sido destruidos; debemos de localizarlos, estudiarlos y sacarles partido en la medida que sea posible para nuestras organizaciones.

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La revolución infiltrada

A tenor de lo sucedido en las últimas semanas, podemos asegurar que Internet ya ha alcanzado la mayoría de edad. El invento transmisor de ideas más importante desarrollado desde la difusión de la imprenta por Gutenberg ya nos ha cambiado para siempre, irremediablemente. El Mundo asiste estupefacto a las revueltas sociales en Irán tratando de etiquetarlo mediante el uso de herramientas, la revolución Twitter (que se dio previamente en Moldavia), pero no podemos olvidar que también las imágenes y los vídeos son fundamentales para poder entender lo que está sucediendo.

Es la revolución del mensaje corto, sólo 140 caracteres pueden ser utilizados en Twitter, que facilitan el intercambio rápido de la información, casi telegráfico, la creación de un espacio para la organización y poco más. El Gobierno iraní trató de limitar el posible efecto de las elecciones presidenciales cortando la posibilidad de enviar SMS a través de los móviles preveyendo quizá el descontento social, como ya se había dado en otros países en otras circunstancias, pero su Sociedad se les había adelantado, siempre un paso por delante de los Gobiernos y se organizaron de forma rápida. Acudieron a la Web, a las herramientas que no fueron cortadas tras percatarse que la comunicación del descontento iba por otras vías.

Si las industrias audiovisuales descubren cómo el modelo de negocio se les escurría entre los dedos, no pudiendo impedir que sus productos se distribuyan de forma casi gratuita por los internautas, qué podría suceder con las ideas y los sentimientos de los ciudadanos.

Mientras tanto los medios de comunicación, muchos de ellos expulsados de Irán por las autoridades, luchan para entender el fenómeno donde no son ellos los que distribuyen la información, tratando contrastar las informaciones que se dan y aportan desde dentro. Contemplan estupefactos esa revolución porque no son ellos los que persiguen la noticia, no pueden contrastarla, han sido apartados de ella, pero deben de darla. Es el momento definitivo del periodismo ciudadano, de la utilización de la Web como medio de comunicación sin barreras, que se encontró denostado durante estos últimos años y que en épocas de agitación se revuelve contra los cánones establecidos; demostrándose que la información se abre camino a pesar de las muchas barreras que se le puedan interponer.

Hoy, asistimos a la madurez de la Web, a su asimilación por la sociedad, al traspiés de los medios de comunicación como vehículos del descontento social y como transmisores del mismo, aunque eso sí no de su análisis ni interpretación ni contextualización que no deja de ser una honrosa y titánica tarea. De momento, veremos en qué acaba.

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