Saltar al contenido →

Categoría: Cajón de sastre

Usos y abusos de las Creative Commons

Oratio publicata, res libera est (Lo publicado pertenece a todos), una certeza y la firma que suelo usar cada vez que envío un correo electrónico. Sin embargo, puede que no sea del todo correcto.

Hace ya un tiempo, recogimos aquí que algunos de nuestros contenidos estaban siendo volcados en un portal sobre e-learning, esto nos pareció curioso – ¿realmente lo merecían? -, aunque es cierto que un poco escandaloso debido al volumen de los textos que estaban siendo depositados allí, así como por su cantidad.

Antes que nada, debemos señalar que gracias a la licencia de uso que utilizamos en este sitio web, permitimos:

  • Copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra.

  • Hacer obras derivadas.

Aunque también ponemos una serie de restricciones como:

  • Reconocimiento. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador. 

  • No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales. 

  • Compartir bajo la misma licencia. Si altera o transforma esta obra, o genera una obra derivada, sólo puede distribuir la obra generada bajo una licencia idéntica a ésta.

  • Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien claro los términos de la licencia de esta obra.

Sobre nuestro caso, poco más podemos añadir salvo lo dicho en su momento, sin embargo otros bloguers que han sufrido en sus carnes lo que nosotros, nos propusieron batallar contra el portal como ellos hicieron previamente por sentirse agraviados por el uso que se estaba haciendo de sus contenidos desde ese sitio web. Finalmente, por nuestra parte, consideramos no actuar porque nunca se sabe cuándo esta bitácora va a ser engullida por el tiempo, además de que no nos parecía pertinente en ese momento.

Desde el convenio de Berna, de 9 de septiembre de 1886,  para la protección de las obras literarias y artísticas, en el que se detentaba todo el derecho de explotación de una obra al autor, mucho ha llovido. Los editores han ido ganando terreno sobre la ostentación de derechos de autor sobre las posibilidades de creación y distribución de una obra hasta llegar al momento actual en el que casi pueden diseccionarla en pedacitos. Pero la contrapartida es que hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, los creadores se convierten también en editores, pudiendo distribuir sus obras a coste cero y en ocasiones sin ser ellos mismos los que costeen el gasto que esto siempre supone.

Pero la superabundancia de contenidos en la Red, además de hacer tambalear antiguas industrias culturales como la discográfica, también está suponiendo verdaderos quebraderos de cabeza a los autores. Las Creative Commons son unas licencias que los internautas pueden utilizar para la distribución de contenidos fijando una serie de condiciones sencillas de entender, pero no siempre son fáciles de seguir.

Así tenemos medios de comunicación que no tienen reparos a la hora de publicar fotografías que han encontrado en la Red, pero tampoco los tienen otras compañías con modelos de negocio completamente distintos con fines publicitarios. Por supuesto, que en otras partes del globo también utilizan fotos sacadas de Flickr, y no nos cansaríamos de poner ejemplos.

Pero a la controversia generada, debemos añadir un escalafón más. Actualmente, en la Red se está debatiendo sobre el derecho de la imagen y de autoría de las fotografías. Que a alguien le hagan una foto, la publiquen en Flickr, que el autor permita su uso comercial, y que posteriormente sea utilizada en una campaña puede llegar a no ser correcto. ¿Podría la persona retratada denunciar al autor de la instantánea y la empresa anunciante/anunciada por violar su privacidad? El hecho es que se está generando todo un debate sobre el uso de las licencias Creative Commons, sobre el derecho de imagen y de autoría y que, desde luego, es apasionante.

3 comentarios

El descrédito de la memoria en la Sociedad de la Información

Es curiosa la contradicción en la que se sumerge la cacareada Sociedad de la Información con proyección a convertirse en Sociedad del Conocimiento. Disponemos de innumerables fuentes de información, nos ofertan análisis de todo tipo cual mercadillo, podemos hallar puntos de vista completamente transgresores e, incluso, algunos que ningún medio de comunicación se atrevería a publicar ni siquiera señalar. Sin embargo, esta sociedad impactada continuamente por promociones publicitarias, por necesidades sociales, vitales y de consumo completamente conducidas por las cabezas pensantes del marketing de las marcas; cae con demasiada facilidad, tal vez una derivación de su propia obsolescencia, en el olvido.

Porque todas esas informaciones, esos análisis se superan inmediatamente por los nuevos hechos, como si su inmediatez fuese precisamente su condena, debido a que se quedan en la superficie dejando de lado la necesidad de una visión más profunda con mayor perspectiva y sosiego que todo análisis, merecedor de ese nombre, necesita. Puede que se trate de una consecuencia de los tiempos que corren. Nuestra mayor lacra consiste en que el Donde dije digo, dije Diego es demasiado frecuente a todos los niveles, tanto a nivel político como empresarial y/o personal. No importan los insultos a la inteligencia a los que nos tienen demasiado habituados nuestros líderes, nos encontramos con que una sonrisa de maldad puede enterrar a la palabra, como si éstas no tuviesen el peso de antaño. Es obvio que ya no lo tienen.

Los jóvenes no se detienen a aprender a escribir, ni a expresarse, no se les transmite que se trata de una necesidad. Eludimos que el proceso de síntesis que merece todo escrito bien realizado es un seguro para la vida futura, para defender los ideales de cada uno y la integridad de un individuo. Hoy en día, todo parece ir demasiado deprisa, hemos interiorizado completamente el eslogan "consume y muere" y si no puedes consumir: púdrete. No te esfuerces en realizar un esfuerzo intelectual para desarrollar un trabajo para el colegio, plágialo, con un poco de suerte el profesor no se percatará. Si trabajas, si realizas el esfuerzo por ti mismo, es probable que seas el único estúpido que lo haga. Incluso, los actores de teatro dentro de una nueva moda ya no memorizan sus obras, ahora se dedican a leerlas en el escenario, el apuntador se ha convertido en un libro abierto en sus manos, ¿para cuándo grabarán sus voces y las emitirán en Dolby Surround para el patio de butacas ofreciendo tan sólo su presencia a los espectadores que han acudido a verlos a ellos?

La memoria es un valor a la baja en nuestra sociedad, y no podemos salvar siquiera la cotidianeidad. Ya no recordamos los números de teléfono de nuestras amistades, ni sus direcciones postales, para qué hablar de las direcciones de correo electrónico; las tenemos almacenadas en cachivaches electrónicos, desconocemos la cantidad de películas o canciones que poseemos pero que ni siquiera hemos visionado ni escuchado. Consumimos demasiado rápido, somos seres multitarea que saltamos de un lugar a otro ante cualquier hecho que nos desvíe la atención, necesitamos el silencio sepulcral para estudiar, para trabajar o para leer. Precisamos de un símil de burbuja etérea para centrarnos en una sola actividad, sin percatarnos de nuestra culpabilidad inmediata, nuestra atención es demasiado cara y siempre la andan buscando, importunándola.

Anteriormente, disponíamos de un canal televisivo, ahora disponemos de cientos para sortear las promociones publicitarias. Que consigamos atender a un anuncio dentro de ese canal, que captemos su mensaje, es ya una tarea demasiado ardua en una sociedad que busca que se lo den todo hecho y con prontitud, que no parece ser consciente de que el esfuerzo presta su recompensa a quien lo merece, a quien piensa y es consciente de cómo ella se mueve. De este modo, nos percatamos de que la sociedad planteada en 1984 es irrisoria hacia donde nos conducimos, donde la globalidad parece ahuyentar nuestra perspectiva de los hechos, como si la necesidad de estar alineado fuese suficiente para colmar una vida entera y plena, aunque tarde o temprano nos percataremos que nunca es suficiente

4 comentarios

Las rutas literarias

Escocia siempre será para mí la que R.L. Stevenson me descubrió en mi infancia, con su novela Secuestrado. La Escocia salvaje que David Balfour recorría  desde la Isla de Mull hasta Queensferry, intentando volver a casa y reclamar su herencia, es la que buscaré si alguna vez voy allí.

Si emprendiese semejante viaje, no sería la primera en visitar una ciudad, un país…, buscando los paisajes y las gentes que los escritores han retratado en sus novelas. El boom literario que supuso El Código Da Vinci de Dan Brown, ha llevado a muchos a seguir los pasos de sus protagonistas de París a Londres, para identificarse con ellos y sentir la magia de la narración en primera persona.

En este aspecto, Gran Bretaña cuenta con una gran oferta de turismo literario que, nos transporta a la Inglaterra de la época Regencia de la mano de Jane Austen en Orgullo y Prejuicio, nos permite visitar Yorkshire con las hermanas Brontë, Dorset con Thomas Hardy, Londres y el sur de Inglaterra con Virginia Woolf, Gales e Inglaterra con Dylan Thomas, e incluso los escenarios reales en Londres, Oxford y Gloucester donde ruedan la versión cinematográfica de las novelas de Harry Potter .

Pero en España no somos ajenos a esta atracción por la literatura y los viajes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ha arrastrado a más de uno por los parajes de Castilla, quizá con la esperanza de desfacer algún entuerto. Otros, han viajado a la Alcarria con Camilo José Cela, han recorrido Valladolid siguiendo la ruta de El Hereje de Miguel Delibes, conocido Asturias gracias a Leopoldo Alas “Clarín”, la Granada de Federico García Lorca, o se han llevado una visión más global sobre nuestra geografía literaria.

Hay muchas novelas que nos invitan a viajar, porque quienes las escriben poseen una sensibilidad extraordinaria para captar en sus historias los lugares y las gentes que los habitan, dejando una huella imperecedera en nuestro subconsciente. Así que, ahora que empiezan las vacaciones, elegid vuestra novela, elegid vuestro viaje, pero tened en cuenta las palabras de Virginia Woolf:

El territorio de un escritor es un país limitado por su propia mente, por eso corremos el riesgo de la desilusión cuando tratamos de convertir esas ciudades fantasmas en cemento y mortero palpables. Sabemos cómo caminar por ellos sin carteles indicadores, sin policías; sabemos saludar a quienes por ellos nos encontramos sin que nadie nos los presente. No hay una sola ciudad, desde luego, tan real como la que podamos hacer a nuestro antojo y llenar con las personas que queramos. Insistir en que tenga contrapartida en las ciudades de la tierra es robarle la mitad de su encanto.”

Geografía literaria, de Virginia Woolf

3 comentarios

El número de Erdös

Es de creencia popular que el número máximo de pasos que hay que dar para conectar una persona con cualquier otra es de seis (Famoso epígrafe de Six degrees of separation). Es decir, que si vosotros quisieseis, por alguna razón u otra, contactar con el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tan sólo tendríais que hablar una persona conocida por vosotros, más próxima al Presidente que vosotros mismos, que a su vez hablase con otra conocida por él más próxima al Presidente, etcétera, hasta alcanzar un supuesto máximo de seis personas. Obviamente, la realidad es un poco más complicada que todo esto y para contactar con el Presidente los pasos a dar podrían ser mayores o menores dependiendo de la persona que iniciase el camino (Si finalmente consiguiérais hablar con él).

Sin embargo, si ahora observamos el caso de la web, al tratarse de un entorno más grande con un mayor número de individuos (Páginas web), se ha comprobado los pasos a dar para conectar una página web cualquiera con otra, aumentarían hasta el número de 19. Esto nos puede indicar que a mayor número de población, más pasos se deberían de dar hasta enlazar un individuo con otro. Trasladado esto de nuevo al entorno humano, para que yo contactase con el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, debería de dar un mayor número de pasos que seis hasta ponerme en contacto con él.

Leyendo Linked: How Everything Is Connected to Everything Else and What It Means for Business, Science, and Everyday Life de Albert-Laszlo Barabasi, descubro un número que es utilizado a modo de meme por los matemáticos que trata de reflejar los grados de separación entre unos y otros: El número de Erdös.

El húngaro Paul Erdös, nacido en 1913, fue un prolífico matemático que se adentró en las disciplinas de teoría de números, teoría de conjuntos, topología de conjuntos, análisis clásico, geometría discreta, extendiéndose a muchas otras áreas, entre ellas: probabilidad, topología, teoría de grupos y funciones complejas. Obviamente, al abarcar tal cantidad de materias fue muy prolífico, publicando más de 1.500 artículos, cantidad fuera de lo común, sobre todo en la ciencia de matemáticas.

Obviamente, el número de co-autores en sus trabajos también se sale de lo normal llegando a más de 484 colaboraciones, lo que facilitó la creación de un pequeño homenaje a este matemático en el Número de Erdös. Para calcular los grados de separación de un matemático a Erdös se debe seguir la secuencia: 1 si la persona publicó con Erdös, 2 si publicó con alguien que haya publicado con Erdös, su número de Erdös es 3 si publicó con alguien que haya publicado con alguien que haya publicado con Erdös, y así sucesivamente. Sorprendentemente, se ha calculado que el 90% de los matemáticos activos alrededor del mundo tienen un número de Erdös menor a 10. Así, por ejemplo, Albert Einstein tiene un número de Erdös 2, Francis H. C. Crick 5, Bill Gates 4 (A pesar de que no ha publicado mucho en ciencia) o Chen Ning Yang con 4.

3 comentarios

En la carretera, otra vez

Año nuevo, vida nueva, según del cristal con el que se mire, claro. En realidad, el año acabó para muchos el viernes 30 de diciembre puesto que finalizaba el contrato (o simplemente del acuerdo sobre el puesto de trabajo) que venían disfrutando hasta entonces. En efecto, después de seis meses, un año o dos años, trabajando en una empresa o en una institución pública o privada, creando expectativas, demostrando, o tratando de demostrar su valía, uno podría considerar que es el momento de que se le supiese apreciar convenientemente y que, finalmente, pudiese quedarse definitivamente en el puesto de trabajo que hasta ahora desempeñaba y que creía que se había ganado con su esfuerzo. Pero la realidad es otra y después de este tiempo de máximos y mínimos, el trabajador ya no resulta rentable económicamente para la empresa / institución y, en general, muchas de ellas deciden retomar el ciclo con otro trabajador, empalmando contratos laborales a distintos trabajadores uno tras otro para un mismo puesto y una misma función.

No hay que llevarse a engaño, ya que los propios responsables animan a seguir trabajando con un cambio de situación con distintos argumentos de futuro, a saber, que si un contrato mejor, que si una beca, etc. Sencillamente, aunque pueden llegar a materializarse en honrosos casos, se trata de tretas para que el trabajador no desespere y se cree unas falsas expectativas. Algunos, los primerizos, confiarán en ellas, sin embargo los más veteranos, y creo que ya hay suficientes de estos, no verán futuro y, resignados, comenzarán a buscar un nuevo trabajo acaso mejor, conformándose con algo peor.

10 comentarios

El libro más raro del mundo

Según el punto de vista de la Bibliofilia, el libro más raro jamás escrito sería, sin lugar a dudas, las Tablas de la Ley que Yahvé entregó a Moisés en el Monte del Sinaí.

  • La importancia del autor, que no admite competencia.
  • La trascendencia del texto, una ley moral para la mayoría de la Humanidad
  • La antigüedad
  • La materia escritoria (Piedra)
  • Su carácter de ejemplar único
  • El hecho de haber sido destruido, aunque posteriormente Yahvé ordenó a Moisés que labrara otras dos tablas y reescribiera el decálogo.

Extraído: MENDOZA DIAZ-MAROTO, Francisco. La pasión por los libros. Madrid: Espasa Calpe, 2002. P. 185

9 comentarios

La Biblioteca Imposible

Uno de mis trabajos consiste simplemente en navegar por la Red a ver con qué me sorprenden. En general, podría considerarse un trabajo un tanto tedioso, que no diré que no lo es, por la mayoría de las personas, pero de vez en cuando encuentro algunos tesoros que me gusta compartir, en general en forma de correo.

El que os dejo hoy es algo muy curioso y al que os invito a que perdáis un rato con él. Se trata de una exposición artística denominada La Biblioteca Imposible que se pudo ver en Art Futura en Barcelona durante octubre de 2001. También disponemos de una versión online para comprobar cuál hubiese sido el resultado si hubiésemos estado allí.

Su autora, María Laura Piaggio, define esta obra en su página web:

Esta instalación es mi exploración del territorio poético del espacio. Cada libro explora un posible repertorio de imágenes e interacciones entre un texto «virtual» y una estructura física que actúa como interfase y espacio de proyección.

Desarrollé mi exploración en dos niveles:

  1. La «materialización» de libros imposibles (estructuras digitales) sobre la estructura física de un libro. Un objeto-fetiche: un libro en blanco deviene interfaz.
  2. El resultado plástico originado en el «desfasaje» entre una materialidad (papel/libro), sobre el que la tipografía ya no está adherida, sino sólo proyectada.

Un resultado en el que interviene también el movimiento de las páginas y la sucesión de las proyecciones provocadas por la acción del usuario, las transparencias del material y las sombras.

Para mí, el resultado es impresionante, además de bastante curioso.

2 comentarios