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Categoría: Enredando

Una web que se devora asimisma (y 2)

[Sigue del texto anterior]

La Wikipedia ha sido un referente en la Web respecto a lugar confiable a la hora de consultar información. Si bien es cierto que permitir la edición de forma abierta, siempre ha sido uno de los desafíos de los bibliotecarios de la Wikipedia, la influencia de esta web ha provocado distintas Guerra de Ediciones. Actualmente, los responsables de la calidad de la Wikipedia tratan de lidiar de un fenómeno relativamente nuevo, la web ha comenzado a ser editada mediante IAs, lo que genera un problema de confiabilidad de los contenidos de la enciclopedia online y por lo que se ha creado un grupo específico, Wikiproject IA Cleanup, para tratar de atajar el problema. Este equipo trata de revisar el contenido falso o equívoco creado por la inteligencia artificial y actualmente está compuesto por unas 80 personas.

De momento, es sencillo detectar estas inexactitudes determinado por distintos patrones a la hora de redactar los textos por parte de la inteligencia artificial o con las imágenes porque las versiones actuales tienen ciertos problemas a la hora de generar manos y dedos (algo que se está corrigiendo de forma acelerada, también habría que indicarlo). En el caso del texto, muchos bots siguen un mismo estilo a la hora de generar los textos, por lo que un ojo experimentado puede detectarlo.

Por ejemplo, en el caso anglosajón, se ha comprobado que la palabra «delve (ahondar)» ha incrementado su uso en la Web de forma exponencial según la inteligencia artificial se hacía más popular. Además, en el caso de la Wikipedia, la tendencia a generar citas incorrectas o directamente inventadas genera enlaces que no van a ninguna parte o son erróneos, lo que permite al mismo tiempo, determinar qué tipo de textos han estado generados por una IA.

Aunque lo que está sucediendo en la Wikipedia es ilustrativo en cuanto a la lucha que mantenemos los seres humanos respecto a esos generadores autónomos de contenido, la IA está cubriéndolo todo generando polémicas en distintos ámbitos como la fotografía, los diseñadores gráficos, la literatura, la música… pero también otros ámbitos profesionales como los artículos científicos o el periodismo con ciertas consecuencias todo sea dicho.

En el ámbito de la Web, la situación es aún podría considerarse peor. Cada día se generan de forma autónoma una cantidad ingente de contenidos desvirtuando los resultados de los buscadores (si es que les quedaba algo de verosimilitud a la hora de devolver los mejores resultados). El problema más allá de ese contenido es que los modelos se entrenan con una gran cantidad de información de forma abierta y esa información está desapareciendo a marchas forzadas. En un artículo de la revista Nature, se recogía que los modelos IA colapsaban cuando se entrenaban de forma recurrente con contenidos generados por IAs. Es decir, que los modelos generaban contenido basura sin ningún tipo de sentido.

Además de la necesidad de reducir su exposición a demandas por violación de las condiciones de uso de las principales editoriales, OpenAI está tratando de asegurarse el acceso al contenido de buena calidad, tratando de limitar este daño colateral firmando acuerdos con las principales empresas editoras tanto de noticias como de contenido científico para de esta manera que sus algoritmos no sufran por la cantidad de información que se autogenera e inunda poco a poco la Red.

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Mombies, esos zombies tecnológicos modernos

El hombre me miró extrañado y confuso, mientras me veía hablar animadamente. No llegó a entender lo que estaba sucediendo, comprobó que llevaba unos auriculares, sí, pero no llegaba a comprender qué sucedía mientras lanzaba palabras hacia nada y hacia nadie. Pasó de largo y no me dijo nada, qué podría decir ante tan sólo una persona con un comportamiento extravagante pero no punible, aunque sí confuso, su confusión. Su extrañeza hubiese quedado en nada si no hubiese tenido tiempo de cruzarse con mi padre y decirle para su sorpresa ese tío está loco, sin conocernos a ninguno de los dos, por supuesto.

Aquel hombre consideraba que estaba hablando solo, lo que le generó su sorpresa. Aunque, como se podrá imaginar, realmente estaba hablando por teléfono móvil y tan sólo estaba usando unos auriculares con micrófono que me permitía hablar sin que el hombre viese que estaba usando un aparato. Visto en perspectiva, me hubiese gustado haberle trasladado desde aquellos años, cuando se estaban popularizando los teléfonos móviles, a un día cualquiera en el metro de cualquier urbe. Es posible que se hubiese sorprendido por el avance tecnológico o simplemente hubiese pensado que una epidemia ha arrasado con la especie humana. Una epidemia que nos tiene enganchados y mirando constantemente a un rectángulo que genera colores.

Me gusta llamarlos, o llamarnos porque yo también lo soy, MOMBIES. Los encontráis fácilmente. Se trata de esas personas con la mirada perdida, que te miran pero no te ven, que aparentemente hablan hacia ninguna parte, generando confusión y desasosiego a sus contrapartes porque no sabes si te están hablando a ti (en ocasiones) o están enfrascados en alguna otra parte. Mombies, construida con las palabras móviles y zombies, que tienes que esquivarlos en los andenes del metro o directamente en las calles porque andan trabajosamente, mientras tratan de contestar WhatsApps (u otra aplicación de mensajería popular) o que están pasando pantallas de vídeos de Instagram o TikTok. También puedes verlos sosteniéndolos de forma perpendicular a sus orejas, escuchando algún mensaje o algún vídeo, con la mirada perdida y en una pose un tanto caricaturesca, aunque no parece importarles demasiado.

Siendo justo, a veces me sorprendo totalmente aislado, leyendo en el Metro el teléfono móvil algún periódico o mi lector de RSS (una de las mayores pérdidas de las redes sociales) enfrascado y con unos auriculares con cancelación de ruido. Me decepciono conmigo mismo porque soy de aquellos que piensa que lo mejor que puedes hacer cuando visitas una ciudad de visita es meterte en el metro o en el tren para conocerla. La vida está en un vagón de metro, me digo, pero también soy consciente de que con un teléfono en la mano, me percato que la vida pasa delante de mí sin que me dé cuenta.

Los zombies son personas muertas resucitados por medios mágicos por un hechicero para convertirlo en su esclavo. Los mombies no están muertos, pero sí que hay un hechicero que los convierte en sus esclavos para arrancarles un hálito de su vida. Puede que sean diez minutos o una hora vital de su vida al día, porque la vida no se encuentra en una pantalla.

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El meme denuncia desplaza a la fotografía

«Que las fotografías sean a menudo elogiadas por su veracidad, su honradez, indica que la mayor parte de las fotografías, desde luego, no son veraces»

Susan Sontag

Antes de aprender escribir, la Humanidad aprendió a dibujar. Cuando la Humanidad necesitaba contar historias, recurría a la oración reforzada con pinturas y pictogramas. El refrán «una imagen vale más que 1000 palabras» transmite esa idea. Una sola imagen puede transmitir ideas complejas de una forma más efectiva que una descripción verbal o mediante un texto.

Muchas imágenes se han quedado fijas en el imaginario colectivo. Algunas simplemente por el mero gusto contemplativo, mientras que otras se han utilizado para denunciar un conflicto y las injusticias de una guerra. El fotógrafo Nick Ut consiguió remover conciencias a nivel mundial en junio de 1972 cuando inmortalizó a unos niños huyendo de un bombardeo a su aldea durante la guerra de Vietnam. La fotografía de una niña abrasada por el napalm estadounidense dio la vuelta al mundo y para remover conciencias de un mundo adormilado de años de conflicto. El fotógrafo que tomó la imagen en 1972 estaba convencido que la fotografía podía mejorar el mundo. En este caso, lo hizo.

50 años más tarde, la conciencia del mundo parece haberse transformado. Los grandes medios de comunicación apenas pueden modular el estado de una opinión pública más centrada en sus necesidades individuales y en sus sesgos de confirmación. La transmisión de la información se desborda a través del transmedia, los puntos de emisión son tanto los medios de comunicación de masas, las redes de dispersión social como otro tipo de plataformas más íntimas como la mensajería personal. Las imágenes siguen siendo más importantes que las palabras, pero esas imágenes ya no tienen porqué haber sido grabadas de forma consciente e intencionada por un ser humano allí donde sucede el hecho.

All eyes on Rafah (Todos los ojos en Rafah) ha sido la primera imagen generada por Inteligencia Artificial que se ha hecho viral para denunciar una situación de conflicto. Compartida por más de más de 46 millones de cuentas solo en Instagram, es una de las imágenes que invitan a mirar la situación sobre una zona geográfica con fuertes tensiones que no muestra la realidad del hecho que trata de denunciar.

Esto puede llegar a mostrar un cambio de paradigma sobre el periodismo. A pesar de las imágenes que los fotoperiodistas y los video-reporteros tratan de compartir a riesgo de sus vidas como llevan haciendo desde generaciones, el valor de la representación de la verdad ha perdido parte de su significado. Ya no son capaces de generar opinión pública (y no por falta de imágenes crudas) sino porque las vías de distribución de las mismas se encuentran bloqueadas y restringidas por una suerte de política de restricción de «contenido gráfico.» Sólo una imagen dulcificada, prácticamente blanca, generada por una inteligencia artificial consigue hacerse viral, porque el mundo ha olvidado cómo remover conciencias degradando el valor de la imagen o, peor, esta vez sí, que sólo pueda mirar hacia otro lado.

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De libros durmientes, yoes enterrados

«Hay, entre todas tus memorias, una

que se ha perdido irreparablemente»

Límites – Jorge Luis Borges

En algún momento, debes encarar una mudanza. Sin importar el número de maletas o cajas que vayas a usar, en definitiva es un juego de sumas y restas. Qué es esencial y qué no, con qué podrás cargar y qué podrás olvidar. En ocasiones, debes acarrear con lo justo, en otras tienes que realizar una tarea hercúlea de vaciado interior. Y, a veces, creas una cápsula de tiempo de forma inconsciente que en algún momento tendrás que desenterrar.

Diez años después, tras dejar congelada una parte de tu vida, cobijada en paredes de cartón, abres esa parte detenida en el tiempo. Emergen objetos que compraste y tuviste que dejar atrás, algunos regalos, otras cosas utilitarias que necesitaste en algún momento. Cuando la luz vuelve a empapar esos objetos, los recuerdos rebrotan con fuerza mientras que otros no sabes de dónde salieron, y es inevitable que alguna enmarque tu rostro, pero los libros te pueden llegar a afectar de cierta manera.

Libros seleccionados a lo largo de años, intencionalmente señalados como composición de un Yo, destilados por intereses personales y profesionales. Descubrirlos, emergerlos de una parte de tu memoria, es reencontrarte contigo mismo. Una fotografía compuesta de innumerables aristas, inconcreta, borrosa, pero que se define como un todo. Una parte de ti quedó congelada, aparcada y te miras frente a frente. Una sensación de pérdida, de cambio, de sentir cómo la vida de ha moldeado hacia algo que tal vez no es algo sobre lo que te podrías identificar.

Pero ese yo atrapado, detenido, se ha mantenido vivo. Con nuevas experiencias, nuevos libros y lecturas. Nuevos intereses y destinos. El Yo que se dejó atrás se superpone sobre el actual, dejando en el aire la duda de saber si uno podría definirse así mismo o sólo es un enigma encerrado en una biblioteca.

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Todos quieren parecerse al filtro de Instagram de moda

Uno de los ámbitos donde la inteligencia artificial va a tener mayor impacto (entre otros muchos) es el de imagen. Los ámbitos de aplicación de esta tecnología en el campo de la imagen son diversos y muy potentes, pero hay uno que está comenzando a afectar en cómo interpretamos al mundo, la sociedad y nosotros mismos.

En un primer momento, las aplicaciones móviles destinadas para su uso en Instagram y otras redes sociales, sólo podían tratar las imágenes a posteriori. Es decir, se tomaba una foto y el móvil debía interpretar la imagen hasta llegar al resultado deseado. Sin embargo, actualmente estos filtros ya pueden tratar las imágenes en tiempo real, mientras se está grabando un vídeo o se está produciendo una videollamada. Todo esto gracias al salto en el procesamiento de la información que permiten los móviles hoy en día.

Si bien la presión social y mediática, se había centrado en la belleza y en ser eternamente joven, hoy en día desborda también esos ámbitos. El bótox se había constituido como una de las principales armas estéticas para tratar de ir eliminando las arrugas que iban apareciendo en los rostros de las personas a lo largo del tiempo. En algunos casos, esa obsesión para tratar de detener el tiempo había sido contraproducente porque a lo largo que acudían a más sesiones de cirugía, sus rostros se iban congelando y cambiando, limitando una de sus principales herramientas de trabajo: paralizaba algunas expresiones de sus rostros.

Más allá de la influencia que puedan suponer las principales figuras mediáticas, hoy en día se añade una más que se puede usar todos los días y muchas ocasiones gratuitamente. Además el impacto es inmediato porque la imagen que se transmite en las redes sociales es prácticamente personal, pero puede también modificar cómo nos ven y cómo nos vemos personalmente.

La era de la Instagram Face como se la ha denominado empuja los límites de cómo nos vemos y vemos al resto. Sin embargo, es una imagen algorítmica, edulcorada y estandarizante de consumo sencillo y nada sutil. El problema surge cuando se busca trasladar la imagen falsa o fake de uno mismo que se genera a través de un algoritmo a la vida real. Y no sólo por la falta de autoestima que genera, sino porque los algoritmos generan una imagen que no se puede obtener en la mayoría de ocasiones: labios gruesos, ojos más grandes o una nariz minúscula. Al fin y al cabo, la fisiología facial es propietaria de cada uno y los algoritmos tratan de estandarizar esa belleza añadiendo particularidades étnicas fusionadas en una sola imagen.

Esta situación comienza a ser tan generalizada que ya tiene nombre de enfermedad mental: dismorfia de Snapchat. Esta situación describe la obsesión del paciente respecto a su apariencia corporal y aquellos que la sufren se encuentran preocupados e infelices por su aspecto. Lamentablemente, esta imagen no se sustenta sobre algo real o físico, sino la interpretación de un algoritmo sobre nuestro rostro para que obtenga más likes y más comentarios. Una carrera para modificar nuestro rostro según la moda de los influencers y las marcas de turno y la interpretación que haga el algoritmo del canon de belleza del momento que estemos viviendo.

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La vida es una espiral algorítmica

Aunque somos cada vez más conscientes de que nuestra vida digital es cada vez es menos aleatoria, atrapados por decisiones de diseño y empujados por sistemas que quieren que no les abandonemos tan rápido; es posible que lo seamos menos de la gran dependencia que estamos adquiriendo sobre unas líneas de código que poco a poco van tomando decisiones por nosotros y sobre nosotros.

Ya no estamos hablando de aspectos un tanto banales, aunque cada vez lo sean menos, respecto al consumo que hacemos de la información tanto en redes sociales como en otras plataformas diseñadas para su consumo. Este código puede ser cambiado en cualquier momento por las empresas que controlan el producto sobre cuestiones de ego de sus propietarios o para otras cuestiones más lesivas y de manipulación de las masas como se demostró en el caso de Facebook y su acuerdo con Cambridge Analytica.

Cada vez más, los algoritmos intervienen de forma directa en nuestras decisiones y sobre las decisiones que toman sobre nosotros. En algunos casos, los algoritmos tratan de engancharnos para que consumamos un tipo específico de contenido (YouTube y sus vídeos de gatitos), mientras que en otras ocasiones tratan de seguir invitándonos a adquirir un producto aunque ya lo hayamos adquirido (¿a quién no le hace constantemente esto mismo el algoritmo de Amazon?).

Pero, mientras que tal vez te hayas detenido más de la cuenta a ver un vídeo gracioso de un gato persa sin mayor interés que la anécdota o puede que en tu búsqueda de tu próximo móvil hayas visto demasiadas marcas y que Amazon considere que en vez de uno necesitas dos, hay algoritmos que diseñados por las personas inciden en sus vidas y en las decisiones que toman sobre las mismas terceras personas.

El propio Amazon tuvo que enfrentarse a su propia contradicción de su algoritmo de selección de personal que consideró que no era conveniente seleccionar a mujeres en puestos de ingeniero. En cuanto se percató del error, la empresa norteamericana tuvo que retirar su algoritmo debido a la ineficiencia del mismo y a los sesgos sobre los que se había programado. Si la mayoría de los ingenieros son hombres, seguramente se deberá a que las mujeres deben ser malas ingenieras debió de concluir el sistema informático que reclutaba perfiles.

Sin embargo, esta noticia es de 2018 y parece que se ha avanzado poco para tratar de evitar caer en este tipo de errores. Por ejemplo, recientemente los medios de comunicación recogían el caso del Gobierno holandés donde se investigaban a las familias menos favorecidas porque el algoritmo sospechaba que se estaba produciendo un fraude con las ayudas. Este tipo de algoritmos que se están comenzando a utilizar de forma masiva en las administraciones públicas de Europa tratan de cruzar una gran cantidad de datos para detectar la infracción y principalmente a barrios de ingresos humildes. Sin embargo, los criterios que en ocasiones se utilizan para detectar esos fraudes pueden ser discriminatorios como por ejemplo ser madre soltera y también otros que atentan contra la privacidad de las personas de forma mucho más directa.

Por supuesto que no sólo las instituciones públicas están tomando sus decisiones basándose en algoritmos y que pueden tener un impacto significativo en la vida de las personas. El sector privado también lo está haciendo y lo están realizado de forma mucho más acelerada. Un ejemplo es el de la toma de decisiones respecto la valoración crediticia sobre los consumidores donde se han aplicado masivamente y están repercutiendo sobre las vidas de las personas de forma decisiva. En ocasiones, las razones de las valoraciones las desconocen incluso los propios empleados puesto que estos algoritmos son cajas negras donde no queda muy claro las razones por las que se toman ese tipo de decisiones.

De forma progresiva, este tipo de sistemas se van integrando paulatinamente en la toma de decisiones de las empresas y los organismos públicos. Por ejemplo, en EEUU los algoritmos ya son responsables de decidir qué niños pueden entrar en los programas de familias de acogida, qué pacientes recibirán atención médica y qué familias tendrán acceso a una vivienda estable; y estos ámbitos no van a dejar de crecer. El peligro es que la falta de información sobre el funcionamiento de los mismos, la falta de control sobre las razones que se toman estas decisiones sin sesgos de clase o de raza se generalicen y que la igualdad de acceso y de derechos decrezca según nuestras vidas se controlan cada vez más en base al funcionamiento de estos sistemas.

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Con Gutenberg, WordPress cambió del todo

Si bien cuando tratas de editar un texto para la web en tu ordenador fuera del sistema de gestión de contenidos, dispones de muchas opciones; en el caso de que lo hagas directamente a través del CMS puede que tus opciones se encuentren más bien limitadas. Si este es el caso, el sistema ha de tratar de convercerte de que sus funcionalidades son las mejores y las más potentes disponibles entre todas las opciones disponibles. Si llevas ya unos años en el mercado y te has posicionado como una de las plataformas más populares en cuanto a distribución de contenidos, un gran cambio puede no satisfacer a tu comunidad.

WordPress decidió en 2008 cambiar su sistema de edición de contenidos y darle un reenfoque. Ya no sólo se trataba de un cambio tan sólo estético, sino que también abordaba cambios en cuanto la filosofía y cómo debería editarse en la Web. El nuevo sistema se denominó Gutenberg en honor al inventor de la imprenta, Johannes Gutenberg (1400-1468), y no faltó la polémica.

Diseñado para favorecer el proceso de edición. Gutenberg transformaba cómo se editaban los textos hasta el momento en WordPress. Si hasta el momento, se seguía una edición lineal como si de un documento en MS Word se tratase, desde Automattic se forzaba a trabajar con los denominados bloques dentro del texto. De esta manera, los textos y las imágenes podían agruparse dentro de ellos favoreciendo la edición, pudiendo trasladar estos bloques con facilidad dentro de la página a publicar. El objetivo era mejorar el proceso de edición tratando que el usuario pudiese ver el resultado mientras está redactando. Además, permitía la mejor implementación de shortcodes, widgets, menús y/o campos personalizados de manera que los usuarios avanzados pudiesen personalizar todavía más las páginas a publicar.

Este movimiento aunque polémico era considerado necesario atendiendo a la creciente competencia que tenía WordPress como producto debido a las nuevas plataformas de publicación de contenidos como Medium, Ghost o Wix. Hay que tener presente que si bien WordPress es un sistema que puedes descargarte e instalar en un servidor libremente, también dispone de un servicio de alojamiento de contenidos con un modelo Freemium que es justo lo que Automattic estaba tratando de hacer frente.

Por desgracia, la implementación se realizó de forma forzada durante la liberación de la versión 5.0, lo que provocó problemas en muchos plugins de amplio uso e incluso la comunidad sintió que se les imponía algo que todavía no estaba preparado para ser lanzado. Gutenberg recibió muchas críticas puesto que no parecía estar lo suficientemente integrado (en otras palabras, maduro) para ser implementado. A esto se añadía que debido a la nueva concepción de edición presentaba mayores barreras de entrada a los usuarios puesto que no todo el mundo encontraba el nuevo sistema como algo cómodo de usar. Se ha llegado al extremo que una parte de la comunidad se ha sentido traicionada y, de hecho, ya ha aparecido un fork de WordPress llamado Classicpress que trata de dejar las cosas como estaban.

De momento, está claro que Gutenberg ha llegado para quedarse y que irá recibiendo mejoras en muchos frentes. Creo que es un sistema es potente, aunque la curva de aprendizaje puede ser alta para algún usuario. Más allá de las resistencias, de hecho uno de los plugins más descargado es Classic Editor con el que puedes revertir el editor a TinyMCE y que será actualizado de forma oficial hasta 2022, creo que hay que darle una oportunidad e irse adaptándose a él y a todas las capacidades que tiene.

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