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Categoría: Profesión

Para alcanzar la felicidad…

De vez en cuando surgen noticias sobre los riesgos para la salud que implican ciertos trabajos, los accidentes laborales más habituales o si “tal profesión” o “tal otra” tiene un factor de estrés o de depresión elevado. Y entonces me he preguntado cuáles serían las enfermedades más características que padecen los bibliotecarios y documentalistas, o qué lugar ocuparíamos en el ranking de estresados.

Respecto a algunas de las patologías que sufrimos los que nos dedicamos a esta profesión, están claras, o al menos para mí: las cervicales y la espalda destrozadas, de estar tantas horas delante de un ordenador, y la vista cansada al final del día, por la misma razón. Lo que no sabía, aunque me encanta mi profesión, es que el ejercicio de la biblioteconomía proporciona la felicidad.

Eso es, al menos, lo que opina Andrea Capdevila, un bibliotecario de un colegio del Condado de Orange, en California, que confiesa que la profesión de bibliotecario le ha proporcionado tantas satisfacciones que han hecho de él “el hombre más feliz del mundo”. Según sus declaraciones, lo que más le gusta de su profesión es ayudar a los estudiantes:

Me miro al espejo cuando llego a casa y sé que hice un buen trabajo. Para mí es el mejor trabajo en el mundo. Yo les enseño cómo encontrar lo que buscan.

De por sí, ya resulta curioso que entrevisten a un bibliotecario, más aún si no se trata del jefazo de una biblioteca universitaria o nacional, pero lo realmente curioso es que la entrevista esté enfocada a resaltar que esta profesión puede aportar muchas satisfacciones a quien la ejerce.

Si se trata de una campaña para promocionar la profesión de bibliotecario, no está mal. A mí, por lo menos, me ha convencido.

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Documentalistas, ¿principales culpables del fracaso de algunas series de TV?

Hoy, el diario El País se hace eco de la eliminación de la parrilla televisiva de Telecinco de la serie venida a menos Los 80. El diario independiente de la mañana recoge que la serie de televisión se toma un descanso hasta enero de 2005 cuando supuestamente retornará tratando de eliminar el tono dramático que había ido mostrando desde su estreno el 8 de septiembre. Obviamente, esto no tiene ningún interés para nosotros; sin embargo, el diario realiza un despiece en el que trata de analizar el porqué de una serie que se ha ido desinflando en audiencia según se han ido emitiendo los capítulos.

Para ello, recoge algunas de las opiniones de los protagonistas de la Movida como Jaime Urrutia (Gabinete Caligari) o Loquillo. Sólo voy a transcribir aquí, por su interés, una de las opiniones, la que corresponde a Enrique Sierra (Radio Futura) en la que afirma:

«Un día me llamaron y me dijeron que pusiera la tele. Entonces vi a unos chavales tocando Enamorado de la moda juvenil, y la verdad es que me pareció ridículo. Era como si los documentalistas no se hubiesen mirado ni un vídeo de los ochenta. Es todo un problema de falta de interés.»

De esta opinión, que no voy a criticar, podemos desglosar dos cosas:

  1. La profesión está asentada, lo suficiente, para que alguien crea que el puesto laboral que debería existir en toda serie histórica lo desempeña alguien que no ha hecho bien su trabajo.
  2. Es un tanto ingenuo creer que siempre se va a hacer caso a los documentalistas que realizan su trabajo con los medios que ponen a su alcance la producción de las series.

Por mi experiencia, sé que no siempre la realidad se ajusta a lo que los guionistas y/o los directores quieren desarrollar en las tramas de los capítulos. Muchas veces la realidad es más cruda de lo que se está dispuesto a enseñar o no es exactamente igual a lo que los responsables de realización recuerdan. Si a los protagonistas de la Movida les parece ridícula la serie, ¿qué podrá opinar el documentalista, si es que en realidad lo hay, de Los 80 al cual pasan por la lavadora su trabajo?

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La ¿crisis? de la profesión del Documentalista / Bibliotecario en España (y 5)

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Después de la tormenta, la calma. Nuestro objetivo es la denuncia, poner la situación que conocemos sobre la mesa. No deseamos acongojar a los nuevos estudiantes que van a comenzar el curso en octubre, ni a las personas que se van a iniciar en el mundo de la Documentación, ni a los que ya están inmersos en ella. Estos textos tan sólo pueden describir y circunscribirse a la situación existente hoy.

Seguramente, una vez detallados y analizados los distintos hechos, se podrán añadir muchos más, positivos y negativos, pero no es éste el mejor lugar para realizar una recopilación de todos ellos. Los profesionales de la información debemos realizar una reflexión profunda hacia dónde queremos dirigirnos. Podemos seguir ladrando en las esquinas, como dijo alguien no hace tanto tiempo, lamentándonos por lo que debería ser y no es, o podemos comenzar a realizar acciones efectivas.

Desde mi punto de vista y es justo lo que he tratado de transmitir aquí, es necesario un debate profundo hacia dónde se quiere marchar y en qué marco se desea hacerlo. Las asociaciones profesionales, que reunen a bibliotecarios, documentalistas y archiveros, se instrumentalizaron como herramientas útiles para el aglutinamiento de profesionales que hasta ese momento provenían de formaciones muy distintas y necesitaban compartir experiencias para mejorar. Hoy en día, se debe revisar el modelo de comunicación que se quiere otorgar a la Documentación, se debe evaluar completamente lo que se imparte en las universidades y los contenidos que atañen a esta profesión, se debe producir un acercamiento desde todos los sectores implicados en la gestión de la información hacia la sociedad y reindinvicar el trabajo que se ha realizado desde la Documentación y la Biblioteconomía durante los últimos años.

Desde mi convencimiento de que es una necesidad de los bibliotecarios y de los documentalistas el planteamiento en distintos ámbitos geográficos y administrativos de la conveniencia, por su efectividad y posible desarrollo por su beneficio, de la creación de distintos Colegios Profesionales. Estos reunirían a los distintos profesionales de la información, velarían por sus derechos, vigilarían sus deberes y observarían el cumplimiento de los parámetros en los distintos centros informativos.

Por otro lado, las universidades ya han comenzando a virar hacia la integración de contenidos. Se han creado y se ofertan nuevas titulaciones duales, tal y como se recogió en su momento en El Documentalista Enredado, como Documentación – Derecho o Documentación – Informática. Puede que dentro de unos años la carrera retorne a convertirse en una especialidad, puede que nunca debería haber abandonado ese campo. ¿Quién sabe?

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La ¿crisis? de la profesión del Documentalista / Bibliotecario en España (4)

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Una plaza de funcionario puede sugerir la panacea para una persona que ha estado estudiando a lo largo de 3, 5 o 6 años. De hecho, muchos titulados prolongan sus estudios intentando obtener una de estas plazas e incluso el objetivo último de algunos de ellos a lo largo de su estancia en la universidad es precisamente un puesto en la Administración Pública. Claro que si la situación laboral es deprimente, ¿qué decir de la opositora?

Las oposiciones en España son, cómo definirlo, un mundo a parte. Algunos estudios independientes denuncian que la temporalidad en los puestos de la Administración en España es demasiado elevada, es decir, que el grado de interinidad es excesivo y que debería ser corregido. Esto nos devuelve a lo que decíamos en el envío anterior de la temporalidad laboral y los contratos basura que además contagian a la Administración. Pero, si incluso se convoca una oposición para una plaza de empleo público, la odisea está servida.

Puedo afirmar que las denuncias que se realizan a los foros de los profesionales de la Documentación en España respecto a distintas convocatorias ya pecan de aburridas, no porque no sean acciones censurables la manipulación de procesos selectivos, sino porque son constantes. La adjudicación de una sola plaza pública siempre puede provocar polémica, sin embargo el aumento de la demanda de estas plazas hace que las oposiciones sean concurridas y las sombras de duda se multipliquen frente a favoritismos a determinadas personas.

No vamos a realizar un listado de los rumores y de las denuncias que hemos recibido, puesto que para ello están los archivos de Iwetel y no es el objetivo de este artículo el hacerlo. Pero debemos indicar que si tenemos en cuenta que a este tipo de plazas, tal y como hemos comentado anteriormente, no sólo acuden los diplomados en Documentación y los licenciados, sino que además debemos añadir a los licenciados en otras áreas de Humanidades y Tecnológicas; podemos percatarnos que la demanda aumenta más que en cualquier otro sector que se exija una mayor especialización, por así decirlo, curricular. A esto debemos de añadir que la mayoría de exámenes se preparan siendo conscientes de que es imposible abarcar todo el temario y, por lo tanto, se profundiza en algunos temas más que otros, confiando que la fortuna nos sonría o, tal vez, seamos conscientes de que no nos haga realmente falta.

Continuará el martes, 24 de agosto

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La ¿crisis? de la profesión del Documentalista / Bibliotecario en España (3)

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Como ya señalamos anteriormente, la profesión del Documentalista/Bibliotecario se redefine una y otra vez, como lo ha hecho a lo largo de su historia, según avanza el desarrollo de la gestión de la información y la aplicación de las nuevas tecnologías. Pero, a pesar del esfuerzo realizado por reconvertirse sobre sus viejas estructuras, el profesional se encuentra ante la dura realidad social sobre la que nos encontramos.

Los titulados que acaban sus carreras universitarias, preparados (¿o pre-parados?) y conscientes de su rol social, comienzan a reclamar como suyas, puesto que para ello poseen un título aprobado por la Administración, las plazas en bibliotecas y centros de información que hasta entonces habían nutrido licenciados en Geografía, Historia, Filosofía, Filología y de otras ramas. El conflicto, y el debate, les asalta a estos profesionales recién formados dentro del término intrusismo que consiste en el acceso a esas plazas de personas o bien que no posee el título o bien que han realizado un cursillo sobre Biblioteconomía, según afirman ellos mismos. Personalmente, creo que en ocasiones se ha ninguneado erróneamente desde algunos sectores el trabajo realizado por verdaderos profesionales que, si bien tenían una formación deficiente, se preocuparon por ofrecer el mejor servicio posible a sus usuarios y aumentar la calidad de éstos.

Otro de los lastres que sulfura a los nuevos profesionales es la incapacidad de adaptación de la Administración pública que todavía hoy convoca plazas de empleo público para centros de información dirigidas para licenciados en casi todo, exceptuando la diplomatura en Biblioteconomía o la licenciatura en Documentación. Además, y desgraciadamente, en algunos pequeños municipios las plazas de bibliotecarios son consideradas para o bien ofrecer a un familiar no especializado un trabajo o bien ejercer mobbing (malos tratos psicológicos en el trabajo) a un funcionario no afín al partido político gobernante o bien la jubilación dorada de algún bedel.

Afortunadamente, estos dos hechos comienzan a ser transformados lentamente gracias en gran parte al trabajo sobresaliente, ilusionado e ilusionante que realizan las nuevas promociones de licenciados dentro de los puestos de trabajo a los que acceden, añadidas a las reclamaciones que se hacen desde los sectores profesionales de Biblioteconomía. Sin embargo, este gran esfuerzo que se está realizando no puede superar la realidad que vivimos hoy en día.

El primer hecho consiste en la deficiente calidad laboral en la que se encuentra inmersa España. Los trabajos son temporales y deficientemente remunerados, la renovación de contratos después de la finalización de una beca o una práctica en ocasiones se hace bajo la figura del falso autónomo, incluso por propia iniciativa la Administración, con los costes que debe soportar el trabajador. Además, aunque esto no es exclusivo de los Documentalistas, gracias a su formación, muchos nuevos profesionales se encuentran en la situación de que poseen mayores y renovados conocimientos que sus superiores y, sin embargo, no encuentran ni la complicidad ni la comprensión ni el apoyo necesarios para poder mejorar un servicio o desarrollar otro.

Para añadir un peldaño más al esfuerzo del nuevo documentalista, nos hallamos en un momento en el que existe un completo desconocimiento social de las funciones que un profesional de la información puede realizar dentro del ámbito empresarial. La sola mención de la carrera de ¿bibliotecoqué? provoca más de una carcajada, para pasar a la pregunta de: ¿Para eso hay que estudiar?

Esto nos debe trasladar al ámbito universitario, puesto que toda preparación que se pueda recibir se convierte en recursos financieros y humanos desperdiciados si se preparan a personas que posteriormente no encuentran demanda en la sociedad. Esto puede deberse por diversos factores, o bien porque no existe un vínculo entre la universidad y la empresa o bien vínculo porque la balanza oferta-demanda del mercado está desequilibrada. Ante esta situación, el nuevo documentalista tan sólo le restan realizar dos acciones: Sobrevivir con los contratos en precario que puedan surgir y/o bien prepararse oposiciones.

Continuará el martes, 10 de agosto

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La ¿crisis? de la profesión del Documentalista / Bibliotecario en España (2)

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El completo desarrollo de la informática en las organizaciones y el comienzo de la instalación de la telemática en España, que se produce en los centros de información a lo largo de la década de los años 90, coincide con la implantación de las carreras universitarias en España. Las nuevas tecnologías comienzan a generalizarse en todas las facultades ya se trate de facultades dedicadas a la investigación tecnológica como a las denominadas genéricamente de Humanidades. A mediados de la década de los 90, tímidamente, se comienzan a impartir en las carreras universitarias Nuevas Tecnologías aplicadas a la Documentación que exceden el cómo realizar una buena ecuación de búsqueda sobre una base de datos.

En un breve lapso de tiempo, la informática comienza a tomar posiciones en la toma de decisiones dentro de los centros de información. Sin embargo, son muy pocos los documentalistas y los bibliotecarios que están capacitados para realizar consejos sobre la implementación de las nuevas tecnologías en sus propios centros puesto que desconocen la disciplina Informática y sus fundamentos.

Esta situación de indefensión del profesional de la información no provoca un vuelco en las universidades sobre los contenidos a impartir y se prosigue aportando una educación más humanista que tecnológica. Este factor también tiene un impacto importante sobre el hecho de que la mayoría de los estudiantes que acceden a las carreras de Documentación provienen de opciones de bachillerato de letras o se trata de titulados carreras universitarias de Humanidades y se muestran inseguros y, en ocasiones, incapaces sobre asignaturas de corte más técnico.

Mientras tanto, Internet y sus protocolos se adueñan de la información apoderándose al mismo tiempo de los procesos productivos de la sociedad, reconvirtiéndola en la denominada Sociedad de la Información. Este hecho provoca un giro dentro de la disciplina de Documentación, se comienza a teorizar lentamente sobre el surgimiento de las nuevas organizaciones basadas en estructuras matriciales, sobre las necesidades informativas de estas nuevas organizaciones, sobre la gestión de los recursos de información de éstas, además de los nuevos contenidos de la web y su estructuración, la usabilidad de las páginas que la constituyen, etc.

Y, sin embargo, en algunos casos estas nuevas vías abiertas no se exportan de forma significativa hacia los planes de estudio que se mantienen de forma similar en las clásicas biblioteconomía, fuentes de información, literatura gris, bibliografía, documentación administrativa, catalogación y clasificación, lenguajes documentales y la citada archivística junto con sus asignaturas complementarias. Es durante el segundo ciclo universitario cuando comienzan a impartirse materias que marcarán de forma significativa la evolución de los profesionales de la información durante el siglo XXI. Se trata de materias como evaluación y calidad de servicios, bibliotecas digitales, gestión de la información en las organizaciones (GIO), diseño de documentos multimedia, etc.

Continuará el martes, 3 de agosto

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La ¿crisis? de la profesión del Documentalista / Bibliotecario en España (1)

Dentro de esta profesión, como imagino que en el resto de profesiones, hay ocasiones para los encuentros y, claro, para los desencuentros. Sin embargo, para los profesionales de la información, el primer conflicto puede nacer con tan sólo leer el título de este artículo que me dispongo a escribir y cuya publicación prolongaré durante algunas semanas de verano. Mi interés fluye hacia otros derroteros, puesto que el conflicto sobre la dualidad «Bibliotecario – Documentalista» ya está claramente superada.

Así, diré que se trata de dos puestos laborales distintos y complementarios, que se encuentran unidos por un fino hilo que se resiste a ser roto. Por ejemplo, la educación universitaria en España tiene como objetivo la formación de bibliotecarios y documentalistas a lo largo de una diplomatura (tres años), mientras que la categoría de documentalista se amplía durante dos años más con la licenciatura, dando un total de ciclo formativo de cinco años.

Por otro lado, los que yo considero otros profesionales de la información, los archiveros, han tratado de desvincularse de estas dos profesiones con cierto desdén que nunca he alcanzado a comprender. A pesar de que es obvio que las tres especialidades disponen de materiales y métodos distintos, los objetivos son similares, si no próximos, y consisten en la descripción, almacenamiento y recuperación de la información. Y si bien en las distintas diplomaturas de Biblioteconomía ofrecidas por las universidades españolas se imparte archivística, paleografía, diplomática y numismática; los archiveros se resisten a ser englobados dentro de los Colegios Profesionales de Bibliotecarios y Documentalistas, reservándose así una cierta exclusividad de élite.

Estos colegios, los existentes como el de Cataluña y los que se encuentran en proyecto de ser constituidos como el de la Comunidad Valencia o Galicia, reafirman los lazos de las profesiones del bibliotecario y del documentalista, mientras prosiguen en sus intentos de tender puentes hacia la figura del archivero.

Pero, respecto a las tres, permitidme añadir algo novedoso, un nexo que reafirma mi convencimiento de que son diferentes, mas, como ya señalé, complementarias. Me refiero al hecho fehaciente consistente en que las tres profesiones se deben reinventar y reciclar constantemente, derivándose la necesidad de que la formación de un profesional de la información no puede acabar tras cinco años de estancia universitaria.

La explicación al reciclaje es bastante sencilla. El pilar fundamental se halla en la elaboración y desarrollo de nuevos procesos de tratamiento informativo y documental que se derivan de la informatización, primero durante la década de los 80, y de la generalización de la telemática y los nuevos protocolos de compartición de la información.

Ante esta nueva situación, son el bibliotecario y el documentalista los que descubren lentamente y en un primer momento, mas sin duda maravillados, las nuevas posibilidades que Internet y las nuevas redes de información les ofrecen. Ante las numerosas fuentes de información que se hacen accesibles, comprenden la necesidad de integración de sus profesiones dentro de un nuevo marco en los que abandonan progresivamente el rol de ser intermediarios entre los usuarios de los centros y la información, pasando a ser recolectores, gestores y asesores de la misma. Este proceso de digitalización provoca el comienzo de la aparición de nuevas especializaciones dentro del complejo mundo de la Documentación, dando mayor relevancia a la información en sí que al soporte. Me estoy refiriendo a los infonomistas, gestores del conocimiento, gestores de la información y de contenidos, arquitectos de la información, etc.

Mientras tanto, el archivero parece permanecer ajeno, casi agazapado, a este cambio pensando quizá que tal vez Internet no vaya a producir un impacto efectivo en su modo de trabajo y, sin embargo, lo hace de forma irremediable a partir de la primera década del siglo XXI.

Las administraciones públicas comienzan a utilizar la nueva vía de comunicación que ofrece la Red, arrinconando lentamente pero de forma imparable, algunas gestiones que antes se realizaban con formularios sobre el soporte de papel. El desarrollo informático comienza a desarrollar y presentar soluciones fiables para el papel electrónico (e-paper), acompañándolo de la firma digital y nuevos recursos que conducen hacia la nueva administración digital. Por otro lado, los propios archivos históricos, que gestionaban los archiveros mayoritariamente, comienzan a salir del ostracismo bajo el que estaban sometidos por criterios de seguridad y conservación haciendo accesibles sus fondos a través de Internet. El proceso de digitalización también les alcanza y el papel de intermediario entre el investigador y el documento que realizaban los archiveros se ve cuestionado como les sucedió a sus primos hermanos, los bibliotecarios y documentalistas.

Continuará el martes, 27 de julio

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