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Categoría: Profesión

¿Documentalistas científicos o científicos documentalistas?

Cómo la eterna discusión sobre qué fue antes si la gallina o el huevo, desde mi iniciación en la Biblioteconomía y Documentación he oído o leído más de una vez la eterna discusión sobre si es más eficaz un documentalista científico o un científico documentalista.

De todos es sabido que la formación de un bibliotecario/documentalista siempre ha sido multidisciplinar, aunque la titulación universitaria se enmarcara en un principio en el ámbito de las Ciencias Sociales y ahora en las Humanidades. Se nos suele considerar suficientemente formados para trabajar con eficacia en bibliotecas enfocadas al público en general, en las especializadas en disciplinas de estas dos áreas, así como en centros de documentación de los diversos medios de comunicación; pero a la hora de buscar un bibliotecario o documentalista que ejerza sus funciones en bibliotecas especializadas en Ciencias o más directamente en el ámbito científico -como apoyo a la investigación o la transferencia de tecnología-, la titulación en Biblioteconomía y Documentación no nos confiere precisamente ninguna ventaja.

Si miramos las ofertas de trabajo del ámbito científico en que podría encajar nuestro perfil documentalista -como expertos en recuperación y gestión de información-, nuestras posibilidades reales de ser seleccionados son ínfimas. La enumeración de requisitos suele incluir conocimientos sobre tareas tradicionamente documentales, a veces otras más "informáticas" como edición de páginas web o creación y gestión de bases de datos, así como la habitual exigencia de un alto nivel de inglés, que podremos superar dependiendo de la formación o experiencia de cada cual. Pero todo esto pasa a un segundo plano cuando de entrada no cumplimos el requisito primordial: poseer una licenciatura en Ciencias.

Reconozco mis limitaciones en campos como la Biología, la Química o las Ciencias de la Vida, que evidentemente coartarían el desempeño de mi trabajo como documentalista científica en estas áreas, pero ¿hasta qué punto es necesario un licenciado en estas titulaciones para realizar labores de documentalista? Y, ¿están éstos dispuestos a realizarlas?, porque entiendo que para un licenciado en Biología, por ejemplo, deben ser muy frustrantes tareas como catalogación e indización, búsquedas de información, gestión documental o cualquier otra similar, que cualquier documentalista realizaría alegremente. Pero, vistas las ofertas laborales, deduzco que sí están dispuestos.

Nadie vaya a creer que niego la importancia de una formación más que básica en el área científica concreta del centro de investigación, el conocimiento de su terminología y de los principios que la rigen; pero está claro que la precariedad laboral de nuestra profesión (como muchas otras), que nos lleva a pasar de una biblioteca médica, a una jurídica y luego a un centro de investigación especializado en Tecnología de Alimentos, por ejemplo, no nos permite especializarnos, ni se nos posibilita.

La otra cara de la moneda, en la que un licenciado en Ciencias ejerce funciones documentales, parece ser la opción más socorrida en este tipo de ofertas laborales. El no tener que formar al candidato en la disciplina científica concreta pesa sobre su mayor o menor capacidad como documentalista, que parece poder solventarse con cursos de apenas 20 horas. Además si, aplicando la economía del 2×1, a las tareas propiamente documentales se le añaden otras más científicas, como la redacción de informes científicos y técnicos, está claro que un conocimiento básico del tema no es suficiente.

Insisto. No niego la dificultad de trabajar en éstas áreas científicas y reconozco que es imprescindible adquirir unos conocimientos mínimos del tema, pero insisto igualmente en defender nuestras habilidades para desempeñar tareas para las que hemos sido especialmente formados.

No sé qué fue antes, si la gallina o el huevo, y tampoco si es más eficaz un documentalista científico o un científico documentalista; supongo que dependerá de cada puesto y cada profesional. Pero quizá la solución ideal sea, como en muchos otros casos, el trabajo en equipo entre documentalistas y científicos, en el que cada uno realice las funciones para las que mejor está preparado.

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La labor documentalista en el ámbito cientí­fico

Dentro de las diferentes salidas profesionales a las que podemos optar los titulados en Biblioteconomía y Documentación, la opción de documentalista es quizá la más desconocida. Aunque existen tareas comunes y paralelismos con el trabajo de un bibliotecario o de un archivero, gracias a nuestra formación, conocimientos y competencias, como documentalistas podemos llegar a realizar tareas completamente alejadas de las atribuidas tradicionalmente a nuestra profesión.

Este desconocimiento ha ocasionado que los profesionales de la información que hemos ido forjando nuestro camino como documentalistas tengamos que demostrar constantemente cuáles son nuestras capacidades, qué tareas somos capaces de desempeñar, cuál es nuestro valor en una empresa o institución pública. Pero no es fácil justificar nuestro puesto de una manera tangible y valorarla de forma cuantitativa, por lo que el departamento de documentación suele ofrecer una imagen de "saco sin fondo" a la hora de sopesar gastos y beneficios en la empresa: el resultado siempre es deficitario.

Es cierto que en determinados sectores los documentalistas llevan ya mucho tiempo desarrollando su labor, como en el caso de la documentación en los medios de comunicación; aunque la facilidad de acceso a la información que ofrece Internet y las nuevas tecnologías puede llevar a cuestionar su futuro. En otros ámbitos empresariales, en cambio, apenas estamos empezando a mostrar nuestro valor en el desempeño de trabajos tan variados como la gestión del conocimiento y la vigilancia tecnológica, o la participación en la creación y configuración de la intranet o la web corporativa, por poner unos pocos ejemplos.

En mi caso, mi trabajo como documentalista se ha venido desarrollado mayormente en el sector público, en el ámbito de la ciencia y la investigación, por lo que he podido comprobar motu propio -o al menos he alcanzado a vislumbrar-, las múltiples posibilidades laborales que este campo nos puede llegar a ofrecer.

Como en este blog nos gusta llamar la atención sobre nuestras oportunidades laborales como profesionales de la información, he querido aprovechar mi experiencia para facilitaros una pequeña muestra de las tareas que podemos realizar en el ámbito científico:

  • Vigilancia tecnológica (al igual que en el sector empresarial) del entorno competitivo de nuestro centro o grupo de investigación, para conocer los avances y proyectos que se están realizando en el mismo área, poder servirse de estos para impulsar los propios y no desperdiciar tiempo y esfuerzo en una replicación inútil.
  • Informar de las ayudas financieras que los organismos europeos, nacionales y autonómicos ofrecen a los grupos de investigación para la elaboración de proyectos o la contratación de personal científico o de apoyo.

  • Detectar (en parte, gracias a la vigilancia tecnológica) los posibles colaboradores para la elaboración de dichos proyectos de investigación.
  • Localizar y suministrar a los investigadores toda la información necesaria para el desarrollo de su trabajo investigador.
  • Realizar informes tecnológicos de patentes que puedan guardar relación con los resultados obtenidos por los investigadores de nuestro centro, como apoyo al servicio de transferencia de tecnología, y así poder determinar si los resultados son o no susceptibles de patentar.
  • Colaborar en el tratamiento de la información obtenida en la investigación para su publicación, en medios tanto científicos como divulgativos.
  • Identificar las revistas científicas más adecuadas para dicha publicación, por su gran visibilidad o su alto reconocimiento en la evaluación científica.
  • Hallar los socios necesarios para la comercialización del resultado de dichos proyectos.
  • Y finalmente -no relacionada directamente con el proceso investigador, pero sí en cierta medida con la concesión o no de ayudas a proyectos de investigación-, la evaluación científica mediante estudios bibliométricos.

Después de la enumeración precedente de quehaceres -que en ningún momento pretende ser exhaustiva-, podríamos tener la falsa impresión de que la participación de documentalistas en el ámbito de la investigación se considera casi imprescindible; pero, ¿cuántas ofertas laborales para documentalistas en el ámbito científico podemos encontrar? ¿Cuántas en centros tecnológicos? ¿Cuántas en proyectos de investigación?

La realidad nos muestra una vez más, que nuestro país vive un cierto desfase respecto a los países más avanzados en el uso de nuevas tecnologías de información y comunicación (y con los cuales nos queremos equiparar); y por ello, tal vez, nuestro modelo de investigación todavía no ha sido capaz de adaptarse al proceso informativo actual, en él que los documentalistas podemos ser una pieza más para la resolución de los rompecabezas de la Ciencia.

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¿Qué está pasando con los bibliotecarios de Oviedo?

Guillermo Carvajal nos pone sobre aviso de la situación que se está dando en Oviedo respecto a la reestructuración de personal y servicios que se va a producir en la Red de Bibliotecas Municipal, mientras nos solicita nuestro apoyo para la defensa de los puestos laborales de los trece trabajadores que desde hace más de diez años están desarrollando tareas bibliotecarias dentro de las distintas instituciones del municipio.

El hecho es que el consistorio tiene previsto reducir a partir del 1 de mayo de trece a seis el número de personas que se dedican a estas tareas, así como el cierre de algunas de ellas junto la reducción del horario de otras. Mientras tanto, el debate ha sido encendido tanto en la lista de distribución Iwetel (1 y 2 ), mientras amenaza con saltar a la blogosfera  donde ya se han hecho eco algunos de los blogs más importantes (Anieto2k, Mangas Verdes y Blogpocket).

Desde aquí, nuestro apoyo.

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¿Eres un profesional push o pull?

Hace unos meses, escribí una lánguida proclama, o soflama según se mire, sobre la excusa, llamémosla así, de la que frecuentemente echan mano los bloguers para dejar de publicar sus blogs. En aquel momento, rompía una lanza porque las organizaciones permitiesen, siempre que fuese conveniente y dentro del ámbito profesional, mantener actualizadas sus bitácoras a aquellos trabajadores que mantuviesen un weblog profesional puesto que revertía de una forma positiva en ellas. Hoy mi objetivo es otro, y lamentablemente, se trata de los propios profesionales que se dedican a este trabajo de gestor de la información.

Lara Rey asegura que soy un ingenuo, que las cosas no suceden ni son como yo las veo, ni como creo o como yo debería considerar que fuesen. Te confirmo desde aquí, Lara, que lo soy. Soy un ingenuo, hay ciertas cosas que no se me deberían permitir leer, ya que me desengaño irrevocablemente. Concretamente, me hiere profundamente leer estas cosas:

Soy bibliotecaria porque es una profesión fácil con un buen sueldo, poco trabajo, poco estrés y que no requiere prácticamente ningún esfuerzo. Supongo que es por eso por lo que la gente quiere ser bibliotecario. Ah y tiene muchas vacaciones. Todos los trabajos interesante y que ofrecen algún tipo de reto requieren mucho esfuerzo y ambición y yo soy floja y no soy nada ambiciosa.

Puedo llegar a entender que estudiantes a los que no les alcanza la nota de la prueba de acceso a la universidad, acaben dentro de una carrera que no les gusta – a quién no le ha pasado eso -, que encuentran “ridícula” y aburrida. Puedo llegar a entender que los "estudiantes-funcionarios", que no disponen de otro objetivo que sacarse una oposición, tengan como máxima aspiración la persecución de la tan ansiada plaza en la administración pública; pero no puedo creerme, no puedo permitirme creer, que una persona aspira a trabajar en un lugar porque no le supone ningún esfuerzo y es un puesto cómodo. ¿Dónde quedan las aspiraciones profesionales de uno? Puede que yo todavía sea demasiado joven.

Para la sociedad, la visión que tiene de nosotros la sociedad, ya es lo bastante negativa como para que además nos consideren unos vagos. Puede que seamos antipáticos (Por el silencio eterno en nuestros puestos de trabajo), inflexibles (Las penalizaciones por el préstamos) y un poco serios (La procesión va por dentro), pero sólo nos faltaba que nos consideren inútiles y gandules. Para entonces ya podemos apagar y abandonar la sala que habremos fracasado como profesionales.

A veces me sorprendo a mí mismo considerando que todos que poseen el título de Diplomado en Documentación, deberían destilar mi entusiasmo y mi curiosidad sobre el mundo de la información. Por supuesto que esto es imposible y, a día de hoy, ya estoy un tanto desengañado. Lo mío es vocación, elegí mi profesión conscientemente, sabiendo que tal vez no obtendría un trabajo en ella, pero que me encantaba y que no quería ser funcionario a no ser que no me quedase otro remedio. Dentro de ella, he conocido a personas que han destilado el mismo entusiasmo, se pelean con sus jefes por lo que creen más correcto, tratan de innovar y nunca se rinden (Gracias Fernando por estar ahí). Por supuesto que después tenemos los que simplemente buscan su título y su trabajo, los que llegan por accidente y los que, bueno, puede que no tuviesen nada mejor que hacer.

Pero ninguno de ellos, fuese cual fuese su condición, debería permitirse el lujo de considerar que esta profesión es estática, ni mucho menos. Hoy en día los cambios se suceden cada día, quedarse quieto es un error y lo que se enseña en las universidades no es ni de lejos todo lo que nos podemos encontrar. Muchos estudiantes se quejan de que eso no me lo han enseñado en la universidad; la réplica pasaría por eres un crédulo al considerar que en la universidad te lo van a enseñar todo o, si queremos ser benevolentes, tampoco te has preocupado en buscarlo o aprenderlo. El estado del arte real no te lo dan en las bibliografías de las asignaturas universitarias, a veces hay que ir un poco más lejos y buscarlo en otros sitios.

Un profesional debe, por fuerza o necesidad, amar un aspecto de esta profesión, preocuparse de estar al día, leer todo lo que le llega a sus manos y no se queda sepultado por el trabajo lamentándose que no dispone de tiempo. ¡Incluso la CDU, santa sanctorum de esta profesión, se renueva cada ciertos años! El mundo se mueve, las formas  y vías comunicativas se desarrollan y la Biblioteconomía/Documentación deberían acompasarlo.

¡Leed siempre malditos! El mundo no os esperará en los cambios. ¿Eres un profesional push (que espera los cambios) o pull (que se anticipa a ellos)?

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Los becarios también se cansan de ser precarios

Hace ya tres años que escribimos un texto denunciando la situación de precariedad de los becarios cuando llegaban estas fechas cercanas al final de año. A muchos, se les acaba el contrato y deben de cambiar de puesto y de institución para dejar el paso a otros metidos en un círculo sinfin de beca tras beca. Los problemas de los becarios son muchos, además de la eternización de su estatus, podemos encontrarnos con bajos sueldos, jornadas similares a los que disponen de un contrato, la no cotización a la Seguridad Social, no tener derecho a paro, ni pueden estar trabajando en otro lugar (Entiéndase otra beca o un trabajo con contrato) porque se les solicita la exclusividad y, eso, aunque el sueldo sea de 600 €.

Todos hemos sido becarios o conocemos a alguien que lo es. En ocasiones, no cobran hasta finalización de la beca, en otras renunciar a la beca supone la devolución de lo que se ha entregado al trabajador. Condiciones que, aunque nunca se dan juntas, se convierten en draconianas y sólo constituyen parabienes para la organización ofertante. Los becarios son un pequeño grupúsculo dentro de las organizaciones, no pueden coordinarse y no se atreven a denunciar la situación por si la beca se convierte en un puesto de trabajo. Así que consideran que lo mejor que pueden hacer es aceptar lo que les venga en espera de tiempos mejores.

Sin embargo, la situación puede complicarse cuando te sitúas entorno a los 30 y sigues como becario. Obviamente, la vida comienza a conducirte hacia otros derroteros, tienes que pagar casa y alquiler, dispones de otros gastos y que las instituciones no te hayan abonado lo que te adeudan durante varios meses no es de recibo. Esto es precisamente lo que sucedió la semana pasada en la Biblioteca Valenciana donde varias becarias denunciaron que se les debía 5 meses de beca.

Afortunadamente, parece que el problema ya se encuentra solucionado y se ha asegurado que no volverá a repetirse. Desgraciadamente, el problema existe desde hace demasiado tiempo y desde demasiados frentes.

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Tecnófilos y tecnófobos en Biblioteconomía

Cada vez más frecuentemente, me encuentro con personas que o bien estudian la carrera de Biblioteconomía y Documentación, o bien conocen a alguien, un hermano/a, un amigo/a; que se está formando en ella. Mi sugerencia durante la conversación, o más bien una de mis preguntas, es si conocen este blog (Sí, el orgullo del bloguer me temo), aunque para ser sincero la mayoría de las ocasiones me contestan negativamente. No me decepciona, me parece sugerente que descubran éste y otros espacios similares si tienen curiosidad, pero lo que me parece grave es que asiduamente, con una frecuencia más de la deseable, se me contesta: "Es que no me/le gustan los ordenadores". A lo que yo respondo: "Ah, tú eres de esos".

Cuando comencé mi carrera universitaria, y por lo visto hoy también podríamos hacerlo, podíamos distinguir dos tipos de estudiantes: Los tecnófobos y los tecnófilos. Si eres del segundo grupo te desvives por el mundo de la tecnología y, por lo visto, esto es cierto ahora y lo era entonces. Para poneros un ejemplo os contaré que por entonces no se ofrecían correos electrónicos desde las universidades  todos los alumnos, al menos en la Universitat de València no lo hacían así, y tenías que solicitar el alta de un correo a través de un departamento. Es decir, tenías que obtener la firma de un responsable para poder disfrutar de una cuenta de correo. Obviamente, algunos llegaban a hacerlo, otros sin embargo nos conformábamos con seguir fuera de Internet (Aunque hoy tenemos hasta 5 cuentas de email) cuando todavía existían servidores Gopher y estos eran moneda corriente en las Universidades.

Se daba la paradoja que mientras unos se dedicaban a rellenar papeles para obtener una cuenta de correo electrónico, otros preferían no acercarse a un ordenador mientras trataban con cabezonería seguir entregando sus trabajos escritos a máquina, considerando que los ordenadores eran para élites, y es que lo eran. En aquella época, los ordenadores eran muy caros. La propia Facultad de Historia, que era donde se nos impartían clases, disponía de una sala de ordenadores muy justa con antiguos Macintosh que fueron a lo largo de tres años cambiados por PCs, aunque el control sobre horarios y usos siempre brilló por su ausencia.

No voy a negar que hubieron siempre los tecnófobos en esta carrera. Singularmente se trata de gente de letras que acudía a la Biblioteconomía como último baluarte del mundo seguro del libro, allí donde la tecnología podía ser prescindible, donde el papel no sería jamás maltratado ni minusvalorado frente a las nuevas corrientes tecnológicas de comunicación. Allí podrían encontrarse seguros, imaginando un mundo cerrado y hermético donde la impermeabilidad y la introspección constituirían un máximo exponente, pero obviamente todos nos equivocábamos.

En 1997, la informática asomaba con fuerza en el mundo bibliotecario. Eran las asignaturas más duras y los profesores que trataban de impartir sus clases a personas que apenas podían concebir lo que era un bit o un baudio. La simple visión de las fórmulas matemáticas les aterrorizaban cuando aparecían en el encerado, provocando suspiros y quejidos que obligaban a los profesores, todos santos por su paciencia, a sonreír a invitar a no asustarse. La fórmula matemática era necesaria para la explicación, pero, se aseveraba, sería la única que aparecería y no saldría en el examen. Alivio en la sala.

Sin embargo, las fórmulas siguen apareciendo año tras año, aumentando su complejidad y cuerpo. Porque la base matemática sigue siendo fundamental para el desarrollo de muchas de las áreas que abarcan el mundo de la Documentación y la Biblioteconomía y han llegado para quedarse. La estadística es la base de la Bibliometría y la Cienciometría, pero también de los estudios de usuarios, las auditorías informativas y de cómo cuadrar las cuentas de un departamento o una biblioteca. La Ciencia debe asomarse constantemente en los planes de estudios en las asignaturas de la Biblioteconomía y los alumnos cargar con ello, puesto que las Matemáticas también rigen su área de conocimiento y son completamente necesarias.

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La biblioteconomía no consiste tan sólo en conservar

Desde la profesionalización de la figura de bibliotecario, los primeros planes de estudio de España datan de principios de los años noventa del siglo pasado, el colectivo de los profesionales de la información se muestra cada vez más receloso ante los nombramientos de los directores de la Biblioteca Nacional. Un cargo muy visible para la sociedad y, por ello, muy goloso para cualquiera con ciertas aspiraciones. Retrospectivamente, este puesto había sido ocupado tradicionalmente por personas ilustradas e ilustres, a saber, filósofos, pensadores y catedráticos de universidades pero también por escritores; sin embargo, la designación de personas con sólo este bagaje es algo que ya comienza a ser fuertemente cuestionado. De hecho, ante la dimisión de Rosa Regàs, los foros dedicados a la biblioteconomía echaron humo sobre la conveniencia de la designación de una persona con un perfil más técnico, acorde con los años que estamos viviendo.

Es de todos bien sabido que el rol del bibliotecario está evolucionando de una forma decisiva en los últimos tiempos, consciente de que tiene que ir un poco más allá que el simple hecho de adquirir, colocar y servir libros u otros materiales. Por lo que es necesario que el nuevo bibliotecario adopte una actitud proactiva ante la sociedad en la que vive para dotarle de un mayor servicio como un punto de acceso a la cultura y la información.

Andrés Trapiello, del que ya hemos recogido algunos textos que encontramos interesantes en esta web, dedicaba en la revista Magazine del pasado 23 de septiembre en un texto titulado Las tres erres una reflexión sobre todo lo sucedido respecto a la dimisión de la anterior directora de la Biblioteca Nacional, en mi opinión sin mucho atino. La visión de una biblioteca del siglo XIX no puede ser aplicado al XXI.

[…] Da igual quién dirija la Biblioteca Nacional, mujer o varón, de izquierdas o de derechas. Los enemigos del libros son tres erres en todo tiempo, de paz o de guerra, y en todo régimen político: robos, ratones y ruidos. La literatura se hace a menudo con ruido, con robos o plagios, con pequeños o grandes monstruos, incluso con rap, pero los libros sólo pueden conservarse con sosiego y cuidados extremos. Lo más progresista en una biblioteca, en un museo, es ser un gran conservador. Todo lo demás, si alguien es mujer, de izquierdas, o tiene diecisiete nietos, sale sobrando, son ganas de hablar y… hacer visible al político […]

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