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Categoría: Profesión

Documentalistas y el Diccionario Biográfico Español

Gonzalo Anes. El responsable del ‘Diccionario Biográfico Español’ defiende la obra y lamenta unas críticas «que no se habrían producido en ningún otro país europeo». También sale en defensa de Luis Suárez, el polémico biógrafo de Franco

[…]

P. Es obvio, pero quizá sí podía haberse interesado por las que requerían mayor imparcialidad…

R. Lo que me tranquiliza es que en cada tomo de la Academia pone que las biografías son propiedad de los biógrafos y que la Academia, aunque no estuviera conforme con el contenido, no quiso modificar ninguna por creer que pertenecía a su autor.

P. Si dieron normas estrictas sobre la necesidad de objetividad y de abstenerse de dar opiniones, y quedando claro que no se han respetado en algunos textos, ¿por qué no se corrigieron?

R. Porque para eso había que leer todos los textos.

P. ¿Y no se leyeron?

R. Sí, se leyeron por el equipo de documentalistas que tenían la misión de uniformar los tipos de imprenta y corregir las erratas.

[…]

B. HERMOSO / T. CONSTENLA. «No he leído la biografía de Franco». Madrid: Diario El País,  4 de junio de 2011. pág. 40-41

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Somos lo que nos dejen (y queramos) ser

Cuando empecé en este mundo, siempre confié en que mi vida profesional iría por otros derroteros más allá de los que marcase la Biblioteconomía. No es por desmerecer a todos los profesionales que trabajan en esos centros de información y su excelente trabajo, pero tuve que aguantar muchas guasas del tono “pero, ¿para eso hay que estudiar?” cuando trataba de explicar mi carrera universitaria. Obviamente, mi pensamiento se desplazaba hacia ese “más allá”, aunque resultaba mucho más sencillo explicar los conocimientos que adquiría en la universidad centrándome en las bibliotecas o en los archivos.

Nadie nace aprendido y para nosotros cada trabajo es un reto. Puede que ese reto fuese lo que más me gustó de la carrera y, por ello, abandoné Químicas por aquel incierto futuro. Maria Elena Mateo, que de vez en cuando se acuerda de publicar aquí, escribió hace tiempo un texto en el que nos relataba cómo había encarado un nuevo trabajo, en este caso como documentalista sobre un proyecto relacionado con la sanidad. ¿Qué sabe ella de enfermedades? Probablemente poco, pero aprende rápido.

Ésa es la mejor actitud ante los desafíos que nos impone nuestra profesión y la que muchos neófitos olvidan adoptar. Estoy cansado de abrir los ojos a nuevos profesionales que recién acaban la carrera universitaria, a abofetearles con la más cruda realidad, aunque lo peor de todo es su indulgencia. Desde “estudio Biblioteconomía porque no pude meterme en la carrera X” a “estoy aquí porque mi madre me dijo que estudiase esto”. Muchos estudiantes de Biblioteconomía creen que estudian para funcionario, como si la universidad fuese la mayor y mejor escuela de oposiciones y como si su visión de esta profesión no fuese más allá.

Me decepcionan, pero también me decepciona que esta misma universidad no les abra los ojos. Hay mucha vida para los profesionales de la información que han estudiado la ya extinta diplomatura de Biblioteconomía y Documentación, pero hay que saber encontrarla. Lo que no se puede es negarse a realizar un trabajo porque no se les enseñó, porque no les dijeron, porque no les interesa aprender. La universidad debe ofrecer esos instrumentos para encararse a un mundo laboral muy competitivo y extremadamente cruel para aquellos que no desean aprender más allá de lo que se les contó.

El pasado domingo leí una carta enviada a El País sobre un trabajador que deseaba tomarse un año sabático pero que consideraba que en el mundo anglosajón estaba bien visto, aunque aquí no. La contestación fue categórica, un año es demasiado tiempo y el mundo se mueve muy rápido. Es decir, no podemos relajarnos, debemos estar despiertos ante los nuevos cambios, debemos seguir avanzando como profesionales.

En este nuevo entorno tecnológico hiperconectado, los gurús consideran que los primeros puestos de trabajo que caerán serán los administrativos porque ya no es tan importante saber ordenar y clasificar la información para saber encontrarla. Las máquinas ya hacen buena parte de ese trabajo y cada día lo harán mejor. Sin embargo, hay que entender cómo funciona ese mundo, cómo se genera, cómo se produce, qué es lo que hace que la rueda gire. El nuevo grado medio universitario de Información y Documentación, ya se sustrae de la palabra biblioteconomía. La información hay que gestionarla, no archivarla hasta que puede que alguien la necesite, hay que desarrollar nuevas aptitudes ante nuevas necesidades. Mantener la mente abierta y saber adaptarse a los cambios.

¿Es imposible? Que se lo pregunten, por ejemplo, a Julian y Javier. Impossible is nothing.

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El bibliotecario en su encrucijada

Hace ya un tiempo, escribimos un texto en el que reflexionábamos sobre la dicotomía que se da en Biblioteconomía y Documentación, donde una buena cantidad de personas de “letras” se refugia entre libros impresos buscando una salida profesional donde cada vez es más importante el peso de las nuevas tecnologías en su desarrollo. Es posible que las reticencias iniciales que se dieron en la adopción de nuevas tendencias en la Web, se vean relajadas en un futuro no tan lejano cuando nuevas generaciones más habituadas a los ordenadores suplanten a las más timoratas por si el ordenador (sic) pudiese llegar a romperse.

En cualquier caso, parece cada vez más cierto que la resaca del movimiento dospuntocero debe servirnos de punto de reflexión para encarar un futuro crítico para los intermediarios de la información. En un artículo que se publicará muy pronto en la revista Library & Information Science Research, un estudio recoge las impresiones de un grupo de profesionales australianos sobre las competencias y conocimientos que los bibliotecarios deberán poseer en un futuro no muy lejano.

Para los escépticos, en las conclusiones se evita el adorno 2.0, considerando que las etiquetas son perfectas para generar cambios en las actitudes de los profesionales pero se tornan peligrosas si se persiste en ellas en el tiempo. De este modo, se considera que la biblioteca 2.0 ofrece una nueva vía de reflexión sobre la Biblioteconomía y representa un cambio de actitud de los bibliotecarios. Sin embargo, las etiquetas y sus modas se agotan tan pronto como aparecen, siendo sustituidas por otras, por lo que pueden significar un impedimento para el crecimiento futuro.

Y es que la biblioteca/bibliotecario 2.0 no puede centrarse en la utilización de herramientas de la Web 2.0, excluyendo los principios y la filosofía propia de lo que verdaderamente representó,  que es la participación. De esta manera, las herramientas pueden suponer un corpiño en la evolución de los servicios bibliotecarios que deben desarrollarse hacia el fomento de la participación de los usuarios, por lo que se debe considerar que el foco debe centrarse en el cambio y la evolución, pero encontrándose con las necesidades reales de los usuarios. La biblioteca 2.0 ha cambiado la manera que las bibliotecas y los bibliotecarios conectan e interactúan con sus usuarios y comunidades, cediendo cierto control a los mismos, pero hay que tener presente que la biblioteca 2.0 no es sólo ofrecer un servicio a la comunidad, sino que también construirlas.

Es decir, la biblioteca 2.0 debe ser un catalizador sobre la reflexión más sobre actitudes y trato hacia los usuarios que sobre tecnología. El poder real de la Web 2.0 no trata sobre cómo está cambiado la manera que los profesionales de la información y las bibliotecas diseñan y ofrecen servicios y recursos para sus usuarios, si no cómo los bibliotecarios conciben su profesión. El verdadero reto que está encarando la profesión actualmente trata de definir la naturaleza y el alcance de su nuevo paradigma profesional.

Para saber más:
– PARTRIDGE, H., et al., The contemporary librarian: Skills, knowledge and attributes required in a world of emerging technologies. Library & Information Science Research (2010), in press doi:10.1016/j.lisr.2010.07.001

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De titulitis y deformación

La formación frustradaNos hallamos en una travesía impestuosa hacia lo desconocido, navegando estos tiempos de crisis, toca a rebato, es la hora de la formación. Las aulas de las universidades rebosarán este próximo septiembre de jóvenes que empiezan su formación superior, mientras que otros alumnos ya no tan jóvenes que consideraban que no volverían a pisar una clase se encontrarán sentados en un pupitre de nuevo.

Los medios de comunicación nos amartillean con que la formación de trabajadores es uno de los pilares sobre los que se sustenta la reactivación económica, el avance de las economías industriales hacia las del conocimiento o incluso el post-conocimiento, ajustando la oferta con la demanda real de perfiles. Mientras, la formación continua es una necesidad para trabajadores y empresas en estos tiempos en que los cambios tecnológicos, económicos y sociales se producen rápidamente en el transcurso de un puñado de años. Sin embargo, ¿podemos encontrarnos satisfechos con aquello que nos enseñan en esos cursos de especialización profesional?

En el transcurso de cuatro años, he realizado varios cursos bastante largos, que abarcaban distintos meses. Se trataba de ofertas formativas bastante atractivas y de cierto empaque en las que acudía a aprender, aunque las experiencias a extraer no fueron todo lo satisfactorias que pudieron haber sido. De hecho, al final de una de ellas, me sobrecogieron comentarios de compañeros tipo: “Esto es un desastre, sólo quiero acabar para que me den el título” Porque no nos equivoquemos, en muchas ocasiones es el trabajador el que se financia la formación en busca de un futuro más dorado y duelen prendas a la hora de pagar 900 euros por cursos de 300 ó 400 horas.

En uno de ellos, los hechos fueron completamente escandalosos y razones no faltaron para solicitar la devolución del dinero. A saber, profesores que no empezaban el módulo a tiempo, mientras los alumnos esperaban durante una semana que el profesor diese señales de vida, teniendo que tomar cartas en el asunto la coordinación del curso; descoordinación total entre los profesores que se aventuraban a realizar las mismas preguntas cada vez que se iniciaba un módulo para desesperación de los participantes cansados de repetir la misma sonata semana tras semana. E incluso profesores un tanto desfasados que aprendían y rehacían los temarios sobre la marcha puede que sobrepasados por los nuevos acontecimientos de la Web. Y es que, como hemos señalado, no sólo los alumnos deben actualizar sus conocimientos, en ocasiones, hasta los mismos profesores no se percatan de los grandes cambios surgidos en breves lapsos de tiempo.

Me hubiese gustado que mi insatisfacción hubiese resultado puntual, un error o simplemente nacida de las circunstancias de un periodo de tiempo concreto. No es así. También he tenido que comprobar que desgraciadamente hasta los mejores centros de formación on-line descuidan los contenidos o incluso el trato hacia los alumnos, como si el pago de una matrícula sólo tuviese el objetivo de obtener una cartulina de dimensiones variables acreditando cierto título.

Así, por ejemplo, una de las actividades fundamentales de la formación son los debates a propuesta del profesor y que deben ser conducidos convenientemente. Aunque en ocasiones los preceptores parecen olvidarse de estas funciones, sugiriendo debates mediante postizos de años anteriores y cerrándolos con la misma premura y conclusiones, no atendiendo a las dudas de sus alumnos o los juicios un tanto perdidos de los cimientos de la materia que se han ido realizando a lo largo de las distintas actividades.

Pagamos para aprender, para disfrutar de nuevos conocimientos y compartir nuevos descubrimientos, tratando de ampliar el horizonte labortal. No es de recibo que se convierta esta tarea en frustración ante la dejadez completa de los profesores que se muestran como meros observadores de un trabajo que se encargan de expedir el “aprobado” sin importar el cómo se ha realizado. Así, no se aprende, sólo se pasa por caja y se cubre el expediente.

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Los documentalistas y la censura de Internet en España

Tremendamente sorprendido me quedé leyendo la sección El Acento del diario El País del pasado 13 de marzo. En ella, se realizaba una reflexión sobre la última polémica relacionada con Google sobre el encuadre que hacía el buscador de la Administración española y su tratamiento de la Web situando a nuestro país al mismo nivel que China o Irán en cuanto a censura de la Red.

Después del impresionante revuelo generado en España, con desmentidos desde la Administración estadounidense y Google España, dentro de esta sección de opinión del diario, que en general dispone de un tono informal, se reprochaba en el artículo Algo interesante para leer a la vicepresidenta de Google, Nicole Wong, sus dos faltas al situar a España como enemiga de la libertad de expresión en la que se señala sus carencias a la hora de documentarse. En concreto, dentro del texto se puede leer:

Ahora ha sido la vicepresidenta de Google, Nicole Wong, quien ha demostrado un reincidente analfabetismo. En apenas una semana y en dos ocasiones ha incluido a España en una lista negra de Gobiernos que acechan Internet. Y lo hizo sin improvisar, porque lo llevaba escrito. Si la primera vez pudo ser un error de sus documentalistas, la segunda ya entra en el terreno de la mala fe o, lo más probable, de una persistente ignorancia. Permaneció impasible en el error.

¡Ay, los documentalistas! Esa figura que sólo es recordada o cuando la información no aparece o se trata de un error. Qué le vamos a hacer.

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La búsqueda de empleo para bibliotecario o documentalista en España

La búsqueda de empleo para los profesionales de la información no es sencilla teniendo presente el práctico desconocimiento que tiene la sociedad que tiene de nuestras funciones y posibilidades. Tanto es así que si acuden a los servicios de empleo de sus comunidades autónomas, en general, los funcionarios arquearán una ceja y les obsequiarán una sonrisa, mientras que sus terminales informáticos sólo ofrecen la posibilidad de encajar al Diplomado en Biblioteconomía o el Licenciado en Documentación bajo el epígrafe de «Artistas». Por otro lado, atendiendo a una de las principales salidas profesionales de los bibliotecarios, los profesionales rebuscarán en los distintos boletines oficiales rastreando las distintas convocatorias de becas y oposiciones para peregrinar, uno tras otro, a las diversas oficinas de registro de las administraciones pertinentes con los papeles acreditativos correspondientes para confiar en su suerte.

Las universidades son otras de las grandes «agencias» de las que disponen los profesionales de la información a la hora de buscar su primer empleo o el segundo, ya que sus unidades de prácticas comienzan a abrir el difícil camino laboral de sus estudiantes. Al mismo tiempo, los profesores universitarios se preocuparán del mercado laboral de esta franja de especialidad profesional para encontrarse que, aunque hay muchas ofertas, la calidad de este trabajo es bastante mala.

Una vez agotadas, estas posibilidades, ¿dónde poder informarse sistemáticamente de las ofertas laborales adecuadas a nuestros perfiles? ¿A quién acudir más allá del chivatazo de nuestras amistades que en ocasiones son providenciales? Fundamentalmente, son varias las vías para estar al tanto de las ofertas laborales, así que permitidme que os recoja algunas de las opciones en una lista introductoria no exhaustiva:

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La Biblioteconomía y la Documentación en las Redes Sociales de Internet (y 5): Conclusiones

La Web 2.0 y más específicamente la Web Social son conceptos que se han popularizado en los últimos dos años pero de los que no se ha estudiado con suficiente detenimiento su éxito e implantación dentro de los ámbitos profesionales. Concretamente, dentro del colectivo de los Bibliotecarios y los Documentalistas, las actividades destinadas a la promoción de estas nuevas herramientas tecnológicas se han multiplicado sin que exista una conciencia clara si realmente se estaba produciendo una interacción y un aprovechamiento real de las mismas. Una de las herramientas necesarias y con mayor proyección futura son sin duda las Redes Sociales en Internet donde los profesionales de la Información construyen, muestran y comparten (Dependiendo del caso) las relaciones profesionales que han venido desarrollando a lo largo del tiempo.

En los textos precedentes a éste (Cuyos enlaces se encuentran más abajo) trataban de aproximar las distintas posibilidades y las características de tres de las redes más importantes que actualmente se vienen utilizando en España por parte de los internautas, a saber, Facebook, Xing y LinkedIn. En nuestra pequeña introducción a la realidad de las Redes Sociales, nos hemos detenido en una Red Social generalista, donde se entrecruzan distintas opciones para el ocio y la comunicación, y dos con marcado perfil profesional donde se busca la interacción profesional más allá de las opciones de compartir fotografías y experiencias que ofrece de una forma mucho más decidida Facebook. La popularidad de Facebook es claramente aplastante sobre las otras dos, así en el gráfico inferior, podemos comprobar la evolución del tráfico entre los tres sitios webs, desmarcándose en gran medida Facebook.

En contraposición, debemos situar las otras dos Redes Sociales profesionales estudiadas, LinkedIn y Xing, ya que la primera está desarrollando una gran popularidad, frente a la segunda más veterana en el ámbito hispano ,y seguramente con mayor número de perfiles. Sin embargo, LinkedIn está comenzando a buscar su nicho de mercado en el idioma español desarrollando su interfaz específico para esta lengua por lo que su popularidad es previsible que se incremente entre los hispanohablantes. Por otro lado, la equivocación en el modelo de negocio de Xing tras la compra de otras dos Redes Sociales muy populares eConozco y Neurona puede que haya supuesto una ventaja competitiva a LinkedIn dentro de este mercado y del que Xing le cueste recuperarse.

Hemos realizado una aproximación muy básica dentro de las tres redes, analizando más sus posibilidades y el juego que podrían aportar en un futuro para la realización de un estudio más profundo y detallado de los profesionales que mantienen sus perfiles dentro de ellas que extrayendo conclusiones interesantes. De hecho, nos ha sorprendido que la presencia declarada de bibliotecarios y documentalistas dentro Facebook era casi testimonial, tal vez porque es un producto que no está diseñado necesariamente para el establecimiento de relaciones estrictamente profesionales y sus usuarios así lo perciben, a pesar de disponer de las opciones y el potencial para serlo. Esta baja presencia de personas que han rellenado sus perfiles declarándose como profesionales de la información nos conduce a entrar necesariamente en la consideración de analizar el porcentaje de perfiles completos disponibles en las redes a estudiar. Por supuesto que éste sería uno de los puntos más interesantes a estudiar, ya que la calidad y cantidad de información a recoger y analizar pasaría necesariamente por ese punto.

Otro de los aspectos criticables -y aceptado todo sea dicho- a esta primera aproximación es lo básico de nuestras consultas. Nuestra lectora Gamoia nos advertía de la necesidad de la utilización de otro tipo de combinaciones en otras variedades idiomáticas del estado Español, como bibliotecari o bibliotecària en catalán, ya que de lo contrario nos encontrábamos obviando a una parte de la población que se había dado de alta en las Redes utilizando el lenguaje que utiliza habitualmente en su lugar de trabajo habitualmente. Este punto es, sin lugar a dudas, muy interesante en el que detenerse si se realizase un estudio dentro del ámbito geográfico español, a la vez que sería necesaria la confección de un listado de términos bajo los que los profesionales de la información se encuentran identificados dentro de estas redes como, por ejemplo, arquitectos de la información. Por otro lado, la realización de un estudio mucho más detallado por ámbito geográfico sería al mismo tiempo sugerente, aunque habría que ampliar el control de vocabulario a otros términos utilizados en América Latina como Bibliotecología en detrimento de nuestra Biblioteconomía.

La profundidad sobre las cuales se realizan las búsquedas dentro de las bases de datos de estas Redes Sociales es otro de los aspectos en los que detenerse.  Según la experiencia desarrollada en este pequeño estudio, los resultados más interesantes los obtendríamos en Xing (Que nos permite realizar consultas sobre toda la base de datos hasta 300 registros) en detrimento de LinkedIn que en su forma más básica nos devuelve hasta 100 resultados aunque en su versión de pago no se alcanzaría la cifra de 300. Asimismo, debemos tener presente que los usuarios pueden haber creado dos perfiles similares ante el olvido de claves lo cual nos daría registros duplicados con información más actualizada el uno que el otro.

También es interesante el uso del idioma que se realiza en estas dos Redes Sociales. De esta manera, se detecta un uso del término anglosajón Librarian dentro del ámbito español mucho mayor en LinkedIn que en Xing, posiblemente debido a que hasta hace poco LinkedIn no ofrecía una interfaz traducida al castellano.

La cantidad de relaciones es otro de los extremos completamente necesarios a estudiar, así como la actividad que los usuarios despliegan dentro de estas redes. Por supuesto que la riqueza de las dos redes profesionales, más allá de Facebook, localizando otros profesionales de la información de otros ámbitos lingüísticos y geográficos es incuestionable, a la vez que se detecta su volumen y el número de relaciones. Por otra parte, los estudios universitarios realizados hasta el ejercicio de la profesión, la cantidad de trabajos desempeñados, en qué organizaciones y la calidad de los mismos son otros de los datos a estudiar que sin embargo se nos limitaría el acceso por las propias políticas de privacidad de estos sitios web, Además, por la propia configuración del sistema, nos encontremos limitados a la cantidad de perfiles a recuperar , descarta que podamos conseguir resultados relevantes según qué ecuaciones de búsqueda lancemos, así como la detección de su uso real sobre una población determinada de sus usuarios para poder realizar comparaciones entre ambas Redes Sociales.

Más información:

  1. La Biblioteconomía y la Documentación en las Redes Sociales de Internet (1): Introducción
  2. La Biblioteconomía y la Documentación en las Redes Sociales de Internet (2): Facebook
  3. La Biblioteconomía y la Documentación en las Redes Sociales de Internet (3): LinkedIn
  4. La Biblioteconomía y la Documentación en las Redes Sociales de Internet (4): Xing
  5. La Biblioteconomía y la Documentación en las Redes Sociales de Internet (y 5): Conclusiones
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