Cuando hace relativamente poco tiempo el líder de Jarabe de Palo, Pau Donés, afirmó que el formato MP3 estaba acabando con el CD, es bastante probable que desconociese que se encontraba corroborando las palabras que ya había transmitido Nicholas Negroponte en su libro de 1995 El Mundo Digital. Según su visión de este nuevo mundo, Negroponte aseguraba que para poder comprender las ventajas que nos aportaría el mundo digital debíamos necesariamente desgajar los átomos de los bits. Sin embargo, me temo que Pau Donés no debió de leer el libro, por lo que debe de desconocer qué quería decir Negroponte con esta separación que actualmente se está produciendo, pero es sencillo de explicar, así que me presto a ello.
Tal y como señalaba el autor, hasta este momento la mayoría de la industria de los medios de comunicación y del entretenimiento se basa en la distribución de átomos. Es decir, su modelo de negocio se fundamenta en la distribución y venta de periódicos, revistas, libros o discos compactos que sirven como soporte para la transmisión de información que consiste, al fin y al cabo, en bits. Cuando compramos un CD o un DVD lo que realmente estamos comprando son bits, puesto que la información contenida en este soporte es digital (unos y ceros), mientras que los átomos sólo nos sirven como envoltorio (El plástico del que está compuesto el CD más el papel del cuadernillo). A modo de apostilla, diré que las interpretaciones de qué es lo que realmente se adquiere cuando se acude a una tienda para comprar un CD, son diversas. Sin embargo, se tiende a afirmar que cuando compramos un CD tan sólo adquirimos el derecho de reproducción, por lo que un CD no es algo completamente nuestro aunque hayamos pagado 16 € por él. Obviamente, es éste otro debate por lo que dejaremos de lado pues no es realmente de nuestro interés en este artículo. En cualquier caso, en el nuevo mundo digital hacia el que nos encaminamos, se comercia principalmente con bits, por lo que el soporte como fuente de comercio tiende a desaparecer o pasa a ser residual como sucedió con el vinilo con la aparición del disco compacto.
Pero esta visión en la que tan sólo es importante el contenido, abandonando el continente, todavía no ha sido aceptada como un modelo de negocio viable, por lo que al nuevo entorno digital en general se lo ha considerado más como una amenaza que como una oportunidad. Así, y desde un primer momento, las discográficas han tratado de atajar las distintas herramientas que los internautas han creado para la difusión de bits entre pares o Peer to Peer (P2P) utilizando Internet como canal. Estos softwares se han convertido en una de las herramientas fundamentales de la Red y son las que poseen una mayor aceptaciónentre los internautas, sin embargo su tecnología es problemática desde la visión de los derechos de autor puesto que tiende a no respetarlos.
Es bien conocido que la primera herramienta que se creó P2P que cosechó cierto éxito fue Napster que permitía en intercambio de ficheros musicales digitales por la Red de una forma gratuita. La persecución judicial de la compañía y su cierre no significó el fin del uso de este tipo de herramientas, sino que más bien alentó el desarrollo y mejora de otras nuevas. Es significativo que previamente al cierre de Napster por las distintas demandas judiciales, los responsables de esta red P2P comenzaron a filtrar los ficheros MP3 que se intercambiaban en sus servidores y que poseían copyright, esto tan sólo provocó un trasvase de usuarios hacia otras herramientas como Audiogalaxy que utilizaban una misma filosofía. Esto venía a demostrar que el uso de las redes P2P se había establecido en la Red y los internautas no deseaban dejar de utilizar herramientas que les permitiesen descargar música de la Red de una forma muy cómoda aunque bordeando la legalidad.
Actualmente hay diversas plataformas de intercambio de bits P2P por lo que la estrategia de las compañías discográficas se centra actualmente en amedentrar a los usuarios de los distintos softwares mediante distintas denuncias. Por supuesto que esta persecución ha dado resultados un tanto dantescos como la denuncia a una persona fallecida que jamás había poseído un ordenador, o distintas denuncias a menores que descargaban la música de la Red.
Pero, ¿es posible descargar y escuchar música en la Red de una forma legal? Es decir, ¿se puede comerciar con bits? La respuesta es claramente afirmativa, pero debemos detenernos a analizar quién posee este nuevo negocio. Es muy curioso comprobar que los nuevos distribuidores de música en el mundo digital no son las discográficas, si no que buena parte del pastel lo comparten distintas empresas tecnológicas (Apple, Microsoft, además de estrenarse recientemente Yahoo!, aunque hay otros como Terra). Sin embargo, el objetivo final de Apple o Microsoft no es necesariamente el negocio musical, sino más bien la venta de productos derivados del mundo digital como los reproductores de audio portátiles de MP3. Esto nos conduce a la conclusión de que las grandes discográficas deberían comenzar a preocuparse por participar en el pastel de la música en la Red antes de que los propios artistas comiencen a desear a difundir su música mediante bits y no a distribuirla en forma de átomos. Es obvio que para ello no necesitan necesariamente de una discográfica como intermediario, tan sólo necesitarían solicitar la ayuda de una empresa tecnológica como Apple para difundir su trabajo.
El fenómeno no se detiene en la música y los archivos fonográficos comprimidos, ya que según se va ampliando el ancho de banda nuevas posibilidades se abren para los internautas deseosos de intercambiar bits. Las empresas cinematográficas están descubriendo que sus márgenes se erosionan lentamente en la Red precisamente por el intercambio en las mismas redes P2P. Pero, en cualquier caso, aún es pronto para descubrir si emprenderán la misma política que las discográficas en el mundo digital, aunque todo parece indicar que seguirán sus pasos.
Mientras tanto Apple ya anuncia que está en condiciones de servir vídeos musicales a una calidad casi televisiva, por lo que no nos deberíamos extrañar si pronto el salto se dará más allá y comenzarán a ofertar películas a la carta. Puede que las productoras de Hollywood se sienten a mirar y a batallear con sus propios clientes, como hicieron las discográficas, sin embargo tal y como se demostrará será una política completamente errónea.
Pero detengámonos ahora con el único soporte que parece ajeno, de momento, al conflicto de traslación de bits y átomos: el papel. La pregunta que nos asalta ahora es: ¿Qué sucederá con el libro?
Es curioso que todos los materiales impresos se procesan, almacenan y editan en forma de bits hasta el momento de su publicación. Las fotografías, los textos y los gráficos que pueden ser utilizados en una publicación impresa son bits hasta el momento de su difusión en el que se convierten en átomos. Encontrar el porqué a esto es bastante sencillo: Todavía no se ha ideado una tecnología que pueda sustituir al papel en cuanto a su usabilidad y sencillez de uso.
El e-book existe, pero todavía es una quimera, un sueño que se enfrenta al problema del desarrollo de un dispositivo que sea usable y fácilmente comercializable (Vendible en suma). Algunas editoriales llevan diez años en el negocio del libro digital, y aunque su evolución no es espectacular, el despegue es inminente. Y cuando definitivamente lo haga, ya nada será como lo conocimos.
Por supuesto que las posibilidades que nos brinden los e-books impregnan a otros formatos no librarios como periódicos y revistas. Para entonces, los medios de comunicación deberán comenzar a plantearse unas políticas en la Red más acertadas que las que han venido desarrollado. Seguramente, ya nadie querrá leer los diarios en el ordenador, se los descargará y los leerá (aunque se puede ir más allá como veremos), los archivará en su dispositivo de lectura (el ebook) y allí los mantendrá junto a Leon Tolstoi o Miguel Delibes. Cuando considere que no le son útiles simplemente los eliminará o los trasladará a otro dispositivo de almacenamiento masivo, su verdadera biblioteca digital.
Pues Marcos, siento decirte que no acabo de ver claro el éxito de los libros electrónicos. Igual que no veo claro el negocio de las discográficas en el entorno digital. Hay quien tenga prisa y prefiera descargarse un album o varias canciones pagándolas, pero yo soy una persona paciente. Hay estudios que demuestran que entre los músicos son minoría los que consiguen vivir a costa de los derechos de autor. El resto se gana la vida con los conciertos. Por cierto, qué prefieres: ¿concierto digital o en vivo y en directo?
Y el problema que se avecina si se hunden las discográficas es tremendo. Las emisoras se están empezando a asustar porque ahora ¿quién les va a decir la música que deben programar?
Y sinceramente, creo que este caos es beneficioso. No beneficia a la industria ni a la economía, pero de forma inversamente proporcional los beneficios culturales son evidentes. Brindemos por la riqueza cultural. Chin chin.
Efectivamente, el unico beneficio que encuentro es la explosión de situaciones para difundir la cultura, y que todas ellas seran complementarias. Creo que las discograficas tenderán a hundirse o renovarse, y ojala los autores sean los verdaderos beneficiarios de este cambio.
El libro digital, si se consigue un dispositivo adecuado, será toda un revolución no sólo dentro del negocio editorial, sino también dentro del sector bibliotecario. Ya no será necesario acudir a una biblioteca para pedir prestado un libro, simplemente lo tomarás prestado desde casa a través de internet. Te lo descargarás y lo tendrás en préstamo durante, digamos, 15 días. A los 15 días, el préstamo cesa y deja de ser utilizable dentro de tu ebook.
Este es un ejemplo que se me acaba de ocurrir, sin embargo las posibilidades son múltiples. No debemos de alarmarnos, los hábitos de estudio y lectura están cambiando por la presencia de Internet y por supuesto que las bibliotecas se ven afectadas. Hablando con Julio se me ocurrió afirmar que el libro en papel desaparecería, obviamente Julio casi me mata ante tal atrevimiento, sin embargo, aunque no de una forma completa y rotunda, puede suceder que el sector del libro se abra hacia la tecnología.
Sobre las discográficas y las empresas cinematográficas, es una cuestión de adaptabilidad. No estoy afirmando que trasladen completamente su modelo de selección de artistas, como Álvaro afirma. Pero deben tratar de adaptarse si no quieren ser engullidas por el fenómeno P2P. La posibilidad de descargarse la música a través de la Red desde iTunes, por ejemplo, es una oferta que contrarresta la demanda actual de contenidos musicales digitales que hasta hace un año y medio tan sólo se podía realizar a través de las redes entre pares.
¿Conciertos en directo o digitales? Bueno, todos tenemos algún DVD de algún concierto de nuestro grupo favorito, la digitalización no va a acabar con los conciertos en directo, afortunadamente. Sin embargo, es una ventaja tener la música que nos gusta en directo dentro de una calidad razonable.
Retomando el tema sobre las entidades de derechos de autor, en este artículo existía un párrafo dedicado a ellas. Sin embargo, en el asunto que he tratado de exponer hoy, son actores que se dedican a hacer negocio CON la Red no A TRAVÉS DE ella. En cualquier caso, ni ellas mismas son equitativas con los creadores que dicen proteger, por lo que no merecía la pena dedicarles algún esfuerzo.
Si la industria musical pasara de basarse en «átomos» a «bits», como tu lo defines, lo que realmente lamentaría sería perder el universo gráfico de las portadas de los discos.
Aunque ahora no es algo en lo que se dedique un especial esfuerzo, ha habido momentos en la historia del rock en que las portadas eran realmente fabulosas.
Vuelvo a estar en desacuerdo Marcos. Lo que cuentas del libro electrónico se opone a la propia esencia y ventaja del libro en este formato. Piensalo bien. Una biblioteca presta algo porque luego lo necesita físicamente de nuevo para poder proporcionar esa misma obra a otro usuario. No tiene sentido prestar algo que se puede copiar sin gastos de ningún tipo. Pero claro, nos hemos apartado a la idea original que perseguía la imprenta. Difundir de la forma más barata posible. Hoy se puede difundir a coste cercano a cero, pero el interés de hoy no es la difusión, sino la rentabilidad cuando no el beneficio.
Maria Elena: El universo gráfico (y el textual) de los discos se perdió con el abandono del vinilo. Por cierto ¿Qué me aporta un CD para que merezca la pena gastarme (¿cuanto valen ahora los discos?) los 20 € que cuesta? Ya no llaman la atención por su portada y las letras casi nunca acompañan al CD y cuando lo hacen no te traen una lupa de regalo para poder leerlas. Hace mucho que no compro CDs.
Álvaro me alegra que estés en desacuerdo conmigo. Sin embargo, yo considero que el límite está marcado por nuestra imaginación y que lo que describía en mi anterior comentario sobre las bibliotecas digitales no es una quimera completamente. También es posible que nosotros no lo lleguemos a ver, en las condiciones que está descrito, pero la cuestión es: ¿Y por qué no?
Yo quiero que consideréis los hechos que indican que las bibliotecas también convergen hacia lo digital. El ejemplo más claro es Google Print y sus secuelas. Primero, Google quiere digitalizar los fondos, eso sí libres de derechos de autor, de distintas bibliotecas norteamericanas, y segundo la reacción de Francia y por extensión de Europa digitalizando también fondos de sus bibliotecas nacionales.
Si la música puede ser alquilada, como Napster o Yahoo! ¿por qué no un texto? ¿No es acaso un préstamo un alquiler sin contraprestación monetaria?
Yo no vaticino la desaparición del libro impreso, puede que se haga a largo plazo, pero todavía es muy pronto para poner fecha, si es que la hay. Comprendo los recelos que despiertan estas afirmaciones, pero si puede darse el caso del disco compacto como soporte, ¿por qué no lo puede hacer el libro? No sería el primer objeto de uso cotidiano que cae en desuso superado por la tecnología.
En fin, puede que mi resistencia sea de la misma naturaleza que la resistencia que presentaron los amantes de los rollos con la aparición de los códices. Aquellos también vaticinaban el fracaso de los códices (igual que yo el de los libros electrócinos. Se equivocaban (y puede que yo). Pero supongo que los defensores de los códices no insistían en almacenarlos en capsas.
Me explico: en el caso de que el libro electrónico tenga futuro, no podemos pretender que se haga de él el mismo uso que el libro de papel. El libro electrónico tiene unas características y posibilidades distintas al de papel, y hay que aprovecharlas.
Álvaro por supuesto que no harán las mismas funciones, puede que hagan incluso más o puede que el préstamo digital tal y como lo describí no llegue a desarrollarse nunca. Pero ¿no será estupendo descubrirlo?
[…] Junio 2004 (8) Mayo 2004 (19)
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