En mi último envío en el que hablaba sobre el canon por préstamo en las bibliotecas públicas, entre la maraña de datos que manejé, hubo uno que llamó inmediatamente mi atención, que tan sólo el 2% de los lectores españoles había obtenido su último libro leído a través de una biblioteca. Si a esto se une que del 53% de lectores españoles sólo el 13% saca libros de las bibliotecas, las cifras empiezan a ser preocupantes, ya que desvelan el escaso interés que sus fondos tienen para los usuarios.
Ver estos datos me hizo recordar mis largos años de usuaria de bibliotecas públicas, en los que la frustración era lo que marcaba mis visitas a la biblioteca del barrio.
Como mis recursos eran francamente escasos, tenía que recurrir a la biblioteca para acceder a las novedades literarias y los best-seller del momento, pero estos libros nunca estaban. O no los habían adquirido o, si lo habían hecho, siempre estaban prestados y me enfrentaba a una larga lista de espera. Evidentemente, no llegaban a mis manos hasta que ya dejaban de ser tan novedosos, lo que hacía que mis temas de conversación literarios siempre llevaran un par de años de retraso. Esto me llevó a apuntarme a todas las bibliotecas que tenía a mi alcance, para así tener más posibilidades de acceder a los libros que quería pero, de todas formas, me hallaba frente al mismo problema en todas ellas.
Al no poder conseguir las novedades que buscaba, me aficioné a la lectura de clásicos, siempre accesibles, y me llevó a descubrir grandes obras de la literatura que los best-seller del momento nunca podrían igualar. Reconozco que, gracias al conocimiento de estas obras maestras, he descartado definitivamente los libros que componen las “listas de superventas”, ya que en su mayoría carecen de la profundidad narrativa y la calidad literaria de los primeros. Ahora sólo los leo si han pasado por la criba del tiempo, que pone cada cosa en su lugar, o la recomendación de un buen amigo, aunque eso signifique no poder comentaros qué opino sobre “El último catón”, ya que aún no lo he leído.
Pero de eso no es de lo que quería hablar. Quería hablar del poco préstamo que se realiza en las bibliotecas públicas, y plantearme y plantearos ciertas preguntas: ¿Cuál es el problema? ¿Y cuál es la solución? ¿El fondo de las bibliotecas no se publicita lo suficiente? ¿No es interesante para sus usuarios? ¿No está lo suficientemente actualizado? ¿Tendría que tener más best-seller? ¿Más de un ejemplar de los libros más leídos para evitar las largas listas de espera?
En alguna ocasión leí que una biblioteca no tiene que regirse por la lista de libros más vendidos, pero ¿y si es eso lo que quieren leer sus usuarios?. Quizá sea una manera de introducirlos en la lectura posterior de otras obras más “literarias”. Y en cualquier caso, toda lectura es enriquecedora.
Está claro que la cuestión monetaria juega un papel fundamental en este problema, ya que los presupuestos de las bibliotecas públicas no corresponden a sus necesidades pero, de todas formas, no creo que éste sea el único problema.
Yo no tengo la respuesta a estas preguntas, así pues prefiero dejarlas en el aire (o en la Red, en este caso), para que cojáis el testigo y entre todos intentemos responderlas, ya que estoy segura que en algún momento habréis sentido la misma frustración que yo al no encontrar el libro que querías en vuestra bibliotecam, y os habreis planteado éstas y otras preguntas.
Parece ser que del 24 al 26 Noviembre 2004, se celebrará un Seminario Internacional sobre “EVALUACIÓN Y VALORIZACIÓN DE COLECCIONES EN BIBLIOTECAS”, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Perú.
Quizá ellos tengan las respuestas.
Es una lástima que esté tan lejos…
Yo también he sufrido esa impotencia de querer leer la última novela premiada por planeta o el best seller del que habla todo el mundo y pasados meses y meses, los ejemplares siempre están en préstamo.
No creo que sea justo «obligar» al usuario a leer los clásicos y asi culturizarlo o inducirlo a leer literatura de calidad, yo creo que precisamente se trata de que el lector lea lo que le plazca, puesto que aun mantengo un ferviente «odio» al teatro, tras las obligadas fichas de lectura en EGB por las que había que tragar para aprobar.
Por otra parte opino que el fondo no está lo suficientemente publicitado, porqué no se publican pequeños boletines con las novedades, o repertorios temáticos de novelas históricas, novelas de misterio, libros de autoayuda… si el costo es un problema que estos boletines sean enviados al correo electrónico del usuario.
También echo terriblemente en falta la figura del biblitoecario «asesor», aquel que conoce a sus usuarios y que sabiendo que tipo de libros suele llevar en préstamo que diga, «oye llevate éste que te va a gustar, etc. Tengo unos recuerdos estupendos de la biblitoecaria de mi colegio, nunca fallaba y mi amor por la lectura es en gran parte por todas esas novelas que me hicieron soñar en EGB, BUP y Cou.
Cuando digo «clásicos» no me refiero sólo al «Quijote», «La Celestina» o Shakespeare. También hay buenos clásicos del siglo XX en todo tipo de géneros: histórico, policíaco, ciencia-ficción… Buenos libros que han superado la moda del momento.
En cualquier caso cada cual tiene sus gustos, y también, cada libro su momento. Jamás se me ocurrió leer un clásico como «La montaña mágica» durante la época de exámenes. Entoces aprovechaba para leer literatura facilona (tipo best-seller) para desintoxicarme de los libros de clase más densos.
Finalmente, lo del bibliotecario «asesor» sólo puede darse en bibliotecas pequeñas en las que el bibliotecario puede llegar a conocer personalmente a los usuarios habituales.
Y tienes razón respecto a los boletines de novedades. Teniendo en cuenta que la catalogación se hace por medios informáticos, no puede suponer mucho esfuerzo generar un listado de novedades y, si resulta caro en papel, enviar por correo electrónico a los usuarios que lo soliciten.
Supongo que, en ocasiones, no se realizan estos boletines por falta de tiempo, vamos, por falta de personal.
La pregunta es si una biblioteca está diseñada y pensada para crear un acceso a la cultura y a la lectura a bajo precio, ¿esa cultura lo marcan las listas de más vendidos que no son otra cosa que listas de marketing?
¿Debe de estar suscrita una biblioteca pública a todas las revistas que se editan en España? ¿No se hace una selección por diversos criterios?
Mejor todavía, ¿es El Código Da Vinci cultura?
Tampoco se puede «culturizar» a la gente con lecturas obligatorias como en el instituto. Es completamente contraproducente.
A mí por lo menos, muchas de esas lecturas «obligatorias» de entonces, se me han atragantado y ahora no las leería.
Me repito: cada cual tiene sus gustos y cada libro su momento.
Pero quizá todo best-seller si no tiene un mínimo de calidad, no tendría que estar en una biblioteca.
Seguro que el libro del ex-marido de Letizia Ortiz se ha vendido estupendamente ahora, pero ¿quién quiere leerlo?.
[…] sospechados (y en ocasiones, más inoportunos). Surge de algo que he visto o incluso sentido y, entonces, es cuando se convierte en una necesidad transmitir eso que me ha […]