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Bibliotecas: llamar a cada cosa por su nombre

Os anuncio que yo debería estar de vacaciones, tan sólo eran dos semanas, pero podrían haber sido 14 días de expansión y de relajación. Pero parece que los elementos se conjuran, una y otra vez, para que yo no pueda disfrutar de ellas, primero por tontas coincidencias y segundo por desastres concatenados. Obviamente, las coincidencias se pueden limar, pero los desastres son completamente ineludibles y sólo puedes encogerte de hombros, aceptar que han sucedido y arrimar el hombro por lo que pueda venir.

Obviamente, si te ves obligado a trabajar durante lo que se habían supuesto tus vacaciones, al menos tómatelo con calma ríete un rato de tí mismo, de tu estúpido destino, qué otra salida me queda, y resígnate siempre podría ser peor. En cualquier caso, es posible que el destino te aguarde una pequeña sorpresa puede que como compensación injusta.

De cualquier manera, como resultado de mi recluimiento a trabajos forzados, descubro este texto remitido por un bibliotecario a un medio de comunicación. Este escrito se publicó en el diario Levante el 21 de junio de 2005, espero que os sea de interés.

Estamos en la era de la imagen, de la apariencia, de la propaganda. Esto nos lleva a que cada vez somos más parciales a la hora de comunicar a los demás cualquier acontecimiento o circunstancia, incluso si se hallan más allá de la esfera de lo personal. O mejor dicho, sobre todo si se hallan más allá de la esfera de lo personal, pues es en este nuevo espacio donde más esfuerzos parecen volcarse para ofrecer a los otros una buena imagen de nosotros, de nuestro trabajo, de nuestros productos, de las instituciones que representamos, etc. Hemos de causar una buena impresión si hemos de vender un producto, ser elegidos para un cargo o, simplemente, obtener una valoración positiva del trabajo desempeñado.

Esto no es completamente negativo. Muchas veces bajo la imagen deslumbrante del envoltorio suele haber un montón de cosas positivas a valorar.

Así, por ejemplo, cuando estos días atrás hemos podido leer en muchos medios de comunicación titulares como «Bibliotecas abiertas las 24 horas por los exámenes» o «La Universitat de València mantendrá abiertas las bibliotecas durante el fin de semana», la información transmitida es, en cierto modo, inexacta. Y lo es porque una biblioteca conlleva un amplio conjunto de servicios de información, de apoyo, de referencia, de préstamo de ejemplares, etc. que no están disponibles en los horarios aludidos. Pongo por ejemplo la biblioteca de Ciencias Sociales de la Universitat de València, en la que trabajo. En época de exámenes se mantiene abierta de forma ininterrumpida, pero no del todo. Me explico: se dejan abiertas las salas del sótano donde están los manuales básicos de consulta, no el resto de las salas superiores donde se hallan las monografías, los materiales de referencia ( estadísticas, formularios, diccionarios), o las revistas. Además, durante el horario nocturno, el único personal que permanece en la entrada a dichas salas es un par de controladores de accesos de una empresa externa ( no vigilantes de seguridad) y los fines de semana, desde el sábado a medio día habría que añadir la presencia por algunas horas de un auxiliar de ser vicios bibliográficos cuya principal labor es recolocar y ordenar los fondos o asesorar pequeñas dudas, ya que el servicio de préstamo de ejemplares no está disponible. En definitiva, lo que se ofrece en realidad al estudiante es una sala de estudio con manuales. Y no quiero con ello decir que la institución universitaria no haga un esfuerzo para poder ofrecer este servicio que año tras año se va consolidando, sobre todo teniendo en cuenta la pingüe financiación con la que cuenta, sino que en mi modesta opinión, debiéramos llamar a cada cosa por su nombre no vaya a ser que alguien piense que le estamos dando gato por liebre. Quizás en un futuro la Administración reconozca la importancia de las universidades y las dote de mejores presupuestos, entonces es posible que las universidades reconozcan la importancia de las bibliotecas y sus servicios puedan ampliarse en calidad y cantidad. Pero eso plantearía otra cuestión que no vamos a tratar ahora: ¿cómo debiera ser una biblioteca universitaria en la Europa del siglo XXI, es decir, hoy?

Francisco Tévar Almiñana Auxiliar de Ser vicios Bibliográficos

Publicado en Biblioteconomía

6 comentarios

  1. Ana Ana

    En la biblioteca universitaria (privada) en la que trabajé, sólo se habría por el día en período de exámenes los sábados y domingos, pero como cuenta el narrador de este texto, no había préstamo de ningún tipo, eso sí podían acceder a los libros de las estanterías, no como parece que pasa aquí. Biblioteca = sala de estudio no?

    Por cierto, ya sabía yo que los bibliotecarios algo debían ocultar, algunos tan ser viciables o ser viciosos. Eso los auxiliares, ¿cómo serán los técnicos?

    Saludos (disfruta las vacaciones Marcos)

  2. Durante toda la época de exámenes llegaban estudiantes a preguntar: ¿Y por qué no abrís los fines de semana? Ejem… porque no nos lo pagan.

    En la Universidad Complutense, habren pocas bibliotecas en horario extraoficial… yo entiendo que no es necesaria la apertura de todas las bibliotecas de todas la facultades… no obstante es un servicio que efectivamente, debería ser idéntico al del horario normal.

    Claro, eso implica, más contratos, más dinero, más…. y bueno, ya sabemos todos como va esto.

    Marcos, siento lo de tus vacaciones, disfruta cuanto puedas!!

  3. No hay nada como pasar las «vacaciones» a la sombra…

    🙁

  4. Estuve trabajando en la UPC (en la biblioteca de Vilanova i la Geltrú) los fines de semana en períodos de exámenes y los servicios eran los mismos que en día laborable: prestar libros, prestar salas de estudio, mandar callar a la gente, etc.

  5. ¿También daban servicio completo en las bibliotecas abiertas 24 h?

  6. Catorze Catorze

    Era servicio de fin de semana, pero no de 24 horas.

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