Recientemente, recogía la Asociación de Compositores y Autores de Música (ACAM) en su página web un artículo muy crítico con las licencias Creative Commons que ha levantado cierto revuelo en la blogosfera con múltiples réplicas. Concretamente, un párrafo que os adjunto era determinante:
Las Creative Commons (CC) son un nuevo tipo de licencias, originarias de Estados Unidos, que ahora están expandiendo su uso a escala internacional. Se supone que la licencia ofrece un concepto alternativo de derechos de autor al permitir a los creadores fomentar la difusión y reutilización de sus obras protegidas, sean éstas películas, imágenes, música, textos literarios o científicos. Pero, de hecho, las CC ofrecen considerables beneficios para los usuarios de Internet que desean utilizar las obras de los creadores sin la obligación de obtener un permiso y aportan muy pocas ventajas a la comunidad creativa
Sin embargo, este tipo de comentarios desde ciertas sociedades tan sólo me recuerda a lo que ya comentamos aquí en cuanto la aparición de los medios de comunicación impresos hace dos siglos y los recelos que éstos despertaban por su periodicidad de publicación casi diaria, además de las consecuencias que tendrían sobre los derechos de autor. En cualquier caso, considero que porque algunos nos dediquemos a publicar textos, música, imágenes o películas de una forma libre y/o gratuita en este gran medio de comunicación que es Internet no vamos a socavar la capacidad creativa de la Humanidad. Es más, seguramente actuaciones como las de Tom Clancy, en las que ya permite la utilización de su nombre para la edición de un libro sin ni siquiera haber participado en él, o las acometidas que se permiten realizar sobre los nombres de otros autores más consagrados como HP Lovecraft o Isaac Asimov desde la industrial editorial son mucho más censurables. ¿Y qué decir de los negros de la literatura? ¿Ya no nos acordamos del caso de la presentadora española de televisión Ana Rosa Quintana que fue acusada de plagio primero, de oportunista después y la editorial tuvo que retirar el libro? Desde luego que estos casos dejan a una parte de la industria en un brete más preocupada por los resultados económicos que de Creación.
El 7 de mayo, en el suplemento de tecnología de el Diario El País, Ciberpaís, se publicó un reportaje con el título de Internet subvierte con la escritura libre las reglas de la creación del libro. Este texto nos recordaba que en Internet podemos encontrarnos con numerosas iniciativas que persiguen el desarrollo de historias y tramas que su autor no exploró, se trata del género de la fan fiction. La pregunta que nos debemos de hacer es si es lícita la fan fiction y son los propios autores los que nos la contestan. Aprovechando el estreno de la última película de la Saga de Star Wars, abordemos este universo que ha sido, por otro lado, una de las historias que ha tenido una mayor proliferación de materiales desarrollados por los fans. El director y creador de Star Wars, George Lucas, siempre ha observado con cierta condescendencia lo que se desarrollaba, paralelamente y de forma amateur, sobre su universo siempre que se mantuviese dentro de unos límites de respeto y que, sobre todo, no se obtuviese ningún rédito económico. El último ejemplo de esta devoción de los fans lo podemos comprobar con el cortometraje de Star Wars Revelations en el que durante tres años, 200 personas se vieron implicadas en vivir en sus propias carnes el universo de la Guerra de las Galaxias.
Por supuesto que existen otros ejemplos de fan fiction que se salen por la completamente por la tangente embuidos por el deseo de fans, o no, de ir un poco más allá de la historia. Así, podemos encontrarnos con textos en los que Harry Potter y Hermione protagonizan escenas subidas de tono, que Gandalf y Frodo Bolsón, protagonistas del libro El señor de los Anillos, tienen algo más que una amistad paterno-filial o que Superman se dedica a cortejar a Xena, la princesa guerrera.
En cualquier caso, todavía se puede dar una vuelta de tuerca más. No hace falta acudir a creaciones de otros para desarrollar una historia y la prueba la encontramos en los denominados Wikilibros. Esta nueva iniciativa, surgida a partir de la fundación de la Wikipedia, nos conduce a libros que se encuentran en permanente construcción y corrección por parte de cualquiera que desee participar en su redacción. Dentro de este proyecto podemos encontrarnos tanto libros de texto, como manuales y otros formatos; pero en el caso español la mayoría todavía son esbozos de lo que se deberá desarrollar a posteriori y tampoco hay demasiado material. Pero esta interesante iniciativa puede tener un crecimiento importante en un futuro, puesto que es relativamente reciente.
Aunque también podemos encontrarnos con ciertos proyectos ya veteranos dedicados al desarrollo de documentos libres dentro de entornos colaborativos, y en este caso con acento completamente español, es el proyecto Alqua. En 1999, Pablo Ruiz y Álvaro Tejero eran dos estudiantes de Ciencias Físicas que deseaban romper con los esquemas tradicionales de la industria editorial científica tradicional. Para ello, desarrollaron un software que les permitieran la redacción de libros que fuesen modificables, que se pudieran copiar y distribuir libremente y que hubiesen sido creados por los lectores. La diferencia con la iniciativa de los Wikilibros consiste en que los ejemplares desarrollados en Alqua pueden ser encontrados en forma de libro, es decir, impresa y, por supuesto, accesibles en la Red. Para el que tenga curiosidad, estos libros impresos pueden ser encontrados en algunas bibliotecas de la Universidad Politécnica de Cataluña y en las de la Complutense de Madrid y tienen ciertas peculiaridades. Por ejemplo, disponen de grandes márgenes que invitan a los lectores a introducir comentarios, correcciones y, además, se les anima a que envíen estos cambios al editor del libro para que introduzca las modificaciones (si lo cree conveniente) en el ejemplar que hay en el sitio de Internet y que cualquiera puede descargar.
¡Se te olvidaron los blogs literarios!
Un ejemplo en el wiki de blogs literarios de Periodistas21.
Desde luego que no me había olvidado, pero tendría que haber incluido tanto a los blogs que se convierten en libro como los blogs que sirven para promocionar un libro.
Es que se inventa cualquier cosa.
[…] arecido en el suplemento Ciberpaís de mayo. Aquel texto lo recibí por correo electrónico y me pareció interesante para enlazar con un debate que había surgido por aquel entonces […]
[…] En general, cuando escribo lo hago plagando mis artículos de enlaces a otros textos que me sirven para apoyar y ampliar lo que afirmo. El problema parece surgir cuando me estoy refiriendo a un texto impreso que tan sólo puedo referenciar citándolo, aunque no debería haber sucedido así. El mes pasado escribí un texto que se basaba en un artículo aparecido en el suplemento Ciberpaís de mayo. Aquel texto lo recibí por correo electrónico y me pareció interesante para enlazar con un debate que había surgido por aquel entonces que tenía como grandes protagonistas bloggers, las Creative Commons y las gestoras de derechos de autor. El artículo (ahora ya accesible gracias a la apertura de la edición digital de El País) desgranaba distintas experiencias nacidas en Internet sobre la creación de contenidos por parte de fans y personas de una forma desinteresada en forma de e-libros. […]