Viajar consiste intrínsecamente en una aventura. El día de la partida lo primero que tienes que hacer es quedar con el compañero de viaje a una hora determinada para tomar el medio de transporte. Si tienes suerte puede que llegue con antelación y si no puedes plantearte abandonarlo a su suerte en el andén o en la terminal del aeropuerto. Después, cuando llegas a la ciudad desconocida, debes intentar descifrar cómo puedes desplazarte por ella. En el caso de Madrid, hay que intentar comprender las múltiples líneas de colores que representan el Metro con sus estaciones e imaginar qué hay en la superficie de ellas, además de tratar de hallar las combinaciones correctas para tomar el camino más corto. Si uno no tomase las debidas precauciones, seguramente acabaría donde no debiese… Sí, soy culpable.
Y es que es precisamente esto, acabar donde uno no se lo espera, donde comienza la segunda parte del viaje. Si desconoces el alojamiento donde vas a pasar unos días probablemente te llevarás una sorpresa. Por lo que nos comentaron los compañeros que se desplazaron a Madrid, y hacemos una recopilación, puedes encontrarte con paredes desconchadas, duchas que tan sólo son un sumidero en el suelo, una instalación eléctrica que no soporta las necesidades de una plancha para el pelo… Cada uno tendrá su aventura, pero el problema puede desplazarse al compañero de viaje (¡Ronca!) o la habitación de al lado (¡Viaje de novios!). Pero, sin esta salsa, qué sería de los viajes.
Por supuesto que un congreso de bibliotecarios no todo es tan estricto como un cónclave vaticano, hay momentos para la distensión y para las pequeñas anécdotas. Yavannna ya nos adelantó una, que consistía en la inexistencia de la conectividad a Internet desde el Palacio de Congresos de Madrid. No había Internet ni para conferenciantes ni para visitantes, para escarnio general, pero podemos añadir algunas más.
Por ejemplo, la esperada asistencia de la Presidenta del Comité de Honor en la inauguración de las Jornadas, la Princesa de Asturias, no se realizó, aunque tampoco estuvo presente la Ministra de Cultura, Carmen Calvo, que sí estuvo presente de forma virtual mediante una proyección de un vídeo en DVD (que habrá pagado el correspondiente canon a la SGAE). Todos los altos cargos parecieron tener compromisos más importantes que las Jornadas del Fesabid salvo la Directora General de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, que estuvo presente (Se lo agradecemos) y nos deleitó con el texto Creación, vida y literatura. Sobre el nivel literario de este texto poco puedo decir tanto yo como la mayoría de los presentes, ya que todos comenzamos a buscar cosas mejores en las que ocupar la mente como curiosear el maletín de documentación que nos habían facilitado durante la acreditación. Actividad, la de comprobación de documentación, que resultó imprescindible en algunos casos, debido a que no todo el mundo obtuvo en un primer momento el callejero de Madrid y tuvo que reclamarlo a posteriori. Pero, volviendo al discurso de Regás, parece que no fuimos los únicos que buscaban formas de evasión, puesto que en cuanto terminó la lectura del texto el presidente de la mesa encomió a los asistentes a que no abandonasen la sala tan apresuradamente porque había reservada una sorpresa quijotesca.
Allí estaban, Quijote y Sancho entrando en el auditorio A provocando las carcajadas de los asistentes. Sobre todo cuando nos compararon con ladrones, por llevar las cabezas descubiertas los caballeros y las damas pantalones, dentro de aquella cueva en la que se adentraban. También ellos echaron en falta la presencia de la Princesa, y lo recordaron, aunque tal vez con su real presencia no nos hubiésemos reído tanto porque se hubiesen cohibido. En cualquier caso, Quijote y Sancho nos recordaron que arriba se nos serviría gratuitamente café y pastas y los bibliotecarios no tardaron en salir en tromba.
Hay profesiones y profesionales, pero en el fondo hay personas, y los bibliotecarios / documentalistas / archiveros / museólogos también poseen comportamientos gregarios. La hora del café nos recordó a una mascletà por la forma en que nos apretujábamos en un espacio tan ancho. Ante tal avalancha, los nervios se apoderaron de los camareros ya que no encontraban la forma de asistir a tantas demandas de una forma adecuada.
Pero las sorpresas es mejor darlas por la noche y si vas estresado mejor. Primero muchos extraviaron la invitación que había que presentar obligatoriamente para entrar en la cena, y segundo no hay que convocar una cena tan temprano cuando hay visitas profesionales de por medio. Sinceramente, la cena – cocktail preparada para las 21 h del jueves 14 debió comenzar más bien a las 22h para que algunos llegasen de forma decente al Círculo de Bellas Artes. Uno de los requisitos era la máxima puntualidad, debido a que se aseveraba que aquel que no entrase en el edificio a la hora determinada ya no tendría oportunidad de hacerlo. Los nervios afloraron en algunos casos, ya que las visitas profesionales a los distintos lugares previstos finalizaron entorno a las 20h.
Con ello se demuestra que para los bibliotecarios la vida social es más importante que cualquier visita a cualquier lugar por mucho que la llamen Biblioteca Nacional. En cualquier caso, muchos llegaron con una hora de retraso desconociendo si les dejarían subir a la cuarta planta, aunque afortunadamente a eso de las 21.30 el concierto del cuarteto de cuerda ya había finalizado y se pudo acceder a la cena con total tranquilidad.
Os aseguro que comer canapés no es nada sencillo, primero tienes que situarte correctamente dependiendo de la hambruna del momento, segundo tienes que tratar de establecer una especie de charla trascendental con una persona que tal vez hayas visto dos veces en tu vida (o puede que ninguna) además de aparentar que la comida es lo de menos, tercero tienes que realizar equilibrios entre el vaso con la bebida, la servilleta y algún que otro canapé; y finalmente ten cuidado con no sacar el ojo a nadie con el dichoso palillo. ¿Resultado? Acabas con más alcohol en el cuerpo que comida, lo cual puede que no te deje en buen lugar en las próximas dos o tres horas.
Y no lo digo tan sólo por mí, que al fin y al cabo, soy un hombre de provincias completamente desconocido. Lo digo por algún profesor, responsable de biblioteca o centro de documentación más que conocido que estuvo riéndose de forma desaforada más de lo necesario. Pero obviamente eso no importa demasiado, con algunos gramos de alcohol de más en sangre las cosas se ven de distinta perspectiva, hasta que llega el día siguiente. Pero para entonces o bien no recuerdas nada, o bien lo recuerdas todo y decides que es mejor mirar al suelo por si no te recuerdan, o bien simplemente consideras que nada tiene importancia. Sólo se vive una vez.
Claro que acabar una fiesta a las 6 de la madrugada cuando a las 9h se retoman las actividades de las Jornadas no debe dejar buen cuerpo a nadie. Y no es que los voluntarios, muchos de Valencia puesto que la Universitat Politècnica financiaba el viaje, no trabajasen a conciencia durante las Jornadas y se recogiesen pronto, es que algún conferenciante tuvo que disculparse por su inasistencia por algún exceso nocturno.
Cosas de bibliotecarios, en suma.
¿Quieres más anécdotas?
Muy bueno xD
La Universidad de Valencia financiaba el viaje??!! Vaya tela, a nosotros ni el pase para el metro.
Has olvidado un detalle curioso que da idea de la organización del evento del jueves noche. Al parecer, no «calcularon» el número de asistentes al concierto y más de la mitad terminaron pacientemente de pie o, como en mi caso, sentada en el suelo :p
Anécdotas de mi hostal: el agua no calentaba lo suficiente y salía con mucha presión, con lo que debías reducir potencia, con lo que tardabas el doble, y como no, el agua seguía estando frÍa…
Por suerte o por desgracia (y sin saberlo), nos hospedamos en el corazón de la marcha madrileña, además de en una calle levantada por obras (con sus correspondientes obreros y perforadoras desde las 6:00) y con unas ventanas que no se cerraban más que con empujones.
En fin, ya tenemos algo que contarles a nuestros nietos 😉
Un abrazo!
Pues sí, la Universitat Politècnica financiaba el viaje. Los alumnos querían pedir una ayuda económica global, pero al final como algunos no se decidían si ir o no, los organizadores no podían dar un número a la UPV. Además, se añadía que el presupuesto a asignar, debía de ser aprobado por quien fuese y no se tuvo tiempo material para tener el dinero para el viaje.
En cualquier caso, presentando las facturas creo que financian hasta un 50% del viaje, lo que no está mal. Por eso había tanto valenciano por allí…
JAjajajaja toda esa juerga a escasos kilómetros de mi morada y yo voy y me la pierdo!!!!! XD XD XD (bueno yo tuve el jueves mi particular noche de stresssss.. 😛
Barbara… ejem… Madrid está siempre en obras SIEMPRE si no es una calle es la de al lado y si no hya nada que arreglar ya se encargarán de poner «pitostes» para los coches nuevos o ensanchar un centímetro la acera.. o… (con la cantidad de jubilitas que tenemos, en qué se entretendrían si no?????)
Sobre el Metro… lo de las convinaciones parece más facil de lo que és, en muchos casos es más rápido tomar el camino más largo, porque hay líneas que van mejor que otras…
Marcos Donde terminaste???? Jjajajjaajajajajaja diox!!!!
Bueno las anécdotas de los viajes son geniales… quiero más!!!!!
Hay más, muchas más. Algunas inconfesables ;-P, y otras no tanto.
Por ejemplo, que en el bareto donde acabamos, Ikonos, una casa de esa misma calle amenazaba con hundirse tipo barrio el Carmel de Barcelona. Pero mientras tratábamos de cruzar la calle ocupada totalmente por una grúa, pensábamos: «Joer estos madrileños sí que se están esmerando para los Juegos Olímpicos, trabajan de noche y todo»
Cosas de turistas…
Lo de las obras no es patrimonio exclusivo de Madrid. Aún no he ido a visitar una ciudad que no esté completamente invadida por perforadoras, gruas y vallas.
Respecto a la cena del Fesabid, hubo mucho desmadre y fue curioso ver a algun@s bailando y completamente borrachos a las ¡12 de la noche! ¡Todo un fiestón!
tengo q decir q en algunas de las frases (no diré cuales son) me he sentido aludida (Marcos lo sabe). Para mi, mi mayor anécdota en fesabid, no fue precisamente asistir a las jornadas sino conoceros a vosotros. Para mi fue una grata sorpresa conocer un mundo hasta ahora desconocido para mi, en principio me sentí un tanto «fuera de onda», pero tengo q reconocer que fue una experiencia positiva. Enhorabuena a todos los q escribís vuestros posts, tiene mucho mérito que quede gente con iniciativa y que se preocupe por estar al día en nuestro mundo. A todos los infoyonquis un abrazo fuerte, en especial para los de la quedada de Madrid.
[…] Pero, ¿realmente los bibliotecarios no se saben divertir? Adelantándome a que alguno de vosotros se abalance sobre mí con cierto disgusto ante tal aseveración, permitidme indicaros que en este mismo espacio ya recogimos lo que fue una magna fiesta bibliotecaria. El estado de embriaguez que se llegó a registrar entre algunos de los asistentes de aquel evento os puedo asegurar que fue el necesario para andar tambaleándose y lo cierto es que aquella fiesta no estuvo nada mal. […]
[…] Y es que si Javier posee algo es don de gentes. La primera vez que vi una fotografía suya pensé que debía de tratarse del arquetípico bibliotecario, a saber, responsable, serio y docto, pero durante un breve encuentro durante las Jornadas madrileñas del Fesabid, y durante algunas polémicas desarrolladas dentro de la biblioblogosfera te percatas que Javier es un gran tipo con un gran sentido del humor. Por ejemplo, en uno de sus proyectos (La gestión de la página web Thinkepi) no tuvo empacho de colocar dos frases que, por algunos, fueron tachadas de "inadecuadas": […]