No, de momento, no nos hemos hecho ni más vagos ni más tontos debido a la presencia cada vez más ubicua de pantallas en nuestras vidas. Aunque sí que es cierto que estamos cambiando nuestra forma de procesar la información. Una vez que sabemos que tenemos una fuente de información inmensa a nuestro alcance puede que nos apoyemos mucho más en la herramienta para no tratar de retener esos datos en nuestra memoria. Aunque en realidad es algo accesorio, no dejamos de retener información porque Google nos eche una mano de vez en cuando. Sólo debemos recordar que antaño fueron los libros y las enciclopedias los que desempeñaron esa función, pero obviamente no hay nada más rápido que teclear unas teclas y darle al Intro para realizar una búsqueda ante cualquier duda que nos surja. A pesar de todo, nunca dejamos de sumar porque existiesen las calculadoras.
La recepción de mensajes, que ojeemos las redes sociales (con su scroll infinito) y leer trozos de noticias de forma diagonal (tratar de localizar la parte de un texto que sea la que realmente nos interesa) lo que provoca es que nuestra capacidad de procesar la información sea más rápida. No debemos olvidar que hoy leemos más que nunca porque tenemos una acceso ilimitado a fuentes de información textual. Leemos fragmentos de comentarios y noticias de otras personas de forma rápida, fragmentada y apresurada. Se trata de nuevos géneros textuales (entrada, tuits, comentarios…), en nuevos entornos comunicativos (foros, redes sociales…) con sus propias características tratándose de textos en generar breves, poco definidos, interactivos y cooperativos. Es cierto que este tipo de comunicación se acerca más a la oralidad que con la tradición escrita que se da en libros o en los medios de comunicación, pero también lo es que cada vez más se está transformando hacia una comunicación más visual y directa.
Lo que realmente se resiente es nuestra capacidad de centrarnos en una tarea frente a otros estímulos externos. Por ejemplo, la mayoría de las páginas web no se visionan durante más de diez segundos y menos de una de cada diez permanece abierta más de dos minutos, por lo tanto cuando navegamos lo hacemos de forma interactiva saltando de un sitio a otro. Son las interrupciones lo que merma nuestra capacidad de concentrarnos y lo que nos distingue de los animales. Así como ellos por supervivencia tienen que estar cambiando de prioridades por los estímulos que reciben de forma externa y de manera continua por propia supervivencia, los seres humanos tenemos la capacidad de priorizar los estímulos externos que recibimos. Por lo tanto lo que está en peligro con esta falta de concentración debido a los distintos estímulos, es nuestra capacidad de focalizarnos en sólo una cosa, analizar el entorno, reflexionar y posponer una respuesta a los cambios de éste.
La lectura profunda no se aprende, se entrena. Desde luego que podemos recuperar la paciencia para leer textos complejos. Obviamente, no nos comportamos del mismo modo si lo que estamos haciendo es leer un texto on-line que otro off-line. Encontramos muchos más estímulos en el primero y sabemos que podemos cambiar de actividad con sólo mover un dedo lo que interfiere en la actividad en que estamos realizando en ese momento.
A lo que nos enfrentamos es a una fase de transición, donde se produce mucha desorientación sobre dónde se consolidará nuestro comportamiento como especie y los efectos no sólo económicos y sociales que está llevando Internet en cómo nos relacionamos con el entorno.