Los gurús llevan tiempo intentando enterrar el libro. A principios del siglo XIX, la floreciente popularidad de los periódicos – sólo en Londres se editaban más de cien – llevó a muchos observadores a suponer que los librosestaban a punto de quedarse obsoletos. ¿Cómo iban. competir con la inmediatez de la hoja diaria? «Antes de que acabe el siglo, el periodismo será todo lo que se imprima, abarcará todo el conocimiento humano_ – proclamó el poeta y político francés Alphonse de Lamartine en 1831 -. El pensamiento se expandirá por el mundo a la velocidad de la luz, concebido al instante, instantáneamente escrito, entendido de inmediato. Cubrirá la Tierra de un polo a otro: súbito, instantáneo, inflamado del fervor del alma que lo alumbró. Será el reino de la palabra humana en toda su plenitud. El pensamiento no tendrá tiempo de madurar, acumularse en la forma, morosa y tardía, de un libro. Hoy el único libro posible será el periódico.»
[…] Hacia finales de aquel siglo los libros seguían ahí, conviviendo impávidos con los periódicos. […] Durante el siglo XX la lectura de libros soportaría un ataque frontal de enemigos aparentemente mortales: el cine, la radio, la televisión. Hoy los libros siguen siendo los objetos comunes de siempre, y no hay ningún motivo para suponer que las obras impresas vayan a dejar de producirse ni de leerse, en medida muy considerable, a medio plazo.
Superficiales de Nicholas Car, 2010