Las enfermedades relacionadas con la información han sido ya retratadas aquí en diversas ocasiones. La infoxicación (information overload en inglés), que llegó al extremo de ser tema principal de un anuncio de una marca automovilística, ha sido analizado aquí desde su propia definición, sus razones, cómo evitarla, su evolución durante la Web 2.0, desde un punto de vista filosófico, la propuesta de poner un impuesto sobre ella e, incluso, desde un lejano siglo XVI.
A la infoxicación y a la infomanía, se les trata de unir ahora la infobesidad, aunque en realidad se trata de un sinónimo de infoxicación, mucho más centrado en el trabajo diario y la cantidad de correos electrónicos que los trabajadores deben de contestar. Obviamente, tratar de reducir la infoxicación al uso del correo electrónico parece actualmente completamente ridículo cuando sólo nuestro teléfono móvil nos requiere atención las 24 horas del día a través de las distintas aplicaciones que tengamos instaladas y sus notificaciones.
Sin embargo, algunos estudios aseguran que la infoxicación no es un problema para algunas personas. De hecho, según un estudio de la Universidad de Michigan, Taming the Information Tide: Perceptions of Information Overload in the American Home, muchos usuarios de redes sociales no sienten que esa sobreinformación sea una carga, sino que se trata más bien de un refuerzo de su libertad de opción. El estudio, que hace referencia a distintos soportes informativos pasando por la televisión o el social media (este último no sale muy bien parado), afirma que esa ansiedad por tantas opciones informativas aumenta según decrecen las habilidades de uso en las Nuevas Tecnologías. El texto asevera que sólo uno de los individuos acabó hiperventilando (síntoma de ansiedad) ante la cantidad de opciones informativas a las que tuvo que hacer frente en un momento determinado.
Me pregunto si es correcto definir el problema del exceso de información en términos subjetivos («si yo me siento tranquilo y no hiperventilo, ¿por qué voy a estar mal?»), y no en términos objetivos (capacidad reducida de tomar decisiones corresctas, concentración, aprovechamiento del término, etc.).
Acto seguido me pregunto si existe alguna forma de definir esos términos objetivos. Al primer vistazo, no parece.
Yo he sido culpable de hablar sobre infobesidad, pero refiriéndome al hecho de que «infoxicación» suena a intoxicación involuntaria, mientras que «infobesidad» suena a mal hábito, cosa que veo mucho más correcta.
Imagino que éste es un término que no es difícil de definir precisamente porque cada uno lo percibe de distinta forma. El estudio ya señala que las personas más jóvenes están encantadas con la información disponible a través de Internet, mientras que los más mayores admiten sus dificultades para poder gestionarla.
Infoxicación e Infobesidad tienen ambas implicaciones negativas. Pero, deteniéndome en Infobesidad, ¿cuánta información es mala? Por otro lado, se nos aconseja detectar las fuentes buenas de las que no lo son. Si obtenemos mil fuentes buenas somos «Infobesos».
Yo soy un consumidor intensivo de información. Twitter, Facebook, los agregadores RSS para distintos ámbitos son herramientas que uso frecuentemente y en ningún caso me siento Infobeso. Otra cosa es que se duplique la información de forma indiscriminada, como sucede en los emails cadenas de las oficinas, y no sepamos gestionar la comunicación correctamente. Pero eso es gestión de la comunicación, no cuánta información necesitamos o somos capaces de asimilar.
Como dices bien, los límites son difíciles de establecer.