Si los años no empezasen en Enero, seguramente deberían hacerlo en Septiembre. Después de un largo descanso para algunos, de ciudades desiertas e inactividad general provocada por el tórrido verano; recuperamos la realidad más cruda apartada, puede con sabiduría, por la necesidad de oxigenar nuestras ideas. El proverbio chino Te deseo que vivas tiempos interesantes parece dar una vuelta de tuerca en nuestra sociedad interconectada y globalizada, cada paso del camino se hace más rápido que el anterior abocándonos sin remedio a la duda más absoluta.
Se nos ha insistido que el término Crisis no tiene porqué conjugarse como algo negativo, que la definición de Crisis está más entrelazada con el concepto del cambio. Puede que sea un punto de vista necesario tras tantos años de «cambios» que no nos han conducido hacia un horizonte más soleado. En mi caso, siempre me han considerado un pesimista. Desgraciadamente, por mi forma de ser, siempre he sentido la necesidad de comprender cómo funcionan las cosas, es decir, informarme para poder formarme una opinión del asunto a abordar. Un pesimista es un optimista informado, reitero y si se me permite.
En cada conversación, sobre todo lo demás, flota la amargura de la incertidumbre. «Lo peor es la incertidumbre» consideraron en una de esas charlas estivales. No existe un cruce de caminos cercano, un oasis en el mar de arena, una isla que nos salve de la inmensidad del naufragio… O al menos eso parece. Aquello que se nos aseguró como inmutable, cambia en su definición, aquello que parecía seguro parece escurrírsenos entre las manos, aquello que parecía expandirse hacia el futuro se contrae lentamente, ahogándonos. Puede que nos lamentemos por nuestra desgraciada suerte, que tras estos años de Pax Americana nuestra Sociedad se convierta en algo impensable hasta hace poco, el declinar definitivo de Occidente como garante del Estado del Bienestar. Sin embargo, la geopolítica siempre ha evolucionado cambiando los pesos de influencia, desarrollándose conflictos militares y económicos. Nuestros tiempos, los de mayores prosperidad repartida socialmente, parecen fundirse en negro para nuestro desconcierto.
La incertidumbre no tiene porqué estar engarzada con el miedo. Es de hecho el miedo el que nos provoca la zozobra, no la incertidumbre. La incertidumbre invita al cambio, el avance hacia adelante; el miedo por el contrario invita contraerse, plegarse en uno mismo. Y sin duda alguna los dos juntos el caos.
Este año promete ser apasionante informativamente por lo que no deberíamos perderle el ojo. Si Facebook se derrumba definitivamente, ¿dónde quedarán los gurús del social media? Si Apple gana a Samsung, con ya serias dudas del veredicto, ¿dónde quedará la innovación? Si las bibliotecas públicas se desangran, ¿dónde quedará el acceso a la cultura universal? Si la I+D desaparece de las inversiones del Gobierno, ¿dónde quedará el futuro? Estas incertidumbres se irán desvelando en el día a día de un año muy duro, pero a la vez que se presenta apasionante en demasiados frentes. Mucha suerte.