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Francisco Columna VII

Ya sabéis que me encanta la idea de que la blogosfera sea una red colaborativa y participativa. No hace mucho, tuve la idea de publicar un artículo distribuido entre distintas bitácoras. En realidad, aunque el texto estaría relacionado, era un artículo que podría haber sido leído independientemente. Sin embargo, el sueño se rompió muy pronto ante reiteradas negativas ante mi iniciativa, así que simplemente desistí. Pero, siempre pueden surgir oportunidades para sumarse a iniciativas de otros que sean similares a las que uno mismo ideó en un principio igual de atractivas.

Iulius creyó que sería estupendo publicar un relato por entregas con cierto cariz bibliotecario llamado Francisco Columna del autor francés Charles Nodier en distintos weblogs. Así que, presto, dispuso la idea para que la blogosfera participase de su proyecto, aunque previamente deberían ser los bloggers interesados los que debieran ponerse en contacto con él. Es esto lo que yo habría cambiado, ya que considero que lo que debería haber hecho es avisar a distintos bloggers para disponer un plan de obra previo para que no nos frustre la incertidumbre de no poder acabar de leer el relato.

Es por esto, la necesidad de ponernos en contacto con Iulius, y nada más; la razón por la que nos habíamos mantenido al margen de esta iniciativa. Pero espero que ya hayamos enmendado nuestro error y que con algún grado de acierto.

Presentación del Plan Maestro
Presentación del libro Francisco Columna

Los textos publicados de Francisco Columna:


Parte VII

– El antifaz es inútil dijo la bella-; y no hay razón alguna que me ordene conservarle, aunque la costumbre lo autorice, porque mis sentimientos son tan puros que no me ruborizará expresarlos, y porque mi amistad hacia vos me manda hacer lo que hago. No os extrañe, Francesco prosiguiótras un momento de silencio- oírme hablar de esta amistad después de que tantos días de desdén os pudieron hacer dudar de élla. Mi sexo está sometido a leyes de recato que no le toleran ni aun dejar traslucir a las gentes sus legítimas y nobles simpatías, y en verdad que nada hay tan difícil como fingir en la medida justa una indiferencia que el corazón no siente. Hoy mismo voy a dejas Venecia, y aunque el Destino hace que haya de vivir cerca de vos, es harto probable que no volvamos a vernos. En lo futuro no habrá entre nosotros otra comunicación que el recuerdo, y no quiero que nos separemos dejándoos una idea equivocada de mí y llevándome yo una idea penosa e inquietadora que turbaría la tranquilidad de mi vida. Lo primero lo hice con esta explicación que os debía; lo segundo, o sea mi tranquilidad, la espero de una confidencia que acaso me debéis. Mas no os alarméis, Francesco; vos habéis de ser el único juez que resuelva.

Hacía tiempo que Francesco se atrevía a poner sus miradas en Polia y recogía ávido sus palabras.

– ¡Ah, señora! exclamó-. ¡Bien sabe Dios que mi alma no tiene ningún secreto que no os sea conocido!

– Vuestra alma oculta un secreto replicó Polia-, un secreto que entristece a vuestros amigos y que algunas de las personas que os quieren bien desean conocer. Reunís todas las circunstancias que presagian un provenir dichoso: juventud, genio, saber y hasta la gloria, y, no obstante, vivís entregado a las languideces de una tristeza misteriosa; os consumís en un anhelo recóndito; tenéis abandonados los trabajos que labraron vuestra reputación; huís de las gentes que os buscan para ocultar en soledades casi inaccesibles los días que tantos bienes deberían embellecer, y, por último, se dice que estáis cerca de romper con la sociedad de los hombres para recluiros en un convento. ¿Es cierto lo que digo?

Francesco parecía agitado por mil emociones encontradas, y necesitó algún tiempo para cobrar ánimos.

– Sí, señora respondió-; todo es verdad, o lo era esta mañana. Un acontecimiento posterior cambió mis ideas, aunque no mi resolución. Entraré en un convento, y este designio mío es irrevocable, mas entrarécon el alma llena de consuelo y de gozo, porque hora mi vida está completa y no concibo que haya una en el mundo a la que pueda envidiar. Nací pobre y obscuro, pero más fuerte que mi destino; sólo vi mi desdicha cuando mi corazón cayóen un vacío sin fin. Mas este vacío se ve ahora colmado con una esperanza deliciosa: ¡Vos os acordaréis de mi!

Polia le miró dulcemente.

– No quiero dijo- ver en vuestras palabras un mero juego de la imaginación ni una de las aduladoras condescendencias con que la urbanidad paga la buena amistad. Me parece que este lenguaje artificioso de las gentes frías está de más entre nosotros. Creo que comienzo a comprender en parte las cosas que me habéis dicho y hasta vuestra resolución; pero añadió sonriente- no lo comprendo bien todo.

– Pues ahora lo comprenderéis contestó, exaltado, Francesco-, porque os lo voy a decir todo. Y habréis de perdonarme la turbación y aun lo premioso de mi palabra, porque de todas las circunstancias de mi vida es ésta la que menos pude sospechar. La precaria situación en que nací, sin padres, sin protectores, casi sin amigos y despojado de un nombre brillante y de una fortuna independiente, bastaría para explicar mi natural melancolía. ¡Quécruel confidencia ésta de mi desgracia, que ya encontré en la cuna y me persigue toda la vida! Y así esta idea es la primera de que hube de darme cuenta. Yo debía pagar la deuda material de mi gratitud antes de pensar en mí, y no necesito deciros que lo hice. Entonces crecieron mis bríos y me inquietaron poco la grandeza y la opulencia desaparecidas. Y llegué a más; llegué a congratularme algunas veces, en mi orgullo de niño, de debérmelo todo a mi mismo, porque de este modo algún día la familia que me rechazaba envidiaría el esplendor del apellido repudiado. Mas todo ello no era sino ilusión de la inexperiencia y de la vanidad. Un día solo lo destruyó todo, recordándome mi infortunio y mi obscuridad.

– ¡Ay! prosiguió Francesco-. Aquí esta el misterio que vuestra benévola curiosidad desea conocer y que yo recataba cuidadosamente en mi pecho. ¿Y cómo osaré revelaros estos secretos hondos y tristes que la filosofía y la prudencia miran cual dolencias pueriles del alma, y de los que tan por encima está la vuestra para que os dignéis acogerlos con otro sentimiento que la compasión? ¡Amé, señora!…

[Continuará…]

Publicado en Cajón de sastre

6 comentarios

  1. Está espléndido :O)
    Muchas gracias: terminaremos el folletín (en palabras de Ana AlasyBalas, folletín=pequeño follón), seguro que sí :O)

  2. Deseando estoy de leer la siguiente entrega!!! estas incógnitas temporales me matan!!! 😀

  3. a ver, el siguiente que levante la mano :OD

  4. Rodolfo Rodolfo

    Que levante el dedo el que se llame Godofredo

  5. recién publicada la octava entrega en Infoxicación :OD

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